Capitulo 1.

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Ahí estaba, dando vueltas por mi habitación. Sus ojos perdidos y ausentes. Daba un poco de mal rollo despertarse y encontrarse a un fantasma con su mirada en ningún punto fijo dando vueltas como un psicópata que planea la muerte de sus víctimas. Sus ojos eran como los de todos. Albergaban dolor y angustia. Este tenía la ropa llena de sangre e iba descalzo. Hice lo que con todos, ignorarlo. Me giré en la cama y descansé la vista en mi mesita de noche.¡Llegaba tarde! ¡A mi primer día de instituto!

Salté de la cama, me precipité al armario, agarré el uniforme planchado y me encerré en el baño. Me duché a la velocidad de la luz y me vestí todavía mojada. Me cepillé los dientes y el pelo a la vez. No con el mismo cepillo claro. Me asomé al espejo para darme el último vistazo. Lo que más destacaba de mí era mi largo pelo, ahora mojado de un tono zanahoria-carmín que resaltaba contra mi pálida piel y mis ojos violetas. Sí, violetas. Si tienes alguna pregunta, ruego o sugerencia cuéntaselo a Él, no a mí. Tenía una estatura media y delgada pero proporcionada. Bajé las escaleras de dos en dos y entré en la cocina para darle un beso a mi madre. Cuando salía de la cocina mi madre me llamó:

-Olivia, hoy no dormiré en casa. Me voy a ver a tu abuela al pueblo. Le tengo que hacer la compra y ya me quedo allí.-

-Está bien, mama. A lo mejor me quedo en casa de Marta a dormir.- Marta es mi mejor amiga y prima. Ella vive a unas calles de mi casa.

Salí de mi casa corriendo al instituto. Estaba en mi último año y la verdad no estaba muy ilusionada por ello. Los estudios no se me daban muy bien, no suspendía ni nada, pero no subía de notable. Al cruzar el paso de peatones vi otro fantasma en medio de la calle. Era una mujer de unos treinta años con el pelo negro enmarañado y ensangrentado y vestía una bata de hospital también manchado de aquel líquido espeso. Sus ojos eran como los de todos, esferas blancas e inyectadas en sangre, salvo porque estos la miraban fijamente y al ver que la observaba empezó a gritar:

-Huye, sal de aquí antes de que sea demasiado tarde...

Eché a correr mas rápido. Sabía que los fantasmas muchas veces me decían cosas que no eran ciertas y lo que querían era asustarme y otros porque me confundían con otra persona. Realmente odiaba este "don" como lo llamaba mi abuela. Ella también podía ver fantasmas (almas) como les decía ella. Pero yo no solo podía ver fantasmas sino que también soñaba siempre con lo mismo. Mi muerte. Algunas veces me despertaba en un baño con sudor frío o gritando. A parte del bello tema con el que siempre soñaba, había otra cosa que siempre ocurría: él, un chico alto y moreno con grandes ojos azules e intensos me ofrecía su mano y me decía: tranquila, pronto estaremos en casa. No entendía muy bien lo que quería decir pero siempre le daba la mano dejando mi cuerpo sin vida.

querida muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora