Capítulo único.

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-A-Akane

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-A-Akane...- murmuró con un hilo de voz mientras observaba el cuerpo inerte entre sus brazos. -Marimacho, no me hagas esto, por favor...

Nada, ni una señal que le diera la esperanza de que su amada aún se encontraba ahí, el silencio del lugar le causaba escalofríos, con ello la desesperación comenzaba a invadirlo.

No podía estar sucediendo, no de nuevo.

-¡Akane!- exclamó mientras abrazaba el pequeño y pálido cuerpo de la azabache. -No me dejes, abre los ojos, déjame decirte lo que siento.- suplico mientras pegaba su frente a la de la joven, quien seguía aparentemente inconsciente.- ¡Dejame decirte que te amo!

-Ranma...

Nuevamente no recibió respuesta alguna, su corazón latía rápidamente, tenía miedo.

No quería perderla.

-Marimacho, despierta... ¡Abre los ojos Akane!

-Ranma...

El de oscura cabellera miró a su alrededor al percibir que alguien lo llamaba, sin embargo, no había nadie a su alrededor, solo estaban él y su prometida.

-Akane... Hablame, por favor, quédate conmigo...

-¡Ranma!

El artista marcial movió la cabeza mientras se aferraba a la joven, sentía que si la soltaba la perdería definitivamente.

-¡Akane!

-¡Ranma!

De un salto el mencionado se levantó, estaba realmente aturdido y agitado, no entendía nada de lo que había pasado, solo se sentía aliviado de haber despertado de aquella horrible pesadilla.

La misma que lo atormentaba desde lo sucedido en Jusenkyo.

-Pensé que no despertarías.

El de trenza miró a su lado, percatandose de que la protagonista de su sueño lo observaba con un semblante preocupado, y sin importarle su sudoroso estado, la tomó entre sus brazos, sorprendiendo a la azabache, quien sin decir nada correspondió aquel gesto.

Habían pasado seis meses desde que regresaron de China, desde entonces, cada noche, se encargaba de ir a la habitación de su prometido y despertarlo de las constantes pesadillas que lo atormentaban.

Le preocupaba.

-Estás bien, estás viva...- susurró mientras ocultaba el rostro en el hueco de su cuello, aspirando su aroma a vainilla, aquel que tanto le encantaba. -Estás viva...

La de ojos cafés asintió, aferrándose al joven, quien parecía no querer alejarse de ella por ningún motivo.

-Ranma... dime, ¿qué te pasa?- cuestionó mientras se separaba un poco de él y acariciaba su desmejorado rostro. -Llevas meses sin poder dormir, no puedes seguir así.

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