𝐎𝟐彡 🥞𝐃𝐄𝐂𝐄𝐏𝐂𝐈Ó𝐍

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El fin de semana llegó pronto; los tres niños hacían un alboroto por toda la casa. Itachi estaba especialmente emocionado por ver a Shisui. Hashirama estaba terminando la limpieza y fue a verlos. Todos ya estaban arreglados para irse. Madara en especial, usaba un traje informal. Más bien, de aspecto gótico. Obito tenía su traje azul y naranja junto con sus gafas del mismo color; Itachi tenía una camisa azul y unos pantalones grises, su cabello atado en una coleta; y el pequeño Sasuke tenía una camisa negra y unos shorts blancos.

—Ya estamos listos —dijo Madara—, solo ve a cambiarte, Hashirama.

—Ahora mismo voy.

Cuando regresó, Madara casi babeó al verlo. Estaba hermoso con ese conjunto negro,que resaltaba su cuerpo. Subieron al carro, el Senju conducía y el Uchiha mayor se subió al asiento del copiloto, claro está, después de amarrar a sus engendros del demonio.

Se sentó ante el volante y los niños saltaron de alegría. Hashirama conducía y de vez en cuando, miraba el semblante serio de Madara. Un día tendría que salir corriendo, pensaba, que estaba muy a gusto ahí, pero no era eso. ¿Por qué no podía pues, él, pensar en una pequeña posibilidad de conseguir el amor de Madara? Ser su amigo sentimental, su compañero, incluso, ¿por qué no, su marido?

Viajaron un rato hasta llegar a una gran casa blanca de un piso. Estacionaron el carro y bajaron. Madara guió a Hashirama. Izuna era un hombre de pelo lacio y negro atado en una coleta alta. Vestía un simple conjunto blanco e iba en sandalias. Pero bueno, era la ropa perfecta para meterte un chapuzón.

Izuna se alegró de ver a sus sobrinos y sus propios hijos los arrastraron a jugar. Shisui en especial, se encargó de llevarse a Itachi, cosa por la que Madara casi se lanza a perseguirlo y el moreno tuvo que detenerlo por la cintura, siendo casi arrastrado por el azabache. Izuna se quedó un poco embobado, parecía ser un señor jugando a lo que le diera la gana.

—Este es mi hermano, Izuna Uchiha —los presentó Madara cuando se calmó—. Izuna, este es Hashirama.

Izuna se comportó medianamente amable, solo por su nii-san. Era la hora del almuerzo e Izuna llamó a los niños para que se lavaran las manos y fueran a la mesa. Se quedó en la cocina, con Madara, y con la sirvienta, cuando esta salió, le dijo al mayor:

—Nii-san, ten cuidado.

—¿Cuidado de qué? —como el menor no respondió en un rato, se exasperó—. Izuna, ¿de qué estás hablando?

—Es muy atractivo, ¿y dices que sólo es tu empleado doméstico?

—Pues claro...

—Mira, nii-san —lo agarró por los hombros—, tú tienes una vida vacía, ¿para qué luchas? ¿Para tus hijos? Ellos van a hacer su vida y te quedarás solo.

—Cállate, Izuna. Todas las madres luchan por sus hijos… —Muy tarde cayó en cuenta de lo que dijo y se sonrojó.

—O sea, ¿admites que eres una madre?

Madara no le respondió.

Fue un día que se hizo largo, porque Hashirama llevó a los cinco niños a jugar fuera de la casa y se quedó solo con su irritante hermano menor.

—Él no es un empleado de hogar común y corriente, nii-san. Es un hombre con estudios.

—No importa eso.

Pero aquello quedaba adentro. Madara pensó ¿acostarse con Hashirama? No. ¿Casarse con él? Menos. ¿Vivir una aventura o un romance con él y luego correrlo? Definitivamente no. Al regresar, el Senju conducía, él iba en el asiento del copiloto y los niños dormían en el asiento trasero. Era bastante tarde.

—Su hermano es muy agradable —lo decía por cortesía; Madara lo sabía mejor que nadie, su hermanito no era la dulzura personificada y era algo antipático.

—Y es el CEO de la compañía de los Uchiha, ¿verdad? Además de médico.

—Si.

—Y tampoco se ha casado —Madara sintió como algo lo carcomía, no le gustaba escuchar eso.

—Tiene un novio por ahí, no sé.

—¿Cómo?

—La última vez tenía un novio. No lo sé ahora. Si me preguntas, diría que está en una aventura con su sirvienta. Aunque si tiene pareja lo ama, no sé mucho.

—Cuando se ama el amor no muere.

—¿Has amado alguna vez, Hashirama? —preguntó con el corazón en la boca, arrepintiéndose de la pregunta que hacía que en sus venas corriera la sensación de que no quería escuchar la respuesta.

—No, he tenido aventuras como todo hombre que vive solo. He tenido muchas aventuras pero no me he enamorado de nadie.

—¿Entonces qué te gusta? —Hashirama lo miró y pudo encontrar una pequeña inocencia. Le pareció muy dulce.

—Me gustan más los hombres que las mujeres... —Madara abrió los ojos y se sonrojó: a él también.

—¿Qué tipo de hombres te gustan? —por alguna razón que desconocía (o bueno, que conocía pero no quería admitirlo) quiso saber si Hashirama describiría a personas como él.

—Es mejor que no conteste eso... —dijo con seriedad y de forma inexplicable, se sintió decepcionado.

Y por si acaso, Madara se mantuvo en silencio el resto del viaje. Temía que Hashirama dijera qué tipo de hombre le gustaba.

Una mañana antes de irse al hospital, Hashirama detuvo al Uchiha y le dijo que quería hablarle. Hacía dos meses que estaba en su casa y quería saber su situación.

—Usted dijo que me iba a dar dos meses de prueba. ¿Me voy a quedar?

—Hashirama, usted debería buscarse otro trabajo, más apropiado a su personalidad.

—¿Cree que tengo personalidad?

—Sí, mucha. No sé si la adquirió siendo camarero o viajando por ahí, pero tienes una gran personalidad —lo último lo dijo mirándolo a los ojos.

—¿De modo que puedo quedarme?

—Puedes quedarte, sí. Si quieres, te haré un contrato.

—No, tal cosa no es necesaria. Solo necesito saber si usted... si tú... estás a gusto conmigo.

—Estoy contento, muy contento, Hashirama.

Y cuando se iba al hospital, murmuró entre dientes demasiado contento.

Al día siguiente, cuando Hashirama había salido, decidió entrar a su cuarto. Miró la carpeta, sabía que estaba haciendo algo inadecuado para su educación y cultura, pero no tenía más remedio. Algo lo empujaba a hacerlo, necesitaba hacerlo. No sabía si era una voz interna o un deseo infinito que no podía doblegar...

Cuando abrió la carpeta con mano insegura, solo encontró cuartillas escritas. Muchas cuartillas. Leyó algo de su contenido pero no entendió nada de nada. Había allí la descripción de un paisaje, dos personas que mantenían una conversación, todo muy raro hasta ahí... ¿Debería preguntarle a Hashirama...? No, no podía enterarse de que estuvo en su habitación. Se sentiría ofendido y ya no confiaría en Madara y se iría...

Y Madara no quería que Hashirama se fuera.

𝐀𝐋𝐌𝐎𝐒𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑 | hashimadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora