El pasado.

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—Señor, Stark. ¿Cómo le va?

La joven tras el mostrador de la clínica de inseminación artificial lo miró con una sonrisa.

—Muy bien, señorita Grey. ¿Y usted?

—De maravilla, ¿en qué puedo ayudarle?

—Creo que estoy acá por el mismo motivo de cada seis meses. —ambos rieron y fue cuándo la joven comenzó a rellenar un formulario con los datos del joven de veintidós años.

—¿Cómo va su carrera?

—Viento en popa, cada día me siento más orgulloso de lo que haré. —él le entregó una carpeta con varios documentos y se apoyó en el mostrador.

En el interior de la carpeta iba uno que otro examen médico, la joven tras revisarlos, le dio un pase al joven y ya sabiéndose el camino, se dirigió a la habitación de donantes.

Desde los veinte años, Visión se había dedicado a ser un donante de esperma anónimo, anónimo para los clientes que pudieran usar su semilla, para la clínica no, puesto que tenían datos no tan personales del joven inglés.

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—La del problema tienes que ser tú, Wanda.

—Simon, ¿puede dejar de culparme de todas tus desgracias?

El corpulento Simon Williams tomó la mano de su esposa y la arrastró al interior de la clínica privada, desde el primer día después de su boda, él se había empeñado en querer tener hijos con ella, y casi un año después de la boda no lo habían logrado.

—Doctor, verá... Mi esposa y yo queremos tener hijos, y de eso ya ha pasado un año, lo intentamos y simplemente ella no queda embarazada, algo debe tener mal.

Wanda bajó la cabeza y comenzó a jugar con sus dedos.

—Bien, señor Williams. Culpar a su esposa es algo precipitado, primero tendré que hacer varios exámenes a ambos, para dar con la raíz del problema.

—El problema es ella, está muerta por dentro... Doctor... —Simon entornó la mirada en el nombre de la bata— Strange.

—Como le digo, quisiera hacer varios exámenes primero.

Strange firmó varios papeles, y le indicó dónde podrían realizarle los exámenes; una vez dichas todas las pautas de los exámenes, la pareja salió del consultorio, y dirigiéndose a casa.

—¿Lo volvemos a intentar? —Simon abrazó a Wanda por detrás y está se estremeció.

—No puedo, me duele la cabeza. Lo siento, Simon.

—¿Cuándo no? Siempre tienes una excusa, eres mi esposa y me tienes que corresponder siempre que yo quiera.

—Te equivocas, en este país se respetan las leyes sobre las mujeres y si intentas tocarme sin mi consentimiento, te denuncio.

—¿Dónde escuché eso antes? Ah sí, hace dos meses. —tomándola a la fuerza, Simon dirigió a Wanda a la cama.

—Ni te atrevas.

—Pero solo vamos a dormir, bonita. Tranquila.

Él se acostó tras de ella y la abrazó contra su cuerpo.

Durmieron en aquella posición casi toda la noche, hasta que Simon decidió soltarla y darse la vuelta.

A la mañana siguiente, se realizaron todos los exámenes que les fueron indicados y los cuales serían entregados en el lapso de setenta y dos horas.

Casualidades. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora