[Buenas noches, me llamó anónimo…y soy asesino].
Me han dicho que aceptar el problema es el primer paso para resolverlo. Es por eso que estoy aquí, parado frente a ustedes, esperando no ser juzgado.
No podría decirles cuando empezó, soy un tipo tranquilo, callado, anticuado, pero irónicamente, siempre estoy furioso.
No recuerdo bien a mi padre, él se fue, lo que si recuerdo es que se ganaba la vida matando cerdos, y muchas veces yo lo acompañaba.
A mi madre si la recuerdo, era hermosa y neurótica, recuerdo también a un puñado de sus amantes, ellos disfrutaban golpeándola, a veces era algo espontaneo, y algunas otras, ella se los pedía, casi en forma de súplica. Una rendija discreta en mi cuarto, me permitía observarlo todo.
En un principio, cuando era niño, mis únicas víctimas eran animales, gatos, perros, algún ratón al que pudiera atrapar, pero un día, para mi desgracia, conocí a los seres humanos. Eran irritantes, tan engreídos, gozaban de la humillación ajena. Desde ese día, no mato nada que tenga cuatro patas.
He intentado dejarlo, en algún momento intenté mantener la mente ocupada. Leía, leía hasta morir, pero eso me traía infinidad de ideas, y en vez de alejarme de mi vicio, me ayudó a perfeccionarlo hasta el punto de volverlo casi un arte.
Si tan solo pudiera describirles esa sensación, ese poder, esa sublime expresión de superioridad. Es adictiva, es reconfortante, es peligrosa y sumamente insana. Un rostro antes de morir refleja la verdadera naturaleza humana, es como hacer el amor con dicha persona, descubrir sus secretos, su más profunda intimidad, conocerla tal y como es.
Miedo es la respuesta más común, es exquisito su último gesto de decepción, veo a través de sus ojos, esas ganas de seguir viviendo, esa ansiedad por arrancar una vida que siempre dejaron para mañana, casi puedo saborear sus sueños rotos, sus esperanzas truncadas, su odio contra sí mismos por no haber hecho más.
Algunos otros, afrontan la muerte con orgullo y dignidad, como si siempre hubiesen estado preparados, como si no les importara, o como si estuviesen seguros de que les espera algo mejor. Tal vez por eso no puedo dejar esta adicción, porque mata mi soledad, porque me ayuda a conocer mejor a la gente, en un modo inaccesible para el resto.
Es todo de mi parte.
Anónimo bajo del estrado, caminó por entre los asientos de los oyentes, quienes no se atrevieron a mirarlo. Sintió el aroma de la sangre congelada, y el sonido de las gargantas al tragar saliva.[Tomó asiento, aliviado, rejuvenecido, como si se hubiese quitado el peso de una caja fuerte en su espalda].