2: Memories and reunions

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Londres, Inglaterra.

16 años atrás.

Adara.

—Mamá, ¡mira lo que busqué para ti!

La hermosa niña castaña corre llena de emoción por el gran jardín principal, sus pies paran al llegar a la mesa donde se encuentra su madre, quien está junto al hermano mayor de la pequeña.

—No me molestes ahora, Adara —sentencia la mujer sin siquiera mirarla —. No tengo tiempo para idioteces.

—Pero, mami... estás jugando con Adam—murmura en un tono más que triste y vacío mientras lleva sus diminutas manos a su espalda.

—No intentes manipularme con llantos, anda a molestar a alguien más—su madre voltea a ver a su primer hijo y sonríe —. Vamos a jugar a otro lado, hijo.

El niño asiente y ambos se levantan, Ada se da por vencida y tira al pasto la bella flor que había elegido para la mujer que le dio la vida.

Llena de tristeza, decide irse a otro lado del jardín donde nadie pueda verla. Sus ojos se cristalizaban con cada paso que daba y le era imposible no llorar, puesto que siempre había intentado acercarse a su madre y jamás funcionaba.

—No te preocupes, mami, yo sé que me quieres, yo no te hice nada... ¿verdad? —murmura entre llantos mientras se abraza a sí misma —. Adam es más importante, yo te entiendo.

...

Londres, Inglaterra.

Actualidad.

—Llegamos —informa mi hermano, quien para el auto bastante cerca de nuestro hogar. Voltea a verme y en su rostro hay una diminuta sonrisa que derrocha felicidad.

—Adara, por favor ve tú a la casa —ordena mi madre y —.Yo debo salir con mi hijo luego de tantos años.

Ambos se sonríen mutuamente y solo asiento mientras abro la puerta del auto.

Únicamente me despido de Adam mientras uno de los trabajadores me ayuda con el equipaje, le agradezco y comienzo mi caminata hacia la entrada de mi antigua casa.

El inmenso portón principal está hecho con barras de acero y tiene pequeños detalles en otros materiales. Uno de los tantos guardias que rodean cada parte del lugar abre las puertas del material antes mencionado y me permite entrar.

Jamás han sido capaces de descuidar la mansión Beckham, el jardín está intacto y hasta más vivo que antes; lleno de flores de miles de colores, preciosos arbustos con formas extravagantes y fuentes de agua en lugares claves.

Mis pies se desplazan lentamente y mis botines chocan contra el camino hecho de piedra lisa. Mientras camino, me es inevitable no detallar cada cosa que llama mi atención, todo destila elegancia y a su vez alegría.

Desde que pisé Londres, los recuerdos han llegado como un tsunami dispuesto a acabar con todo. El sabor agridulce en mi garganta sigue intacto y la curiosidad por las experiencias prontas a vivir me acorrala junto al miedo.

Sin duda ha habido remodelaciones, pero son tan sutiles que pasan desapercibidas. Tras explorar un poco el jardín donde jugaba todas las tardes, subo unos pocos escalones y abro la puerta sin tomarle importancia a mis manos temblorosas.

Mi cuerpo se adentra ansioso al gran espacio que abarca la sala principal, sin duda la pequeña Adara jamás detalló tanto la majestuosidad de su hogar como lo está haciendo la Adara adulta. Todo el sitio transmite tranquilidad, elegancia y sutileza «si supieran que en realidad es totalmente lo contrario».

Nuestro propio cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora