↬ 𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓣𝓻𝓮𝓼 ↫

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𝑺𝒖𝒔𝒑𝒊𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏

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—¿Ya te sentís mejor? — es lo que Mauro me pregunta después de haber pasado un largo rato en silencio, en el cual trate de no romperme de nuevo y que el llanto terminará por nublar mis pensamientos otra vez. —¿Qué fue lo que te paso? — me consulta, y solo puedo sentir como un enorme nudo se empieza a formar rápidamente en mi garganta.

—Y-yo... — balbuceó en medio de un fuerte sollozo involuntario, lo que me hace aferrarme al sillón para buscar algo de seguridad o más bien a Tiago, quien terminó por sentarse a mi lado cuando todo pareció tranquilizarse.

—Está bien, no hay necesidad de que lo digas ahora mismo. — Tiago me dice dándome ligeras palmadas en la espalda, algo que me hace sentir un poco pequeño e indefenso, aunque la sensación que eso me produce sea bastante agradable.

—Mateo. — esta vez es Emi quien me llama, y me es inevitable no prestarle atención de inmediato. —¿Querés que te prepare algo? — inquiere, sacándome una débil sonrisa por lo dulce que es, aunque por dentro esté muerto de miedo.

—N-no, e-estoy bi-ien. — respondo con la voz aún temblorosa y débil.

Aunque a decir verdad, si hay algo que deseo con toda mi alma y eso es morirme.

Morir me suena la forma más sencilla y fácil para que nunca más vuelva a sentir dolor en toda mi vida. Pero obviamente no puedo decirle eso a él, porque seguramente se pondrá a llorar y a suplicarme para que no piense en ese tipo de cosas, argumentando que me necesita consigo y que sin mí posiblemente no podría salir adelante.

Pero ya no puedo.

Ya no puedo seguir aferrándome a un mundo de mierda, que solo me hace sentir mucho más miserable cada vez que respiro.

Ya no puedo, ni quiero seguir viviendo y toparme con la idea de que soy un completo desastre. Un jodido desastre viviente, que sólo sirve para que los demás utilicen como un puñetero juguete, al cual pueden dejar tirado cuando se les venga en gana.

Un juguete que antes parecía ser una persona, pero que por causas del destino se volvió vacío y sin ninguna motivación que fuera capaz de sacarlo de ese estado miserable. Dejando que todo aquel que quisiera jugar con él por un rato fuera capaz de manejarlo a su antojo, como si solo fuera un títere que se movía gracias a que alguien jalaba de sus hilos.

Quedando inservible cuando el titiritero había obtenido a un títere nuevo que era mucho mejor que el anterior, terminando por dejar al otro en alguna fría y solitaria esquina. Dónde el tiempo junto con el polvo se iban a encargar de borrar con la existencia y memorias de aquel pobre juguete.

—Mateo, para por favor. — Emi me llama de nuevo, intentando retener las lágrimas que evidentemente caen por sus mejillas y que le son imposibles de ocultar. —Ya no sigas más. — me ruega, y sinceramente no puedo entender a qué van dirigidas sus palabras.

No hasta que siento algo caer por mi barbilla hasta mis manos, las cuáles están hechas puño como si en cualquier momento fuera a darle una piña a alguien.

—P-perdón. — susurró, no resistiendo el hecho de que me estoy viendo como un cobarde en frente de mi hermano menor y de un tipo que apenas conozco, pero al cual me estoy aferrando como si fuera el único salvavidas que tengo en medio del mar. —E-es que n-no pue-do m-más. — me quejo sin dejar de llorar. —Y-ya no le encue-ntro se-ntido, ni gu-sto a nad-a de lo q-ue veo o to-có. — les comentó, bajando la cabeza rápidamente para que no me vean llorar más, sintiendo unas intensas ganas de tirarme desde la punta del edificio más grande que pueda existir, para que así la caída sea suficiente para poner fin a mi estúpida vida. —S-solo quie-ro dorm-ir, eso es-s lo úni-co que qui-ero p-por el momen-to. — anunció en un murmullo, causando que Mauro suspiré de manera cansada y preocupada.

—Está bien. — él acepta, mientras se me acerca para posiblemente cargarme, porque aún soy incapaz de mantenerme de pie. —Te voy a llevar a tu pieza. — comenta, haciéndome recordar lo que desencadenó mi ataque de ansiedad y de lo que había encontrado para que todo definitivamente se fuera al carajo.

—N-no. — digo de imprevisto llorando mucho más que antes, debido a que la traición de Camilo atraviesa mi pecho como un cuchillo caliente. —¡Ya no quiero! ¡Ya no quiero nada! — gritó levantándome de golpe, al sentir que todo a mi alrededor me está empezando a asfixiar.

—Eu, cálmate que nosotros no pensamos hacerte ningún daño. — Tiago me dice de manera pautada y tranquila. —Nosotros no queremos lastimarte Mateo, nosotros queremos que estés bien y feliz. — argumenta y puedo sentir cómo sus palabras son igual que un latigazo a mi espalda y corazón.

—¡Es que ustedes no entienden! ¡No entienden nada de lo que me pasa! — les gritó alzando los brazos y con el cuerpo temblando más que antes. —Solo déjenme que me mate, déjenme acabar con todo el dolor que siento y así los voy a dejar en paz. — suelto, ya no pensando en nada más que acabar con mi propia vida de manera rápida.

A lo que mi mente me hace pensar de inmediato, que en la cocina podría encontrar algún cuchillo con el cual fácilmente me daría un golpe en seco. Mauro parece darse cuenta de mis intenciones por lo que corre hacia donde estoy para poder abrazarme y evitar que más pensamientos intrusivos que quieran acabar conmigo aparezcan.

Pero sus brazos me queman, sus brazos me lastiman y solo quiero alejarlo de mi lo mas antes posible, antes de que todo empeore.

Solo quiero alejar a todos aquellos que intentan ayudarme.

Porque quiero protegerlos de mi y de lo impredecible que he llegado a hacer.

Aunque sé que estoy lastimando a Mauro y a mí hermano con lo que estoy haciendo.

Se que los estoy haciendo sufrir con mi comportamiento autolesivo y destructivo.

Pero no puedo más, ya no puedo seguir intentando luchar y seguir con algo que definitivamente no tiene más arreglo.

Aunque ellos parecen estar dispuestos a no dejarme ir con tanta facilidad, a pesar de todo lo que yo intenté hacer.

—No vamos a dejar que lo hagas. — Mauro me dice al oído, su voz se escucha temblorosa ante lo que intente hacer. —No voy a permitir que te vayas tan pronto. — afirma sin soltarme y sin que me diera cuenta Emi junto con Tiago se terminaron uniendo al abrazo que él empezó.

—N-no qu-uiero que t-t v-vayas o t-te ha-gas m-más da-ño M-matu. — Emi sollozo, lo que me hace sentir peor, pero no puedo hacer nada para que su llanto o el mío se detengan.

—Se que no me conoces y que yo tampoco te conozco, pero no sabes cómo me parte el alma verte de esta forma. — en esta ocasión es el turno de Tiago de decirme algo, lo que me hace sentir mucho peor, porque llegue a producirle lastima a alguien que ni siquiera me conoce. —Así que déjame conocerte, déjame que te conozca para poder ayudarte. — dice, siendo la gota que mi vaso necesitaba para rebalsar.

¿Tan mal estoy y ellos aún así me quieren salvar?

¿Tan mal debo de estar para que alguien de quien apenas se su nombre me quiera ayudar?

¿Tan mal estoy para que solo el suicidio sea mi única solución?

¿Tan mal estoy que soy incapaz de ayudarme a mí mismo y ser lo que una vez quise cuando era niño?

No lo sé, sinceramente no lo sé, pero ellos tres están empeñados en demostrarme que aún hay una luz en mi túnel que supuestamente tengo que llamar vida.

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𝑺𝒖𝒔𝒑𝒊𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏  : Tiago x Trueno : PAUSADA TEMPORALMENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora