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Primavera de 1523

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Primavera de 1523

-Entiendo que Paithon viva aquí, pero no que tenga que estar molestando a todas horas.

-Es necesario que esté aquí. Cambiando de tema, ayer vi algo entre el licor. Debería habértelo dicho antes.

-Paithon podría simplemente quedarse sentado en un rincón y no decir nada. Ni siquiera tiene por qué...

-Cheol llegará mañana, durante la salida del sol.

Estábamos sentados sobre la madera de aquel bonito templo estilo hanok, Rora tenía la mirada sobre los pétalos flotantes entre el soju y yo la tenía perdida entre las numerosas estrellas del cielo, cuya luz llegaba a través de la puerta.

Rona me había enseñado tantas cosas y me había dejado practicar tan poco...

Ella podía ver el destino sobre un baso de cerámica y un poco de licor con flores, podía perdonar la muerte de los animales más pequeños, subirse sobre las rocas y soltar su aroma floral mientras blandía un arco. Podía hablar, hablar con todo, hasta con el gato que solía aparecer de la nada. Incluso podía ser bonita teniendo cientos de años. Decía que era por ser la druida de aquel lugar. Pero aquella palabra se me quedaba demasiado grande y me gustaba más pensar que todo aquello había sido un regalo de los dioses por su gran belleza.

Los dioses existían, las bestias también, los espíritus que se convertían en animales, como el gato con el que hablaba ,que en esos momentos descansaba dormido bajo sus mechones negros o el ratón que salvó aquel primer día en el que me abrió la ventana al mundo de la magia.

Y mientras más trascurría el tiempo más podía comprender al encandilado Paithon de ahora ya 17 años. Era imposible no tener ojos para esa mujer. Imposible no olvidarse de aquella lejana vida como príncipe y de JoonSoo, mamá y papá. Incluso de Cheol. Porque la presencia de Rora lo borraba todo.

-No me importa si Cheol viene o no. Lleva mucho tiempo sin visitarnos. No le debemos importar tanto. - Me llevé un golpe en el brazo por la respuesta.

-Te prohíbo decir eso de Cheol. Es un buen hombre, pero tiene mucho trabajo con tu padre y su propia familia.

-Nosotros no somos de los suyos. Por eso mismo lo digo.

Otro golpe. Desde el principio había sabido el deseo de Rora hacia cheol. Pese a que Cheol aparentase casi treinta años más que ella, el corazón de Rora era mucho más anciano. Había estado allí sola desde la existencia de aquel templo.

-¿Qué habrá sido de Joon-Soo ahora que no puede acompañarme en el castillo, Quercus?

Acaricié a Quercus, sobre mi hombro, y quedamos en silencio, expectantes ante las imágenes del soju, invisibles para mí.

Acaricié a Quercus, sobre mi hombro, y quedamos en silencio, expectantes ante las imágenes del soju, invisibles para mí

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