Frigidez

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En ocasiones las noches frías le hacían sentir como si estuviera suspendida en medio del espacio, sin protección, sin compañía, sin ruido. Era como estar en medio de una nada llena de todo, de todo lo que la rodeaba, de todo lo que sentía. Pero su mente volvía a darse cuenta que no estaba en el espacio, los puntos blancos que parecían estrellas eran faroles que tintineaban en medio de la oscuridad y las imágenes borrosas de colores que a lo lejos parecían galaxias, en realidad eran las luces de la cuidad que enceguecida por sus lágrimas confundía lo que era verdad.

A parte de ella, había unas manos frías que sostenían un café caliente, un revólver encima de la mesa, un jarrón lleno de agua con una flor marchita que ella seguía regando todos los días, una caja de cigarrillos abierta pero sin tocar y sobre todo, una muchacha con un montón de sueños vacíos y rotos que parecían que se deshacían cada vez más con cada gota de lágrima que caía sobre el arma en frente de ella. Cada sorbo de café que tomaba le reconfortaba un poco tus sentimientos, se los aclaraba, pero vaya sensación efímera, no lograba llenar su cuerpo con esa clase de calor que ella estaba buscando recibir.

Se levantó de la mesa, agarró el revólver y buscó su abrigo, regresó por su paquete de cigarrillos y encendió uno; qué bien se sentía después de tanto tiempo y que al fin y al cabo sería el último. Agarró las llaves del perchero y salió, decidida a ir a un sitio que le recordaba todas sus penas y desgracias, el lugar perfecto para terminar todo, porque a pesar de todo, le generaba tranquilidad.

Las palabras se deshojan como las flores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora