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CAPÍTULO 2, Internado para delincuentes.
Kay suspiro y miro todos los platos y ollas sucias en el lavado. Había perdido damas contra su padre y ahora como castigo tenía que lavar todo lo que se encontraba en el lavado. Se culpaba por haber apostado jugando damas, sabía que no era buena ni aunque le pasaran los movimientos.
Murmurando insultos, emprendió el lavado de platos, con cada plato que enjuagaba hacia una mueca de asco, «¿Cómo era posible que comieran todo ello?», realmente se veía asqueroso. Sus ojos avellana se abrieron demasiado, casi saliéndose de su órbita, al ver las ollas sucias.
Al terminar de lavar, se secó sus manos en un trapo colgado en las repisas que guardaban los platos. Se apoyó en el filo del lavado, cerrando los ojos, deseando olvidar todo lo que sus delicadas manos lavaron. Se cubrió su rostro con sus casi rojas manos, y soltó un jadeo recordando lo asqueroso que se sintió.
El sonido de una piedra chocar con la ventana de la cocina la asusto levemente, provocando un suspiro lento.
—Kay... Kay. ¡Kay!
Reconocía esa voz hasta dormida. Y no es porque soñaba con su vecino, aunque sus ojos verdes, esmeralda y un poco brillosos, cuando el sol se dormía y la luna despertaba se vieran un poco opacos, no es que pensara en ellos todos los días, nada que ver.
—¿Qué pasa, cuatro ojos?—Preguntó Kay, haciéndose la desinteresada, pero muriendo de emoción por ello.
Harry la llamaba desde la ventana de su cocina y no era la primera vez que la asustaba así. Kay, era muy distraída, no la culpen, se caía muchas veces.
—Tía Margaret va a venir.—Avisó Harry resoplando del fastidio.
—¿La que te golpeó en tu pierna con el bastón para impedir que ganara a Dudley en el juego de las estatuas musicales?—Pregunto Kay interesada.
—Exacto.—Confirmo Harry.
Harry le había contado con lujo y detalles lo que había sufrido todos los años con la familia Dursley, omitiendo el pequeño y mínimo detalle de que era mago.
