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"Parece un muñeco de porcelana...tengo ganas de tomarlo entre mis manos, tocarlo, quitarle la ropa, ver si hace algún ruido"

Los pensamientos de Aiden le zumbaban en la cabeza mientras seguía a Elijah por los pasillos de la escuela. Lo conocía de antes, de mucho tiempo antes, pero nunca se había fijado en él como ahora. Delgado, con el cabello negro, la piel clara, los ojos azules, Elijah parecía un muchacho demasiado guapo y con encanto. Pero su seriedad y notoria inexpresividad en su rostro hacía que nadie se le acercara. No hablaba con nadie, no tenía amigos.

Aiden, por su parte, era muy escandaloso, inepto en el estudio. Delgado, de cabello pelirrojo, grandes ojos marrones y piel clara, parecía también un muchacho guapo y que podría tener tras de sí a cualquiera. Pero era tan escandaloso que nadie quería ser su amigo.

"Eso tenemos en común Elijah" Pensó, deteniéndose para disimular que estaba siguiéndolo "Los dos somos unos bichos raros". No dejaba de pensar en él, lo deliraba. A pesar de conocerlo desde hacía tiempo, Aiden comenzó a obsesionarse con Elijah dos semanas atrás, cuando se salió de clase para esconderse en el baño. Estaba abrumado por las matemáticas, no lograba entender nada, y sentirse como un tonto le provocaba una depresión agobiante. Se sentó sobre la tapa del retrete y comenzó a jugar en su celular, en silencio, hasta que escuchó un barullo de risas irrumpir en los baños, seguido del sonido del candado en la puerta.

Guardó su celular y se asomó por la rendija de la puerta de la cabina en la que estaba. Afuera, un grupo de chicas reían y hablaban bajo. Aiden aguzó el oído. Se estaban burlando de alguien. Entreabrió la puerta y se dio cuenta de que en medio del círculo de mujeres estaba Elijah, con el semblante serio y un par de cuadernos abrazados al pecho.

–Sabemos que eres un cerebrito—Espetó una de ellas. –Sólo pásanos las tareas y te dejaremos en paz.

–No—Respondió Elijah, apretando los cuadernos y bajando la mirada, al momento que las chicas chistaban. La que estaba más cerca a él lo empujó, aventándoselo a la chica del otro extremo, que lo empujó también. Empezó entonces un juego de empujones, en los que Elijah soltó los cuadernos, cayéndose al piso a cuatro patas. –Hay que enseñarle una lección al cerebrito—Mofó una de las chicas, llevando las manos al elástico de la ropa interior de Elijah, alzándolo en el aire con exagerada facilidad.

Por primera vez, en mucho tiempo, Aiden vio que el rostro de Elijah se sonrojaba. Se sintió tremendamente excitado. Con cuidado, bajó la bragueta de su pantalón, observando por la rendija de la puerta cómo las chicas se turnaban para jalar la ropa interior de Elijah, haciéndole todo tipo de trucos, haciendo tronar la tela. Aiden se masturbó con el espectáculo, hasta que finalmente la ropa interior de Elijah cedió, rompiéndose abruptamente y tumbándolo en el suelo, entre las burlas de las chicas, que tomaron los cuadernos. Aiden se vino sobre la puerta de la cabina. Retrocedió para sentarse en la tapa del excusado, recuperando el aliento en silencio. Oyó a las chicas irse. Se quedó unos segundos pensando, y cuando salió, Elijah ya no estaba.

Desde entonces no se lo sacaba de la cabeza. Lo soñaba, se masturbaba pensando en él. Tenía ganas de besarlo, de hacerle el amor, de hacerle lo que le hicieron aquellas chicas. Soltó un suspiro y lo siguió dentro del gimnasio auditorio, solitario ya a esas horas. Eran casi las cinco de la tarde, pero llovía a cántaros afuera. La escuela estaba casi vacía.

Aiden entró al gimnasio, confundido al haber perdido el rastro de Elijah. Su sorpresa fue grande cuando el muchacho lo agarró de repente de los hombros, empujándolo para después pegarlo a la pared. No era tan bajito como aparentaba. Se miraron a los ojos, Aiden tremendamente nervioso, Elijah con el semblante serio y sombrío.

– ¿Por qué estás siguiéndome?—Preguntó, y Aiden tragó saliva, sin saber qué decir. Elijah suavizó el gesto, soltando los hombros de Aiden y dando un paso atrás. –Sino tienes nada que decir, entonces deja de seguirme. Das miedo.

–Lo siento—Susurró Aiden. –Es que...estoy enamorado de ti.

– ¿Ah si?—Preguntó Elijah, regresando a su posición inicial, acorralando a Aiden y haciéndolo temblar. Se sentía vulnerable, pasivo. Le gustaba esa sensación. Su plan siempre había sido dominar a Elijah, pero le encantaba que al final Elijah resultara ser mucho más intimidante que él. Le temblaban las piernas. – ¿Y qué quieres que yo haga?

–Déjame hacértelo—Balbuceó Aiden, bajando la mirada.

– ¿Hacerme qué?—Espetó Elijah, apresándole la mandíbula con la mano, obligándolo a mirarlo a los ojos. Sus grandes y penetrantes ojos azules. –Tú no me vas a hacer nada. No ahora.

Acto seguido, pegó su boca a los labios de Aiden. Fue un beso sorpresa, suave, pero sumamente violento. Sus labios se movieron rítmicamente, incluso se tocaron sus lenguas. Los dos empezaron a sentirse tremendamente excitados. Aiden no pudo aguantarlo más, tomó el rostro de Elijah entre sus manos e invirtió los roles, ahora Elijah pegaba a la pared, mientras que Aiden lo acorralaba. Le puso la mano entre las piernas, palpando su notable erección. Elijah hizo lo mismo, apretando suavemente el bulto, para después deslizar la mano dentro de los pantalones de Aiden.

– ¿La vas a sacar o no?—Preguntó, y entonces Aiden retrocedió un poco para bajarse los pantalones. Elijah miró sin inmutarse el pene erecto de Aiden, que se sonrojó ante la inexpresividad en el rostro del muchacho. –Ven acá—Ordenó Elijah, tomando la mano de Aiden, que caminó torpemente detrás de las gradas del gimnasio, allí, Elijah lo empujó para que se sentara en el suelo. Agarró con su mano el pene y comenzó a sobarlo fuertemente, provocando que Aiden se cubriera la boca ante los gemidos que treparon por su garganta. Nunca se había masturbado así. Siempre lo hacía despacio y con mucho cuidado. Pero Elijah manipulaba su pene como si fuera un juguete. Le encantaba.

Se irguió de repente, tomando a Elijah entre sus brazos para estamparlo de bruces en el suelo, donde le bajó los pantalones con todo y la ropa interior. Por más ganas que tuviera de jalar aquellos calzoncillos, eran más sus ganas de montarse sobre las nalgas de Elijah. Se agachó sobre sus nalgas y comenzó a besárselas, abriéndolas después para lamerlo sin cuidado. Elijah apretó los dientes, sintiendo las punzadas de placer marearlo. Gimió un poco cuando sintió la lengua de Aiden más profunda, mientras sus manos le apretaban las nalgas. –Basta—Dijo, después de un rato. Aiden se levantó, temeroso de haber hecho algo mal, pero Elijah lo empujó para recostarlo en el suelo, boca arriba. Se puso a horcajadas sobre él, acomodando el pene de Aiden para metérselo.

Los dos soltaron un gemido ante la sensación. Elijah temblaba.

– ¿Es tu primera...?

–Cállate—Espetó, moviéndose suavemente sobre Aiden, sonrojándose y mordiéndose los labios. Se sentía demasiado bien. Se movió suavemente, saboreando el pene de Aiden, gimiendo bajo, cerrando los ojos y sintiendo las manos de Aiden sostenerle los muslos. Era precioso. Desnudo se veía aun más hermoso que cuando estaba vestido.

Aiden jadeó, el interior de Elijah se sentía bien. Era cálido, estrecho. Le gustaba demasiado. Después de un rato de movimiento suave, Elijah comenzó a balancearse con más rapidez, gimiendo con ganas. Eran gemidos graves que se elevaban de repente en un falsete agudo que le reventaba los oídos a Aiden. Se oía exquisito, se veía que disfrutaba de aquello tanto como él.

– ¿Te gusta?

–Hmm, mucho...ah, ah—Jadeó Elijah, azotando las nalgas contra Aiden, provocando un sonido sordo que los excitó por igual. –Hmm, mierda, mierda...

Aiden estiró los brazos, apretándole los pezones a Elijah, que gimió, entre excitado y sorprendido. El orgasmo lo sorprendió como bala a la cabeza, echando su semen sobre el pecho de Aiden, que se vino tan sólo unos segundos después, llenando a Elijah. Los dos se retorcieron ante el clímax. Finalmente, Elijah se tumbó a un lado de Aiden, recuperando el aliento y chorreando el semen del pelirrojo.

–Mañana...ven a hacer la tarea a mi casa—Susurró, y Aiden asintió. Sin poder creer lo que acababa de pasar. 

Mi dulce ElijahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora