Todas aquellas madrugadas de verano que le estuve enviando los amaneceres más bonitos de la historia en fotos hechas por mí. Y todas aquellas que recibía de vuelta junto a un 'buenos días mi amor'. Todas aquellas mañanas que dejaba caer una sábana finísima sobre el suelo, justamente en frente de las puertas correderas que daban a la terraza, y nos tumbávamos para sentir el aire fresco que entraba.
Luego se levantaba, e iba caminando por la habitación como si nada, paseando su cintura desnuda por todo el cuarto. Cogió la ropa de los dos, se sentó en frente mía y me soltó un '¿nos vestimos?', claramente no me apetecía mucho, ya que se estaba de lujo ahí tumbado, y más si estaba a su lado.
Creo que ya interpretó el giro que di con todo el cuerpo tumbándome de nuevo.
Lo que hizo que se tumbara de nuevo junto a mí.
***riiiiiiiinnggg, riiiiiiiinnggg***
¡Venga bebé, vamos, va! Que me tengo que ir a casa a comer, ya sabes como es mi madre - me dijo entre gritos.
Ya voy, ya - contesté desganado mientras seguía sonando la alarma. Ojalá pudiera quedarme toda la vida así, congelar ese momento y revivirlo cuando me plazca.
Nos vestimos rápidamente, y la acompañé a su casa. Su madre estaba esperándola fuera, como de costumbre.
Saludé a su madre y me despedí de ella. Hasta que no girara la esquina, no entraba en casa. Y nunca dejaba de mirarme, y cada vez que yo me giraba, me lanzaba un beso.
Esos momentos fueron los mejores.
De repente escuché un silbido y un grito: ' ¡¡¡¡NIICOLÁAAAAS!!!! ', era Andreea.
Y un 'espera' que a penas salió de sus pulmones.
Seguía corriendo hacia mí, y de repente paró en seco, pregunté que qué le pasaba. Me puso la mano estirada en toda la cara intentando impedir que hablara o preguntara algo. Es asmática, así que le cuesta volver a recuperar todo el aire que pierde.
Consiguió coger aire por fin y...