Capítulo 4 - Pesadilla

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La presión en su pecho incrementaba enviando una mala reacción a todo su cuerpo. Él sabía que estaba dormido, pero sabía que no estaba en su sueño deseado, no. Estaba en esa pesadilla, aquella la cual más odia. Sabía sus síntomas al estar en ella. Dolor de cabeza, inmovilidad, alteración de la visión, entre otros. Son tan sufribles como la primera vez que experimentó todo ese declive.

Estaba en ese espantoso lugar, completamente gris, probablemente por una gran contaminación en el aire. Un suelo arenoso, estructuras altas y llenas de sangre de todo tipo de monstruo u persona que habitara ahí. Cuerpos, cuerpos sin vida por todas partes, su vista no podía mirar mucho mas que unos cuantos metros sin encontrar varios cadáveres, expuestos de las peores maneras imaginadas.

Sin embargo, toda esa horrible pintura no era suficiente. Siempre que se encontraba en ese infierno, era notorio que no estaba solo. Y no eran los cadáveres que lo rodeaban, eran solo personas comunes, como él. Sin ninguna alteración física a la vista ni heridas. Ellos solo estaban ahí, parados, mirándolo estáticamente, sin ningún gesto en absoluto.

Eran cuatro. Una chica, de edad algo avanzada, pero con silueta joven, alta, rubia y ojiazul, el color de su vestimenta era muy opaca gracias a la densa neblina grisácea que se esparcía por todo el terreno. A su lado estaban dos chicos más con una diferencia de altura muy marcada. El mas alto era el único con un gesto levemente notorio, era de angustia. Era castaño, silueta delgada con unos lindos ojos verdes, además, era visible su larga cabellera que brillaba con la poca iluminación que desprendía ese sitio. El otro chico era muy parecido al alto. Rubio, pelo corto y sus ojos desprendían la misma belleza con ese verde claro.

Mientras que, al lado opuesto, solo había otro chico más. Estaba solo, igual que él. Este chico era normal como los otros, pero, al verlo su dolor aumento sin ninguna explicación. Lo miraba fijamente, algo estaba mal con sus ojos, no dejaban de cambiar de un azul claro a rojo muy brillante. Eso lo alarmó demasiado. Cada vez que tenia esta pesadilla lo veía, siempre estaba quieto, solo mirándolo, nunca le causó este terror que ahora lo estaba comiendo vivo.

Como pudo, apartó su mirar de él y volteó donde el trio estaba, pero, no encontró nada. Tardó unos segundos en darse cuenta, ellos tres se habían ido, lo único que quedaba era ese fastidioso humo que lo cubría un poco más. Su miedo aumento considerablemente. La presión le daba la idea que iba a explotar en cualquier momento y no estaba bromeando.

 Esta gano fuerza al escuchar unos pasos que se aproximaban a él a sus espaldas. No era necesario voltear, sabía que ese hombre iba a su dirección, y estaba completamente seguro que sus intenciones no eran buenas. Por decima vez, intentó moverse, al menos un dedo, y como era de esperarse, no lo logró. Ni siquiera podía emitir un sonido más que un simple quejido que nadie podría oír. Miró al frente con la pequeña esperanza de verlos de nuevo, pero fue en vano, sus ojos se nublaban nuevamente sin señales de alguien más.

Con un inminente daño, cerró sus ojos. Pensó que tal vez si salía lastimado de ahí, probablemente por fin despertaría, incluso si la sensación de ser lastimado lo persiga cuando despierte, cosa que ya ha pasado en sus anteriores y lastimosas visitas.

A pesar de que sus esperanzas habían bajado a lo nulo, un ruido sordo hizo que de nueva cuenta abriera los ojos. Ese ruido, era uno muy acelerado. Descifró que eran pisadas, alguien estaba corriendo a su dirección en frente de él. Sin embargo, eran varias pisadas, las del hombre quien estaba a pocos centímetros de dañarlo, y las del desconocido quien corría a su rescate. Ambas bailaban al unisonó en su oído, luchando para saber cuál sería la ganadora.

El ardor que inundo su mente dejó muy en claro quien había sido ganador. No podía verlo, pero la calidez de una herida abierta lo abrazo por completo, el goteo de su propia sangre fue tranquilizante, así que, de nuevo, ese hombre había ganado, quitándole la vida. Parecía un bucle que había perdido la cuenta de cuantas veces eso había ocurrido.

Una Segunda Oportunidad (𝕮𝖗𝖔𝖜𝖘𝖙𝖎𝖊𝖑)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora