𝑽𝑨𝑴𝑷𝑰𝑹𝑬&𝑳𝑶𝑽 🧛「𝑱𝑨𝒀𝑾𝑶𝑵」

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Inmortalidad.

Los humanos veían la inmortalidad como el mejor regalo de todos, el más grandioso y magnífico. No morirían por alguna enfermedad, ni en un accidente o por sobredosis de drogas y alcohol.

No morirían por nada, prácticamente.

La inmortalidad es una mierda, esa es la verdad. Es una completa asquerosa y repulsiva mierda. Veías muchas vidas pasar frente a tus ojos, personas que quisiste en algún momento mueren y tú los sufrirás por la eternidad. Vez al mundo pudrirse cada día más y tú junto a él. La humanidad que nunca existió en mi se esfumó hace varios siglos, el corazón se fue junto a mi primer amor y mis manos se manchan de sangre buscando sentir nuevamente algo.

O esperando que algún idiota se atreva a enterrar un pedazo de madera en mi pecho y dejar de existir.

Pero ya no hay nada ahí. Un vampiro de sangre pura y calificado como el más fuerte, eso era lo que tenía. ¿Podría llamarlo identidad? No lo sé. Lo que sí sabía es que estaba cansado de seguir viviendo, cansado de recorrer callejones buscando algo de diversión, cansado de buscar vagamente algo que ni yo mismo sabía que era, cansado de ser quien era.

Aunque, sorpresivamente, todo eso cambió el día que te vi. No me di cuenta que cambiarías mi vida desde aquel momento, no me di cuenta que desde el primer vistazo mi muerto corazón se sacudió, que mi pecho se infló de esperanza...

Yo estaba degustando mi primer platillo del año, un sujeto que encontré por ahí tratando de violar a una muchacha, no valía la pena que continuará vivo y yo tenía muchas ganas de beber sangre. No necesitaba beber sangre constantemente al ser de pura sangre, pero tenía mucho tiempo sin probar una gota, estaba hambriento. Tan hambriento que solo ataque al sujeto y no me percaté que estabas ahí, no noté la más linda presencia que he conocido en mi miserable existencia.

Cuando te observé tus ojos no expresaban temor, ¿Cómo era posible? Los humanos normalmente suplicaban a gritos o salían aterrorizados si me veían en esta situación, pero tú no. Tu me miraste asombrado, tus ojitos brillaban como si hubieras visto el arte más magnífico de todos.

Nunca corriste asustado de mí y por primera vez en siglos estaba feliz. Pensé que no volvería a verte después de ese día, solo me habías sonreído y te fuiste a pasos tranquilos, como si me hubieras dicho silenciosamente que disfrute mi comida en paz.

Por dos largas semanas esos precisos ojos no salían de mi cabeza, ¿Cómo te llamas? ¿Quién eres? ¿Dónde te busco? En mi interior sentía llamas rugir por todo mi cuerpo pidiéndome que te busque y, por supuesto, que lo hice.

Todas las noches salía a caminar por las calles menos transitadas de Seúl, con la vaga esperanza de encontrarnos. Me maldije muchas veces por no poder salir en el día a buscarte por aquellas asquerosas calles, mi piel no se haría polvo al segundo, pero si a los cinco minutos y eso no era tiempo suficiente para encontrarte.

Cuando nos volvimos a encontrar sentía que podría correr a abrazarte. No entendía porque con tan solo verte una sola vez tenía la necesidad de abrazarte y besarte tanto que el pecho me dolía. Tampoco traté de buscarle una respuesta, me bastaba con saber que quería estar a tu lado sin saber quién eras.

Me volviste a sonreír, tienes una hermosa sonrisa, ¿Te lo dije? Me recuerdas a los gatitos, te pareces a ellos. Tal vez, por eso siempre quería abrazarte. Cuando te acercaste me puse muy nervioso, ¿Qué te iba a decir? Me habías encontrado prácticamente matando a un hombre.

Pero lo primero que dijiste al estar frente a mi fue: "¿Eres de otro mundo? Algo así como... ¿un monstruo super sexi que necesita alimentarse de los humanos?"