𝙏𝙤𝙣𝙞𝙜𝙝𝙩 𝙢𝙮 𝙙𝙚𝙖𝙧 𝙩𝙝𝙚 𝙚𝙣𝙙 𝙤𝙛 𝙩𝙞𝙢𝙚

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El color del sol oxidado pereciendo en la curva del cerro, similar al color de las lámparas de la calle.

No parecía que en la tarde ese mismo cielo hubiera perdido una parte de él.

Minghao y Mingyu, sentados lado a lado, la ligera brisa del verano temprano agitando sus cabellos.

El último día en la tierra, el más tranquilo de todos. Minghao era de las personas que solía apreciar la calma más que nada. Odiaba el sonido innecesario que se atrevía a azorar la noche. Las voces que no podían respetar ese momento del día. Por eso, si aquel fuera el último día, no le importaría que fuera así. No había nadie más a su alrededor, nadie más que Mingyu.

Y un cielo libre de nubes.

La pendiente inclinada del cerro, su silueta oscura. Habían caminado hasta ese parque porque el mayor dirigió los pasos de ambos hasta allí.

Se balanceaban sobre los columpios, de adelante hacia atrás en un suave vaivén que parecía seguir el mismo ritmo.

—De niño me gustaba columpiarme tan fuerte que no podía escuchar nada más que el viento en mis oídos. Y si veía a la luna menguante, sentía que la podía alcanzar un poco más con cada balanceo, hasta atreverme a saltar y caer siempre sobre mis dos pies. —Minghao recordó.

—¿Y nunca te caíste? —Mingyu estiró sus largas piernas sobre la tierra.

—Nunca. Y aún si me hubiera caído, hubiera saltado un montón de veces más.

Hubo un pequeño silencio, pero entre ellos no era nunca incómodo, sólo considerado.

—Porque siempre has sido así, Hao. A ti nada te impide seguir haciendo lo que te gusta. Incluso si te caes de rodillas y te quedan cicatrices para toda la vida. —Mingyu hizo un círculo en la tierra con su tenis, casi incapaz de alzar su vista, como si su cabeza le pesara una tonelada.

—Tal vez tengas razón. Porque siempre está la posibilidad de que nunca te caigas. Y si eso pasa, sólo es cuestión de levantarse y sacudirse las rodillas.

Mingyu soltó un suspiro largo, tanto así que permitió a Minghao capturar el final de este.

—Siempre he tenido miedo de caerme, Hao. Quisiera ser como tú.

El menor tuvo el impulso de acariciar sus cabellos oscuros. Y así lo hizo. Estiró sus largos dedos y movió el flequillo desordenado hacia un lado.

—Mingyu —El mencionado lo miró con un gesto lleno de pesar—. Es el fin del mundo, creo que este es tu momento de balancearte con fuerza sin miedo a caer —Después señaló hacia el cielo con su índice y sonrió—. Tal vez alcances a la luna.

Eso provocó una pequeña sonrisa en Mingyu, que lo miró de nuevo directamente.

—No es la luna a la que quiero alcanzar, Hao.

Los orbes oscuros quisieron hundirse en los ojos castaños de Minghao, que bajó su cejas y miró a su amigo tratando de leer su pensamiento.

—Pero es el fin del mundo, tú lo has dicho. Y tengo que aprovechar este día hasta que llegue el final.

Se levantó del columpio y Minghao lo siguió con la mirada.

—Soy muy torpe, Hao, incluso de niño solía caer con frecuencia porque mis piernas largas nunca fueron las más gráciles —Extendió la mano hacia el menor—. Pero tú nunca me dejarías caer si te sostengo, ¿verdad?

Minghao sintió su pecho muy inquieto de pronto. Era un sentimiento que conocía muy bien. Asintió con la cabeza y aceptó la mano de Mingyu.

—Claro que no, torpe Gyu, ni en un millón de años.

—Pero sólo tenemos este día, no un millón de años... —La voz del moreno sonó más baja y comenzó a caminar.

—Pues que este día se extienda eones entonces.

—¿No sería muy aburrido pasar una eternidad conmigo? —Mingyu se giró para verlo con una sonrisa que mostraba sus colmillos.

—No dije una eternidad, dije eones. —Minghao fingió que esa sonrisa no le causó una perturbación interna.

—Esa no fue la pregunta, de todas maneras.

Llegaron frente a un árbol en particular.

Mingyu observó como Mingyu se abalanzó sobre el tronco y colocó su pierna sin problema en un hueco, pues ese árbol tenía la forma perfecta para ser trepado.

—Mingyu, estoy pasando mi último día contigo, creo que esa pregunta se responde sola. —Estiró su mano y el moreno estuvo más que complacido en tomarla y ayudar al esbelto joven a subir con él.

No fue difícil para ellos, pues las ramas más pequeñas no se interponían, ya que pudieron recargarse cada uno en los brazos que se extendían del árbol. Sus piernas parecían entrelazadas porque eran largas y no había mucho espacio para ellas, pero se veían frente a frente, sus espaldas recargadas en extremos expuestos. Sus miradas apenas siendo separadas por la distancia de un brazo.

—Entonces, Xu Minghao, ¿estás satisfecho con pasar tu último día en la tierra sobre el tronco de un árbol? —Mingyu no podía mirar hacia otro lado que no fuera la persona frente a él.

Minghao sonrió con suavidad y miró a sus manos recargadas sobre su regazo.

—Estoy contigo, Gyu.

Sólo esas dos palabras. Sólo esas dos palabras bastaron. Y la noche cayó sobre ellos.

—Si este fuera mi último día, Minghao —Inhaló y retuvo el aire en su garganta cuando el joven lo miró de nuevo—, entonces no querría hacer otra cosa que no fuera sostenerte hasta que el cielo se pusiera de cabeza o la tierra fuera de errante directo al sol.

Minghao parpadeó sólo una vez entre esas palabras, no quería perderse ninguna de ellas.

—Minghao, lo único que quiero hacer es sostenerte cerca de mi pecho —Y Mingyu ya no tenía control sobre ellas. Se tocó el corazón—. Te robaría el último aliento con un beso...

Sus miradas eran lo único que los conectaba... Pero no fue suficiente. Minghao no tenía palabras. Pero tenía manos, tenía labios. Tenía corazón.

Y ese corazón ya tenía escrito el nombre de Mingyu porque así siempre había sido. En esa vida, en las pasadas, en las venideras. Sus almas ya estaban atadas, con orgullo y placer.

Cerró ese espacio, casi cayendo sobre Mingyu, que lo sostuvo contra sí de inmediato. Las manos de Minghao se sujetaron de su cuello, ambos pechos se unieron y sus corazones latieron al unísono al estar frente a frente, como un espejo. Las manos de Mingyu sosteniendo la cintura estrecha del menor para no dejarlo caer.

Y sus labios se complementaron, como si fueran piezas de un rompecabezas de dos piezas que solo encajan entre ellas.

Si ese fuera el último día del mundo... Si el mundo se fuera acabar después de ese beso... No habría otro lugar donde Mingyu y Minghao hubieran estado mejor, que entre los brazos del otro.


°°°

Otro fic que no tiene sentido. Muy basado en paisajes de mi memoria por cierto. Las bancas de plaza central de mi facultad, el árbol del comunitario en el que iba a nadar, los pasillos del polivalente del tercer piso en donde se ve toda la ciudad y las copas del árbol, la visión del cerro frente a mi casa. Una pregunta que una vez me hicieron y no pude responder. 

El nombre de la historia es el de la canción de Lacuna Coil, "End of Time", más gothic metal que me inspira, jajaja, escúchenla, está buena y amo esa banda. Son de Italia, y me voy dando cuenta de que la canción de Dalton, la que escucharon GyuHao, es de rock progresivo y la banda también es de Italia, lol. 

No tiene sentido, pero el GyuHao me quema las manos para escribir aunque la idea sea muy vaga y aleatoria.

Muchas gracias por leer.



End Of Time (GyuHao)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora