Parte sin título 3

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Me desperté bañada en sudor frío y envuelta en unas sabanas de seda negra. Me desperecé a regañadientes y abrí los ojos. Mi habitación era blanca con columnas en las paredes y una de ellas pintada en rosa a juego con la estufa y el cajonero, con un edredón verde. Esta, sin embargo era blanca con un pequeño armario de cahoba y un escritorio a juego. Lo único que resaltaba eran las sábanas negras y el piano, también negro, al lado de un ventanal que daba a un bosquecito.

Me levanté rápidamente y me preparé para salir por la puerta cuando esta se abrió haciéndome caer de culo.

-¡TUU!- en el marco de la puerta se apoyaba Gabriel, el chico de mis pesadillas mirándome fijamente.-¿dónde estoy? ¿qué haces aquí? ¿cuánto tiempo llevo dormida?

El se acercó a mi y me extendió la mano para ayudarme a levantar mi trasero del suelo.

-Demasiadas preguntas. me conformo con un gracias – dijo con la cara seria pero una mirada divertida.

-¿Gracias?¡¿ gracias?! Me has traído a un lugar que según tu es "casa" pero que está claro que no es mi casa- dije lo último soltando una carcajada amarga.

El entró cerrando la puerta y se apoyó en ella.

-Mira, estás muerta. Cuando estabas viva tenías un don muy extraño y solo se han dado tres casos como tu. Por eso te traje aquí, te daremos una segunda oportunidad de vivir. Solo que no podrás salir del Partenón.

Y entonces me acordé. Ya no volvería a estar en mi habitación con Marta, tumbadas en mi cama hablando de chicos o comiendo como gordas menopáusicas. No vería a mamá,, ni a la abuela, no visitaría la tumba de papá cuando estuviese triste. Ahora estoy muerta.

-¿Partenón?

-Es donde estás ahora mismo. Existe un lugar aburrido lleno de luz y aureolas llamado Cielo y un lugar divertido llamado Partenón. Aquí serás adiestrada y preparada para la batalla. Empezarás en la escuela mañana.

Y yo que pensaba que la ventaja de estar muerta era descanso eterno.

-¿Dónde estoy?- pregunto refiriéndome a la habitación

-.Ahora mismo estás en mi cámara, vístete, te llevaré a tu edificio.- dijo en un tono frío y sin expresión en el rostro salió de la habitación.

Entonces fue cuando me di cuenta de que solo llevaba puesto una camiseta de hombre. Espera un momento, ¿ quién coño me ha puesto esta camiseta y me ha desvestido? Cuando pille a Gabriel acabo con el.

Me vestí rápidamente poniéndome ropa que me había dejado doblada en la mesa, óbiamente de él, por lo tanto me estaban enormes ya que él tendrá que medir un metro noventa. Me cogí el cabello en un moño desordenado intentando domarlo. A los pocos minutos entró Gabriel por la puerta.

-Esto es para ti llamitas- me entregó unas llaves con el número 13.- Es tu llave de la habitación.

-¿Llamitas?- pregunté algo confusa.

- Por tu pelo- dijo señalando el nido de pájaros en mi cabeza.

- Pero que gracioso se cree el señor- dije con sarcasmo. 

- Anda vamos- dijo con rendición.

Me abrió la puerta y salimos de su habitación.

querida muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora