Chapter. XII

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Si un gato pudiera sonreír, la mueca que tenía ese gatito en la cara era una clara muestra de eso. Una vocecilla le decía que tenía que sentirse ofendido por ser llevado como si todavía fuera un cachorro, ser tomado por la piel de la nuca por el hocico de su amante no era algo como para sentirse orgulloso.

Shōyō soportó ser llevado en el hocico por el chucho con la mayor dignidad que le fue posible, aunque el viaje lo estaba mareando en demasía. Su estomago comenzó a revolverse, la contracción que le avisaba que estaba a punto de perder lo poco de la cena que había logrado tragar, lo hizo chillar de un modo poco elegante.

Asustado Tobio puso sobre el manto de hojas del bosque a su pequeño tesoro. Los ojos azules del lobo no perdían detalle de la extraña manera en que el gatito se puso de pie sobre sus cuatro patitas, se veía igual que los humanos cuando bebían más licor de la cuenta. Levantando las orejas el enorme lobo comenzó a gruñirle a la muralla de árboles, estaba por volverse sobre sus pasos para patearle el culo al tigre por haberle hecho daño a su pareja. El gatito parecía enfermo.

—¡Miaaaau! — fue más un susurro que un maullido. Un aterrado lobo vio como su delicada pareja vomitaba mientras lloriqueaba avergonzado.

Tobio quería regresar a su forma humana, pero el lobo no se lo permitió. Ya los humanos habían hecho suficientes estupideces como para cederles terreno, de este asunto se encargaría el lobo. Estaba en su lucha interna cuando vio que el gatito dejo de estar enfermo, es más, después de todo el desastre que había hecho sobre el suelo, se veía mucho mejor.

El gatito se alejo de la suciedad, levantando su carita peluda miro tímidamente al lobo que sentado lo observaba con una seriedad que le erizo los pelos de la nuca.

—¡Miiiiau! — coqueteo el gatito tratando de cambiarle la expresión del enorme lobo que lo miraba bastante enfadado. Ni siquiera el reinado de la luna llena sobre el cielo y la excitación de ambos parecía borrarle esa mirada demasiada calculadora al chucho. Así que como todo minino que se preciara de serlo, comenzó a ronronear mientras movía su larga cola de un modo bastante sugestivo. Resopló enfadado cuando vio que no podía hacer reaccionar al animal testarudo.

Cuando ya Shōyō se estaba dando por vencido, el lobo decidió levantarse y caminar alrededor del gatito. Tobio se veía muy concentrado, así que el gato montés decidió quedarse allí de pie, soportando el escrutinio como el malcriado que era. A la menor provocación le enseñaría en carne propia lo que el tigre había sentido cuando sus garras felinas le habían traspasado la piel de la espalda. Qué se anduviera con cuidado el pulgoso.

Shōyō estaba incomodo, el lobo ahora le olfateaba la carita peluda, luego el cuello hasta bajar a su lomo, y cuando comenzó a bajar más de lo decoroso, le dio un zarpazo para recordarle que había ciertas costumbres caninas con las que él no concordaba.

El lobo de inmediato dio marcha atrás, justo cuando Shōyō pensó que todo ese extraño asunto llegaba a su fin, el lobo comenzó a lamerlo como si se lo fuera a comer. Eso si era ir demasiado lejos, bufando dejo salir el aire de sus pulmones, mostrándole los colmillos al lobo, le dejo claro que más le valía que se dejara de cosas raras.
[Estos dos párrafos son lo mejor de la saga]

Contrario a lo que Shōyō pudo haberse imaginado, el lobo se veía emocionado, exultante. Comenzó a correr a su alrededor y a mover la cola mientras hacía ruiditos de perro feliz. El felino estaba por convocar a su forma humana y pedir explicaciones, cuando las fauces del lobo lo tomaron por la piel de la nuca y se lo llevo sin hacer caso de sus chillidos. Después de un rato Shōyō decidió darle una pausa a la lucha, si seguía en eso lo único que ganaría sería enfermarse de nuevo. Vomitar como un gato envenenado no era muy sexy si querías que te dieran una buena revolcada bajo la luz de la luna.

Cuando el lobo atrapo a su gato || KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora