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La había estado observando mientras dormía plácidamente sobre la cama que había preparado para ella. Estaba boca abajo, solamente cubierta ligeramente por una sábana blanca sobre la parte superior de la curva de su trasero, con un brazo extendido bajo la almohada en la que descansaba su cabeza y el otro curvado de tal forma que sus dedos cubrían levemente su boca.

Con un dedo delineó levemente su espina dorsal desde arriba hacia abajo, hasta llegar a aquella que separaba sus nalgas y volvió a subir, incluso en su inconciencia ella temblaba ante su toque.

Los moretones que había pactado con su boca noches antes, incluso la noche anterior, seguían con un vivido color purpura que decían no desaparecerían pronto. Observó la piel cremosa de aquel pecho que ante su perspectiva se aplastaba levemente, provocando que formara una curvatura que lo volvía loco.

Lentamente y con cuidado para no despertarla, se acercó y posicionó sobre ella, sin tocarla hasta que sus labios se encontraron con la nívea piel de su nuca, dando pequeños y lentos besos en cada espacio de esa área. Estaba deseoso por restregar su erección en ella y así lo hizo, incluso a través de su bóxer se sentía bien estar entre sus dos montículos de sus nalgas. Se levantó quedando afincado sobre sus rodillas que estaban a cada lado de ella y desde su perspectiva se veía tan bien, tan sexy y ya no podía esperar más.

Primero se quitó la única prenda que llevaba él y luego retiró la sabana que la cubría a ella. Tomó en cada mano una nalga y las abrió dejando ver ese lugar de ella que le encantaba tanto y el lugar de ella que aún no había explorado. Con ambos pulgares tomó sus labios menores y los abrió, complacido de sentirla mojada, lista para él como lo había estado esos tres meses en los que la tenía cautiva.

Tomó una respiración profunda, tratando de no perder su autocontrol y penetrarla en ese mismo momento. Cuando exhaló se inclinó levemente hacia la mesita que se encontraba al lado de la cama y tomó un preservativo, lo abrió tratando de no romperlo por la emoción que le daba cada vez que iba a sumergirse entre sus piernas y se lo puso, retomando su posición anterior y colocando su erección en su entrada, penetrándola lentamente y notando como las manos de ella se cerraban en puños y sus ojos cerrados se arrugaban aún en su sueño.

Empezó con un vaivén suave hasta que la vio abrir los ojos y la notó algo desorientada, la palmeó fuertemente –un poco más de lo que quería –para llamar su atención, la cual ganó inmediatamente cuando ella lo miró levantando levemente la cabeza, mirándolo y luego mirando hacia abajo, donde se unían sus cuerpos, algo que lo motivó a aumentar la velocidad y que provocó que ella inmediatamente volviera a bajar la cabeza, ahora con su frente y brazos sobre la almohada mientras movía sus piernas hasta que estaba sobre sus rodillas, dándole a él más acceso a su interior y una posición más cómoda.

Continúo penetrándola y con una de sus manos fue desde su espalda baja hasta su cuello y luego a su cabello, agarrando y jalándola hasta que se vio obligada a también afincarse sobre sus manos y erguir su cabeza hacia atrás y maldición que se veía erótica.

Jaló un poco más hasta que ella solo se encontraba en sus rodillas, con su espalda pegada a su pecho y su boca a la de él, él tocando con una mano uno de sus pechos y con la otra estimulando su clítoris.

Podía escuchar sus gemidos siendo difícilmente amortiguados en su boca, y observó –porque no había cerrado los ojos ni un segundo, queriendo disfrutar sus reacciones a cada momento –como los ojos de ella estaban entreabiertos y un poco llorosos, aún con los rastros de su anterior sueño presente en ellos. Labios con labios sonrió y en su cabeza se ligaban los pensamientos lujuriosos con los pensamientos de lo afortunado que era al tenerla así para y por él, también siendo invadidos por recuerdos de como la había conocido, o mejor dicho, cuando la había notado por primera vez.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora