Prólogo

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La tristeza invade mi cuerpo y llena mi alma rota; alma que está cansada de sufrir y arde cuando lagrimas y sollozos son la melodía de mí día a día.

Dicen que el dolor físico es un infierno, pero cuando los demonios te hacen sentir el dolor del alma, ninguno es tan cruel como aquel.

Y los demonios están más cerca de lo que creemos.

Estos te destruyen, y por más que intentes salir, solo terminarás quemándote mientras tu corazón se enfría en una milésima de segundo.

-Deja de pensar en eso- Me dice él y me deshago de mis pensamientos para apreciarlo.

La luna se reflejaba a través de la ventana de su habitación y alumbraba su piel tan blanca como el papel, en su mirada expresa su preocupación hacia mí.

-No me pidas lo imposible- Respondo con una sonrisa vacía.

-Joder, ¿Cuántas veces debo repetirte que nada de esto es culpa tuya?

-No puedes tapar el sol con un dedo- Mis palabras salieron difícilmente de mi garganta, me cuesta hablar cuando soy más sollozos que persona.

-Afortunadamente mis dedos son útiles para otra cosa- Me dice y sus ojos se oscurecen pero no quita esa sonrisa coqueta.

Me sonrojo y le devuelvo la sonrisa. Siempre sabe cómo hacerme reír. El sana mis heridas.

Pero siempre hay quienes las abren de nuevo.

Al pensar eso, mi cuerpo se tensa y él lo nota.

-Hey -Toma mi rostro con sus grandes manos y nuestras frentes se juntan, mi corazón late tal cual caballo desbocado y entreabro un poco mi boca- Sé que nada de esto es fácil, pero no permitas que te vean hundirte, no lo permitiré.

Muerdo mi labio inferior e intento contener las lágrimas.

-Creo que ya lograron eso- Contesto y no logro saber lo que hay en su mirada, es una combinación entre molestia, preocupación, tristeza y curiosidad.

-No digas eso, ángel.

-No soy un ángel, ya no queda nada de lo que fui.

-Para mí siempre serás el ángel más hermoso, tu oscuridad te hace única y sé que en algún momento encontrarás las alas que te guíen al cielo que tanto mereces.

Esas palabras solo hacen que mi llanto vuelva y el abre sus brazos dándome la bienvenida. Lo abrazo y el calor que emana me hace sentir segura. Su aroma, joder, su aroma es tan varonil y cálido a la vez que podría olerlo todos los días sin cansarme, su desodorante hace contraste con este y eso solo lo hace más placentero.

-En algún momento te cansarás de hundirte en este infierno por mí- Confieso y el no se inmuta ni se separa, simplemente me mira con negación.

-Jamás me iré. Y no, mi ángel oscuro, no nos estamos hundiendo.- Dice y su mirada se dirige a la luna llena que nos acompaña- Estamos en la búsqueda de nuestro propio cielo.

...

Nuestro propio cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora