3.

21 4 0
                                    

-No, ¡porfavor! ¡Dejenme marchar! Soy inocente, se lo juro. ¡Porfavor, porfavor!

-Scarlet, ¡despierta! ¡despierta!-gritaba mi hermano.- ¡Despierta! 

De repente me cayó agua en la cara y abrí muy asustada los ojos, estaba empapada, pero de sudor. Otra pesadilla, como no.

-Scarlet.. ¿estás bien?- me preguntó con calma mi hermano.- Estabas gritando.

-Oh, si, si, gracias..- murmuré.- Puedes irte, estoy mejor.

-No, esta noche me quedaré aquí, contigo.- me dijo.- No quiero que sigas así.

Asentí, el siempre tan bueno como siempre. Se quedó en mi habitación tumbado en el suelo con una fina manta que había en mi mecedora, me levanté y me sequé un poco la cara y me intenté dormir.

-¿Como puede ser tan bueno?-pensé.-Ya han vuelto mis pesadillas.. 

Pasé todo lo que quedaba de noche en vela, pensando y tarareando antiguas canciones que hablaban de la soledad. Pero no entiendo por qué, la canción que siempre venía a mi cabeza era New York Mining Diaster, que hablaba de un accidente minero de 1941. Al final, me dormí, y cuando desperté, mi hermano estaba sentado en el borde de mi cama con mi mano entre sus manos. Duermo mejor con el cerca, y con el gato, que estaba sentado también con mi hermano. Me levanté de la cama y me puse unos vaqueros y un jersey verde oscuro, al bajar a la cocina había una nota en la que ponía: Me he ido de compras, estaré para comer, os quiero. Mamá. Que perfecta era su vida, no tenía problemas y no se daba cuenta de los míos. De repente me miré el brazo y vi que tenía vendas nuevas y limpias en le brazo. Me quedé atónita. Mi hermano estaba comiendo un tazón de cereales a la vez que me miraba.

-¿Has sido tu el que me ha cambiado las..?-pregunté.

-Si.- me interrumpió.- ¿Te duele?

-Casi nada. Gracias Tobias.

-No te preocupes, ¿que quieres hacer hoy?- me preguntó. Es normal que no quiera hablar del tema, le importo demasiado.- ¿Dar una vuelta?

-Emm.. deja que desayune y lo pensaré.- respondí poniendo un vaso en la mesa. Mi hermano dejó su taza en la pila y se fue a su habitación cantando Girlfriend In A Coma de The Smiths.

En realidad no iba a desayunar nada, no quería comer, me obligué a tomarme un vaso de agua  y unas uvas pasas, no tenía hambre. Subí a mi habitación, cogí el iPod, me quité la ropa y me puse unas mallas negras de deporte, una camiseta blanca y mis deportivas y salí a correr. Quería correr y olvidarme de todo, estaba gorda y mis pesadillas habían vuelto. Llevaba un mes sin pesadillas, pero habían vuelto. Y lo que me quedaba. Me senté en la hierba a escuchar música, volví a casa y mi madre había vuelto. No quería verla, estaba harta de su perfección.

-Hola Scarlet, ¿que tal has dormido?-preguntó con esa sonrisa tan blanca y perfecta.- Te he comprado ropa.

 Mi hermano negaba con la cabeza como diciéndome: No le digas lo de tus pesadillas.

-He dormido muy bien mamá, gracias por la ropa.

Subí a mi habitación y me tiré en la cama, estaba cansada de todo. Mañana volvería al instituto, no tenía ganas. Para volver a ser una marginada me quedaba en casa. Encima estaba gorda, tenía michelines por todas partes. Me miraba en el espejo, mis muslos se rozaban, mis rodillas se juntaban al juntar los pies. Quería una separación en los muslos, necesitaba ese tight gap. Puse música y cogí las revistas de moda de mi madre. Todas las modelos contaban con una separación en las piernas, y yo iba a tener una, no sabía que iba a tener que hacer para conseguirlo. Pero iba a tener esa separación, me ayudaría a tener amigas otra vez, quizás no se querían juntar con gordas.

Diario de una kamikaze.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora