Mew

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Me quedé embelesado ante semejante figura divina. El guardián de aire era un coloso que se erguía ante mí, midiendo por lo menos tres metros de altura. Me vi obligado a inclinar el cuello para lograr ver su rostro, el cual se perdía en las nubes que rodeaban su imponente presencia.

Mis ojos recorrían cada detalle con fascinación, tratando de absorber toda la magnificencia de aquella visión. Las leyendas no le hacían justicia; su grandeza superaba con creces cualquier descripción que hubiera escuchado. 

Su rostro era una obra maestra esculpida por manos divinas, con facciones marcadas como si un escultor mitológico hubiera dedicado siglos a perfeccionarlas.

Su rostro era una obra maestra esculpida por manos divinas, con facciones marcadas como si un escultor mitológico hubiera dedicado siglos a perfeccionarlas

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Sus ojos, de un azul intenso, brillaban como diamantes capturando la luz del sol. Parecía que la luz misma emanaba de ellos, llenando el aire a su alrededor con un resplandor etéreo. Cada parpadeo suyo era como un destello de energía pura que iluminaba el entorno.

Sin embargo, no pude evitar notar un detalle peculiar que contrastaba con su aura majestuosa: los extraños tatuajes que adornaban su frente. 

Brillaban con una vitalidad que parecía tener vida propia. No era la primera vez que los veía. Recordé que esos mismos tatuajes adornaban la frente de Chopper, el gran lobo que esperaba mi regreso al pie de la montaña.

—¿Quién eres tú? —la voz del guardián resonó como un trueno suave. Era un sonido profundo y grave, pero a la vez envolvente, que me llegó directo al corazón.
—Gulf...  —respondí, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras mi mente procesaba la magnitud de lo que estaba viviendo —es más imponente de lo que jamás imaginé. Su mirada se posó en mí con una intensidad que hizo que me sintiera pequeño y vulnerable, pero no de una manera amenazante. Más bien, su presencia imponía un respeto casi reverencial.

Pov.Mew

Años y años de espera estaban a punto de terminar, y lo sentía en cada fibra de mi ser. La conciencia de que la libertad se aproximaba era tan palpable que parecía estar envolviendo cada rincón de mi existencia. 

El tiempo que había pasado en ese estado de inacción y confinamiento se desvanecía, y con ello, una nueva era se estaba gestando.

Mi cuerpo, por fin, comenzó a reintegrarse al aire, como si estuviera despertando de un profundo sueño, de un limbo interminable que había durado eones.

La cálida brisa del exterior, que había sido una ilusión distante durante tanto tiempo, ahora acariciaba cada parte de mi ser. 

Era una sensación extraña, pero increíblemente placentera. 

Después de siglos de espera, el simple hecho de sentir el viento en mi piel era una bendición. El ruido de la libertad, un canto de vida que había olvidado, me envolvía en un manto de felicidad y renovación.

Mi energía, que había estado en reposo, comenzó a fluir de nuevo, restaurándose como si se tratara de un manantial que había estado seco por demasiado tiempo. La vitalidad recorría cada rincón de mi ser, y con ella, mi fuerza y mis recuerdos regresaban. 

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⏰ Última actualización: Sep 17 ⏰

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