Papeleo volátil

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—No me puedo creer que hayas hecho esto— gruñó Inosuke

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—No me puedo creer que hayas hecho esto— gruñó Inosuke. Se removió en la zona trasera de la escoba, estaba tan inclinada que tenía que sujetarse al brujo, cosa que nunca hacía y que no quería tener que recurrir a hacer, ya que según él eso era de miedicas, lo que no se consideraban; pero había límites, y la altura de unos 70 metros era uno. 

Muichiro no tomó en cuenta su comentario, la esfera arcillosa se alzaba majestuosa, como si pidiese respeto y admiración. Una lumbre la rodeaba, bañando los bosques de luz lechosa y tarareando nanas compuestas por lechuzas y búhos como músicos en el turno de noche. Llovían hojas que se balanceaban con pereza, doradas a contraste de los oscuros matorrales y ríos de cuencas profundas. Siempre había pensado que el cielo no era nada tan impresionante como los astrólogos o magos de alto rango académico describían. El hecho de que las Estrellas pudiesen guiarte por el cosmos o que, si te especializabas en la asignatura, podrían predecir un futuro abstracto, no significaba que el firmamento fuese bonito, podría considerarse útil, pero poco más.

Aunque esa noche lo percibía de una manera diferente, a lo mejor porque podría ser la última vez que viese "ese cielo". ¿Sería  el mismo en ambos mundos?, no estaba tan poco informado como para no saber que, en si, vivían en el mismo planeta, pero había capas que los separaban. Las brujas podrían pasar esas barreras sin el esfuerzo de  pensar en ello, los humanos ni siquiera sabian que existían, por lo cual tampoco perdieron el tiempo en intentar traspasarlas. Las capas podrían hacer un cambio en el empíreo, matices más vivos o decadentes, nubes de tal magnitud que el sol solo podía asomarse entre ellas o un lienzo vacío. Fuese lo que fuese, la nostalgia que le transmitía esa noche desaparecía al cabo de poco tiempo. 

—Estas aguantando bastante sin que nos caigamos, sorprendente— siguió incordiando el jabalí. El ojiceleste tardó en comprender sus palabras, pero al hacerlo se alegró de sobremanera.

—¡Claro!, he practicado mucho para que lleguemos sin problemas, aunque el mango se siente raro ahora que está tan arriba por tus arreglos, y es más incómodo...

—¿¡Cómo osas quejarte de mis habilidades porcinas!?—chilló, ofendido como solía estarlo.

—No está mal, pero siento que no voy a resistir mu-

En ese momento pasaron la barrera sin estar pendiente de ello, ninguno sintió una diferencia en su cuerpo o en el ambiente, nadie sufrió ningún cambio, excepto, como no, la escoba, que no pareció soportar el cambio de presión—muy leve cabe añadir—. Muichiro no sabía que la habían cruzado aún, pero comenzó a perder el equilibrio.

Si fuese un mago más habilidoso que controlase sus propios objetos, esto solo hubiese sido un pequeño percance que acabaría en una anécdota que olvidarían a los minutos, lo normal era que cuando la escoba se descontrolaba mantuvieses la calma y tuvieses la situación en la Palma de la mano. Pero el no podía, y lo que fue un simple giro inesperado, se convirtió en una vuelta inversa en el aire que tiró todas sus pertenencias al suelo.

↷ ⁞ Un brujo, un jabalí, y un joven demasiado empático ᵎ┊͙☁️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora