Yutai, con ayuda de los animales, crió a sus cuatro hijos. Ella los estuvo observando a la misma vez que observaba a los humanos. Había crecido una gran enemistad entre ellos, creando así cuatro familias diferentes.
Cómo no podían convivir juntos, cada familia se fue a un lugar distinto del mundo que había creado Yutai. La Diosa comenzó a trabajar sin descanso, cumpliendo los deseos de cada humano, ayudando a la naturaleza a que vuelva a reproducir fruto y a hacer que los ríos vuelvan a ser caudalosos.
La Mujer, le ayudaba en la medida de sus habilidades, intentando ser la intermediaria para poder dar la paz entre los animales y los humanos. Así lo hicieron y la paz llegó al mundo de una manera lenta pero nunca pausada.
Pasaron los años y Yutai seguía trabajando como nunca lo había hecho. Pero era una Diosa de naturaleza bastante vaga. Trabajar para ella, era algo que si lo pudiera evitar mejor. Así que miró a sus hijos, que aún eran unos niños, e hizo con magia que crecieran haciéndose adultos en menos de cinco días.
Para celebrarlo, convocó a todas las familias: humanos, animales y naturaleza, en el valle de la montaña Sagrada, esa que se refugió cuando los humanos la menospreciaron. Como era la Diosa y había traído la paz al mundo, complacieron a Yutai y obedecieron.
Cuando estuvieron todos reunidos, Yutai presentó a sus hijos y los quiso poner como gobernantes de cada familia. Al principio a los humanos no le gustó la idea que unos semidioses viviesen con ellos, dado que su diosa Yutai, permanecía aislada y lejos. Pero eso también era un impedimento dado que ellos necesitaban a un Dios cercano y que conociese cómo vivían para atender a sus necesidades.
Yutai expresó estas ventajas al ver que no aceptaban a sus hijos. La Mujer, para defender a su amiga, se puso en medio del prado y los convenció por medio de sus palabras, halagos y la dulzura que tanto la caracterizaba. Por fin los humanos aceptaron con la condición de que la Mujer hablase por ellos. Todos, incluida Yutai, estuvieron de acuerdo.
Los animales y la naturaleza dieron una ofrenda de minerales preciosos a Yutai, por agradecimiento a que diese a un hijo para su seguridad. La Diosa lo aceptó de buen grado y comenzó a nombrar a sus hijos.
Primero fue Kaliska. Era una joven hermosa de pelo largo de un color verdoso. Los ojos los tenía marrones y su piel de un color café. Ella se posicionó al lado de la Mujer y le sonrió. Rápidamente éstas dos mujeres sintieron una gran complicidad. Por este motivo, la Mujer puso a su propia familia llamada Kian* bajo el mandato de Kaliska. La Semidiosa le agradó el pueblo e hizo una reverencia a su madre señal de que aceptaba ese cargo.
En segundo lugar, fue presentado al pueblo Ranavalona. Era una joven delgada y esbelta. Sus ojos eran de color verde como las algas, su pelo liso era de un tono mágico azul. Su piel era blanquecina, depende de cómo la mirases parecía que no tuviese color.
La Mujer se acercó a la semidiosa y la observó detenidamente. Una niña pequeña de una familia, se le acercó y le levantó los brazos para que Ranavalona la cargase. Esta lo hizo y la niña le sonrió. La Mujer al ver la complicidad que tenía con esa niña, puso a la Semidiosa a cargo del pueblo de Neb*. A la semidiosa le agradó y rápidamente fue al lugar de esa familia con la niña en brazos.
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Mitología de Naélium, El origen de todo
FantasyEn un lugar donde la NADA, el ente que adora la oscuridad, gobierna todo el universo... en un rincón de esa soledad, existe una diosa que le encanta dormir y odia trabajar. Su poder es la luz que contrarresta a la NADA. A Yutai no le importa que la...