Para Iván, despertar junto a alguien, era una experiencia tanto rara como maravillosa. Rara en un sentido poco frecuente, pues, desde que ya había crecido y superado, muy a su pesar, aquellos días de tierna niñez donde cualquier excusa resultaba eficaz para dormir en el regazo de su madre, poca o casi ninguna ocasión se había prestado para compartir la cama con alguien más.
Una vez en la adolescencia, experimentando aquellas sensaciones nuevas que hallaba en el cuerpo de otra persona, en una que otra ocasión había sabido lo que era dormir en brazos de quien amaba. O creía amar, pues para aquella calidez que desprendía no había otro nombre en sus pensamientos.
Pero allí estaba... de nuevo, creyendo apenas conocer cuan añorado sentimiento.
Es temprano, tanto así que ni el sol se había molestado en despertar, y es usual en él levantarse a esas horas, porque su metabolismo parece incapaz de propiciarle ese par de horas más de sueño correspondientes a la mañana. Despierta temprano, siempre, incluso después de haber bebido el día anterior lo habría hecho, justo como ahora.
Y aunque es temprano, el cielo se pintaba ya en cierto matiz azul oscuro, ya ahuyentando las penumbras de la noche. Un jadeo, una respiración, un roce, ponen sus sentidos alerta, disparan su corazón, su mirada corre hacia la persona en sus brazos, apenas puede verlo, apenas puede distinguir su rostro, su hermoso rostro... pero ese apenas muy bien basta para hacer florecer cual horda de sentimientos cálidos en su frío pecho. Sonríe, una suave y tierna sonrisa, que muy rara vez llegó su rostro a dibujar.
Entonces, con suavidad, acaricia sus hombros, procurando calentarlos. Y el roce da resultado, cuando entre sueños Yao se acerca aún más, acurrucándose en su pecho.
Iván tan solo sostiene su agarre, y cierra los ojos un instante, disfrutando de todo aquello que representaba tener a la persona que ama entre sus brazos, si tan solo hubiera podido estar así un poco más... De todos modos, no le hubiese bastado lo que restaba de mañana, de día incluso. Porque, no era así... no eran esas las circunstancias... que... habría deseado...
Porque un desliz producto del alcohol a ciencia cierta, no era esa experiencia significativa, esa declaración de amor que él había deseado. Se pregunta que habrá pasado por la mente de Yao, él estaba sobrio, lúcido, pero la mente su pequeño girasol (apodo dado en sus pensamientos) parecía tan nublada, tan confusa, que le hace creer haberse aprovechado de las circunstancias. Es lo que piensa.
Vuelve a bajar la mirada, han pasado un par de minutos y la claridad le hace mucho más sencillo a sus ojos la tarea de encontrar su rostro. Ve sus adorables facciones (¡es que todo de él lo era, adorable, adorable, adorable!) adormecidas y serenas, y se pregunta muchas cosas.
Yao, el que ahora estaba en sus brazos, con el cabello suelto, su bonito cabello castaño, con la piel desnuda, vulnerable, en su cama, el mismo que había sido "el oficial Wang" para él, el mismo que no perdió oportunidad de huir de él, de buscar una excusa que aumentara la distancia entre ellos, de mostrarse hostil con frecuencia... era... ¿era el mismo?
—Mi pequeño girasol...—dice bajito, apartando un par de mechones de su rostro, dejando en el una cautelosa caricia, temerosa de interrumpir su sueño—, si tan solo pudiera adivinar qué es lo que piensas...
Él no quiere que aquello fuera un error, está seguro de sus sentimientos, tanto como lo estuvo la noche anterior, aunque la misma situación le hiciera dudar acerca de que era real y que no lo era, está completamente seguro. Pues en cara caricia, cada beso, cada roce, había dado todo de él, había amado a Yao tanto como le fue posible hacerlo en una noche, así como tanto le fue posible demostrar con su cuerpo. Y en sus suspiros, los de él, había creído escuchar algo más que el mundano placer que los había puesto en una situación como esa en primer lugar.
Un largo rato había transcurrido, mientras Iván estuvo perdido en sus propios pensamientos. Él se había limitado a cerrar los ojos, pues sabe que es imposible, como riesgoso, quedarse dormido de nuevo. Ya la mañana brilla tanto como los rayos del sol, ya puede ver la totalidad de su pequeño hogar, así como también a la persona que está a su lado, pero ya es hora de despertar.
Lo hace, con cuidado, levantándose de la cama y apartando lentamente al adorable oriental a su lado, no sin cubrirlo con las sábanas, por supuesto, con el miedo irracional de que alguien más viera lo algo de lo que él estaba seguro ser el único portador de ese derecho, y tampoco sin antes haberse dado un minuto para apreciar por enésima vez su carita adormilada, pues tiene el presentimiento de que sería la última vez que tendría esa oportunidad, y si así lo era, quería conservar el más nítido recuerdo en sus memorias.
Levantarse, ducharse, colocarse algo de ropa, recoger la que había quedado tirada por allí la noche anterior, y preguntarse si sería prudente lavarla primero. Lamentablemente la lavandería del edificio no abre antes de las ocho de la mañana, piensa, y apenas son las seis con diez, así que no le queda de otra más que recoger, doblar y dejar a un lado, buscar algo que le ajustara al pequeño (en comparación al suyo, muy pequeño) cuerpo de su huésped, y al terminar han pasado apenas veinte minutos, ni un solo ruido, ni un solo movimiento más que los propios disparan la ansiedad producto de la incertidumbre.
Suspira, con cierta tristeza, porque la urgencia por aclarar las cosas de una vez por todas, por ese ansiado momento en que pudiera decirle todo lo que hace tiempo se moría por hacerle saber, quizá un poco más ansiado que el compartido la noche anterior, ahogan en melancolía al pobre ruso.
Prepara té, luego un poco de café, pues no es partidario del oscuro líquido, pero desconoce las preferencias de Yao, y se sienta en la improvisada mesa de la cocina, a esperar.
Sus ojos se mueven por su cuenta, sin consultarle a su mente antes si es de mala educación mirar fijo a una persona mientras duerme, sin embargo quizá a su mente no le habría importado mucho la educación en esas circunstancias.
Vuelve a sonreír, pese a estar nervioso.
Toma un sorbo de té, y con cada sorbo un poquito de seguridad espanta los nervios que amenazan con echar raíces en su pecho, aguardando por el transcurso de la mañana, y el inminente despertar de la persona que ahora ocupa su cama.
Se da un momento para reflexionar, ignorando el hecho de que tal vez lo había hecho demasiado ese día.
Y recuerda esa primera vez que lo vio.
No en la comisaría como el oficial que estaría a su cargo.
Sino como el policía que hace siete años había arruinado la vida de un joven muchachito de trece.
—Pero tú seguro no me recuerdas, ufu~
♥
Perdonen la demora, es que... ando en hiatus y bueno, esta cosa iba a ser un simple oneshot, pero vamos! eso no sería divertido! Queda una parte después de esto, pues no iba a quedar hasta acá, por supuesto <3
Estos estuvo un poco apresurado y seguro se nota, disculpen :(
Quien aún me lea merece un premio ♥
PD: Sigan de graciosos en los comentarios.
PD2: No, en serio, sigan, me dan muchísima risa xD
PD3: Aunque aquí no hay mucho de qué reírse(?)
PD4: Les amo <3
PD5: Esto es tantito relleno para mostrar un poco la perspectiva de Vanya.
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Lemon Police. [Rochu]
FanfictionA sus veintiocho años, Yao cree haber cometido todas las locuras que debía cometer, sin embargo, pasarse de copas y un ligero desliz le demuestran lo equivocado que estaba. Y ahora estaba sobre su hombro, mareado y semi-inconsciente, por donde se...