19. Mi padre, ¿y ahora qué?

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Malfoy no volvió a las aulas hasta última hora de la mañana del jueves, cuando los de Slytherin y los de Gryffindor estábamos en mitad de la clase de Pociones, que duraba dos horas. No me creía, ni por asomo, que fuese casualidad que Malfoy decidiese volver precisamente en este momento, en esta clase. Entró con aire arrogante en la mazmorra, con el brazo derecho en cabestrillo y cubierto de vendajes, comportándose como si fuera el heroico superviviente de una horrible batalla. Cuando solo era que, como siempre, había sido un idiota y no había hecho caso al profesor. Ya me gustaría verlo en una batalla de verdad, a ver cuanto duraba contra dos toros de Colquide o contra Luke, y solo estaba pensando en mi último verano.

—¿Qué tal, Draco? —dijo Parkinson, sonriendo como una tonta—. ¿Te duele mucho?

—Sí —dijo Malfoy, con gesto de hombre valiente. Pero vimos que guiñaba un ojo a Crabbe y Goyle en el instante en que Pansy apartaba la vista.

—Siéntate —le dijo el profesor Snape amablemente. Claro, es Malfoy y es todo amabilidad. Llegamos a ser Harry o yo y nos castiga todo el curso.

Aquel día elaborábamos una nueva pócima: una solución para encoger. Malfoy colocó su caldero al lado de Harry y Ron, para preparar los ingredientes en la misma mesa. Que mala espina me daba eso.

—Profesor —dijo Malfoy—, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.

—Weasley, córtaselas tú —ordenó Snape sin levantar la vista.

Ron se puso rojo como un tomate. Yo seguí a lo mío en la mesa que compartía con Hermione. Mi poción no iba mal, aunque no exactamente tal y como indicaba el libro. Pociones no era precisamente mi mejor asignatura, no importaba cuanto intentara seguir las instrucciones al pie de la letra, era muy difícil que la poción adquiriera el mismo tono del color que indicaba el libro.

—Profesor —escuché a Malfoy al cabo de un rato—. Weasley está estropeando mis raíces, señor.

Levanté levemente la mirada. Snape fue hacia la mesa, aproximó la nariz ganchuda a las raíces y dirigió a Ron una sonrisa desagradable.

—Dele a Malfoy sus raíces y quédese usted con las de él, Weasley.

—Pero señor...

—Ahora mismo —ordenó Snape, con su voz más peligrosa.

Ron cedió a Malfoy sus propias raíces y volvió a empuñar el cuchillo.

—Profesor; necesitaré que me pelen este higo seco —dijo Malfoy.

—Potter, pela el higo seco de Malfoy —dijo Snape.

No preste mas atención a la mesa de Harry, Ron y Malfoy; a Harry y Ron se les iba a hacer una clase muy larga. Me concentré de nuevo en mi propia poción, la cual tenia que ser de un verde amarillo brillante, y era de un verde oscuro, y me estaba costando averiguar que era lo que había hecho mal.

—¡Naranja, Longbottom! —exclamó Snape, sobresaltándome, que estaba en la mesa detrás de la nuestra donde estaba Neville—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?

Neville estaba colorado y temblaba. Parecía que se iba a echar a llorar. Pobre Neville. Si Snape actuara como un profesor de verdad y le ayudara en lugar de regañarlo, seguro que no tendría tantos problemas.

—Por favor; profesor —dijo Hermione—, puedo ayudar a Neville a arreglarlo...

—No recuerdo haberle pedido que presuma, señorita Granger —dijo Snape fríamente, y Hermione se puso tan colorada como Neville. Me contuve de intervenir, porque, siendo yo, seguro que solo empeoraba las cosas por el odio sin sentido que Snape me tenía—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.

HOPE: MISTERIOS DE DOS MUNDOS. (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora