Narración e Interacción 1.

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A las luces de las velas, en una noche helada pero con un cielo lleno de estrellas. En una habitación de un hermoso palacio de Las Islas del Sur nacía un bebé. El último del linaje de la Familia Real de los Westergaard, pero no por eso el menos importante.

Todos estaban ansiosos por conocer al nuevo integrante de esa gran prole. Un llanto se escuchó en los 4 vientos, ¡El bebé!

Cuando mamá pudo tenerlo en sus brazos todo fue felicidad. Una absoluta felicidad. Los ojos del niño eran verdes como esmeraldas y sus cabellos rojos como la sangre misma. Su piel blanca como la nieve, simplemente era un lindo varón.

Lo llamaron Hans Westergaard de Las Islas del Sur, en décimo tercer príncipe de la isla sureña.

Sus padres, sus hermanos mayores, los sirvientes del castillo festejaban su llegada al mundo. Su padre pudo por fin verlo y unas lágrimas se salieron sin querer de sus ojos.

- Mi pequeño, hueles a cielo. - dijo el rey oliendo las manos del niño recién nacido.

La madre del pequeño no podía apartar la vista de él, estaba maravillada con su retoño. La gente que estaba ahí, la que la asistieron al momento del parto empezó a retirarse para dejarlos descansar. El rey y la reina se despidieron, pues solo por esa noche, dormirán separados.

Los hermanos de Hans fueron a dormir y el silencio hizo acto de presencia en el cuarto. La reina aún lo tenía en sus brazos pero el llanto no cesaba.

Hijo del corazón
Deja ya de llorar
Junto a ti yo voy a estar y nunca más te han de hacer mal

Tus ojitos de luz
El llanto no ha de nublar
Ven mi amor nadie nos ha de separar
Si te vieran como yo
Te darían su calor

Todo aquel que te hizo a ti llorar
Te tendría ahora entre sus brazos
Hijo mío, mi amor
No me importa el sufrir
Cómo un sol, tu me das luz y das calor a mi vivir

Todo aquel que te hizo a ti llorar
Te tendría ahora entre sus brazos

Hijo mío, mi amor
No me importa el sufrir
Cómo un sol, tu me das luz y das calor a mi vivir
Ven mi amor

Lentamente las lágrimas y sollozos dejaban el cuerpo del bebé, la voz acogedora y dulce de su mamá había hecho que se tranquilice y finalmente duerma. Ambos estaban cansados y solo deseaban dormir.

La reina colocó al niño a su lado para darle calor. Le miro y se dio cuenta que jamás pensó que podría ser posible amar con tanta intensidad a alguien, que encontró el amor, y la calma que tanto necesitaba en quien menos lo esperaba, y que encontró su hogar en unos brazos, que aunque aún no conocía del todo bien, hace tiempo anhelaba. Y sin hacer ningún esfuerzo, ambos descansaron.

Y así pasaron tres años, el joven príncipe crecía en gracia y belleza. Caminando, paso a paso, creyendo y soñando; tomando y dejando a su voluntad.

Sacudiendo la arena de sus pequeñas botas, dejando huellas marcadas en la tierra.

Buscando la paz eterna, las buenas vibras de una vida plena. Paso a paso va sonriendo y abrazando. Era un niño feliz.

Pero en otro lugar, más precisamente en Arendelle. Un reino sumamente bello, con gente amable y servicial y unos reyes que sabían gobernar a su pueblo. Un día de calor nacía la heredera del trono en el cuarto de la reina, una niña con cabello blanco y unos ojos azules que podían penetrar tu alma con solo mirarlos.

"Cartas de amor para mi Asesino" Parte 2 - HelsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora