Casi como un buen final.

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[Debido al extenso intervalo de tiempo entre la última parte publicada y esta, probablemente se lea muy distinto, espero que eso no resulte un problema]


*



En su vida, Yao ha tenido muchísimas cosas de las cuales arrepentirse, y en su línea de trabajo no es para menos, cualquiera que no se sintiera de ese modo, como mínimo debiera ser un psicópata, Yao no lo es ciertamente, pero en un momento como este, si pudiera arrancarse el corazón del pecho y cada trozo de consciencia y culpa, cada pequeño sentimiento que ahora tan enorme se adueña de cada uno de sus sentidos, dios mío, lo haría, no lo pensaría un segundo y lo haría, porque es esa la única posibilidad que ve de armarse de valor para, con la frente en alto, encarar sus errores y volver a su vida cotidiana.

No le importa ni sabe en qué momento ha despertado, su cuerpo magullado y adolorido da señales de alerta por todos lados, la garganta seca, el sabor extraño en su boca y los ojos punzantes también, le hacen sentir allí recostado muy cerca del suelo y con una desagradable sensación entre sus piernas, que el mundo se le viene abajo, y que queda muy poco de sí mismo como para intentar levantarse.

Pero el ambiente es extraño, es un extranjero en una casa ajena que de los retazos de una noche llena de malas decisiones, poco o nada es capaz de recordar.

Como el insistente olor a lavanda.

Pasa una mano por su cara, la aprieta mientras con la otra apoyada se reincorpora, una paliza puede ser también emocional, pero Yao siente que recibió cualquier forma de una, y ahora sentado sintiendo como el cabello enmarañado se esmera en estorbar en su cara (lo aparta, de igual modo), exhala el suspiro más pesado que sintió se le escapase en toda su vida, maldición, ¡le duele el trasero!

Ya había volteado a todas partes, el diminuto apartamento es claro y brillante por la mañana, lastima un poco sus ojos, él aguardó un buen par de minutos a cualquier mínimo sonido de advertencia de su... ¿anfitrión? ¿es eso? ¿¡qué diablos!?, pero nada, Iván no estaba, y es un alivio saltarse toda la vergonzosa situación de "despertar en el pecho de tu amante", Buda se había apiadado de él, tal vez, aunque no lo merece después de todo lo que hizo, ¡lo que le hizo!

¿Qué hizo? ¡Se aprovechó de... del novato a su cargo! Del... chico que sabe que le gusta, y Yao a conciencia se aprovechó de eso solo porque le atraía, pero no es de quienes tienen relaciones meramente físicas, porque no, es chapado a la antigua y le gustan las cosas claras, bien dichas y bien hechas, y esto no es nada de eso, la cara le hierve de rabia contra sí mismo y vergüenza de recordar, recordar... algo que incluso bajo el severo sentimiento de ahogo que se apodera de él en el primer momento reflexivo del día, ahora, no puede odiar.

—Aiyaa...—se escapa de su boca, y hay un miedo irracional en haber roto el religioso silencio de la mañana.

Él, ahora sentado con las sábanas cubriendo su regazo apenas (el desagradable tacto de las sábanas por sobre su piel desnuda) y sin su uniforme a la vista, sin nada a la vista más que el pulcro suelo de madera, se pregunta qué debería hacer ahora.

No le da tiempo de pensar más, para bien o para mal, escucha como la puerta se abre y él, que aún recibe la paliza de una jodida resaca, reacciona lo más rápido que le fue humanamente posible, un salto hacia atrás, se cubre tanto como puede con las sábanas, y está seguro de que ahora su gesto grita cualquier cosa menos... dignidad, dignidad, ¿qué es eso? ¿se come?

Iván aparece y el silencio es aún más pesado, aparece y se adueña de la pequeña habitación que en la bruma de sus pensamientos asfixió a Yao tanto rato, sus ojos dan y maldición, se nota muy lejos de todo o cualquier cosa que pasara por su cabeza ahora, Iván abre un poco los ojos, sorprendido, pero está sonriendo dulcemente, parece que hay un instante (con ropas claras, informales), en que sus labios se despegan para decir algo, pero Yao es más rápido, le interrumpe como si su vida se viera puesta en juego.

Lemon Police. [Rochu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora