Lo intentaremos

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«Estar juntos era acompañarse hasta la perdición, estar solos, pero con alguien, frente a la nada, al gris, al sin sentido de la vida. Estar juntos era acompañarse hasta el fin por más que todo fuera un desastre lo lograríamos».


—Buenas noches, Shizune—me susurra justo antes de dormir, él del lado derecho, yo del lado izquierdo de la cama. Lo miro un instante; al siguiente, el contacto visual ya no es tal. Él deja de mirarme, cierra los ojos, se da vuelta y se acomoda boca abajo. No pasan muchos minutos hasta que se duerme.

Lo miro, sí. Miro su espalda, el pijama gris que censura su piel. Esa espalda no me da las respuestas que sus ojos podrían darme. Mi consuelo nunca llega.

¿Qué nos ha pasado, Kakashi?

Contengo las lágrimas como cada noche, me duermo en algún momento que no sabría precisar. A la mañana siguiente, lo mismo de cada día: Kaeshi sale corriendo a la universidad apenas saludándonos antes de atravesar la puerta y nos deja solos a Kakashi y a mí. Bebemos café en silencio, leemos las noticias en nuestras tabletas electrónicas, nos alistamos y nos vamos a trabajar. Él y yo somos los mayores accionistas de la corporación Hatake Senju dueños de miles de hospitales en todo Japón.

Hace veinte años que es ese uno de los lazos que nos ata.

Hace veinte años que el mundo sabe que estamos juntos.

La rutina nos está despedazando. Kaeshi, por supuesto, no tiene la culpa. Si no nos presta atención debe tener sus razones. Tiene veinte años y una mente inquieta, hiperactiva, desmedida en creatividad y sueños. Kaeshi se parece físicamente a Kakashi pero heredó mis facciones. Tiene esa energía nuestra cuando éramos jóvenes, heredó la sonrisa del tío Dan; tiene esa inteligencia extraordinaria de nosotros, esa facilidad para hacer cualquier cosa que se proponga. Será un gran sucesor de la corporación, en la familia ya lo sabemos desde que era un pequeño. Tiene ese algo que sólo alguien tan determinante como el puede tener. Sin embargo...

Viajo en el auto junto a Kakashi, él con la vista en el paisaje que atravesamos con el coche, yo con la vista fija en el libro que empecé hace diez días y que aún no logro acabar por falta de tiempo y ganas, algo demasiado común en mí desde hace demasiado tiempo. Kaeshi no tiene la culpa, no. Sus padres nunca le presentamos algo demasiado especial, nunca la influimos como para inspirarla a seguirnos.

¿Seguirnos, a nosotros? ¿Seguir a quienes dejamos morir todo cuanto nos rodeaba pensando que con la compañía del otro bastaba? ¿Quién querría seguir a alguien así?

Llegamos a la empresa, todas las miradas caen en nosotros, unas de admiración, otras de envidia. Él desaparece tras la puerta de su oficina presidencial y yo voy hacia la mía, en el camino me encuentro a Kurenai, ella se encuentra aquí ya que los Sarutobi son nuestros aliados y por tal a ella la esposa de Asuma Sarutobi le corresponden algunas acciones.

-Shizune ¿Cómo estás, linda? ¿Te encuentras bien?-

—Te noto triste, cansada —menciona mi estimada amiga sin dejar de estudiar mi rostro, entornando los ojos con meticulosidad—. ¿Acaso Kakashi y tú...?-

Respiro fuerte, suplico a mis pulmones que no se vacíen, no aún. No ahora.

—¿Kakashi y yo qué? —inquiero lentamente intentando no sonar molesta por lo que pareció insinuar con su pregunta sin terminar, cada palabra un rezo al aire, al mundo, al universo, por no sucumbir.

Kurenai y yo estamos vestidas elegantemente con un traje color rojizo ella y yo uno negro de una reconocida marca de ropa, zapatos negros de un tacón altísimo, cabellos negros, largo y un poco alborotado, completamente suelto a sus espaldas, el mío aun lo mantengo un poco corto, al parecer como dicen los años no nos pasan, ella se acerca a la puerta de mi oficina y la cierra. Gira. Me mira destilando toda la seriedad que, evidentemente, la llena.

KakaShizu: One Shots del FandomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora