3: Unknown number

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Londres, Inglaterra.

14 años atrás.

Mami y papi pelean mucho. 

Mis amiguitos de la escuela dicen que sus papás no se gritan, quisiera entender por qué los míos lo hacen. 

—¡Me importa una mierda tu trabajo¡ ¿Cuándo piensas hacerte cargo del estorbo que tienes como hija?

A mi mami le gusta decirme estorbo. Yo le dije a mi maestra que me llamara así y me regañó, no sé por qué, es bonito. 

—¡Te recuerdo que también es tu hija! En vez de quejarte, deberías agradecerme, eres una mantenida. 

Papi se le acerca mucho a mami y le grita cosas que no entiendo, mi hermanito siempre llega a taparme los oídos, pero hoy no está. 

¡Yo solo tengo un hijo! Y tú muy bien sabes por qué sigo aquí.

No mami, yo también soy tu hija...

¡Abriste las piernas como una ramera y pariste a nuestra hija, ahora no te hagas la victima!

Papi se ríe y mami le pega en su cachetito, mami está molesta. Debo irme antes de que golpee mi cachetito.

Mi papá se va, de seguro papi está molesto porque peleó con mami. Yo corro para que mami no me pegue. 

—Cariño, ¿a dónde vas? —mami me toma de la mano y me abraza, mami ahora está sonriendo —. No hemos terminado.

Mi mami va a uno de los sillones de la sala y saca un cinturón, mami me lo muestra mientras le pega al sillón.

Mami se acerca a mí.

Mami viene por mí.

Mami...

...

El terror me invade y abro mis ojos como platos. A pesar del ambiente frío, puedo sentir el sudor bajar por mi frente y otras zonas de mi cuerpo.

Mi corazón bombea sangre velozmente y acompaña a mi respiración acelerada, siento mis manos temblorosas y mi boca seca pidiendo a gritos algo de humedad.

No fue una pesadilla.

Fue un recuerdo.

Uno que sin duda quiero bloquear. 

Me froto los ojos para estabilizar mi visión y me incorporo en la cama, analizando mi cuarto y el orden en el.

Ayer en la noche lo dejé hecho un desastre mientras sacaba mis cosas de la maleta.

«Gracias, Cleo.»

Starkie empieza a lamer mi cara como hacía todas las mañanas en Francia, su acción provoca que ría, pero el pánico sigue intacto.

Inhalo y exhalo varias veces mientras cuento hasta diez. Jamás me funcionó, pero intento ser positiva.

Luego de unos minutos consigo calmarme un poco. Me dirijo al baño, donde hago mis necesidades y lavo mi rostro.

Al salir del baño, busco mi teléfono y lo tomo con cuidado. Empiezo a revisar detenidamente mis mensajes mientras salgo de mi habitación y me desplazo hasta la amplia sala de mi casa. Mis pies se mueven descalzos sobre el piso frío y mis dedos se mueven ágilmente sobre la pantalla.

Nuestro propio cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora