Prólogo

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Las puertas de mi casa me esperan con los brazos abiertos. Las ventanas a los laterales me escudriñan con la mirada. Las tejas del tejado bailan al verme. Y la persona en el interior rebosa de felicidad al escuchar la puerta abrirse.

— Estoy de vuelta. — pronuncio tras cerrar detrás de mi.

Silencio.

— ¿Papá? — hablo nuevamente al no escuchar respuesta.

Silencio otra vez.

Me abro paso hacia su habitación, esperándome lo peor, esperándome la misma situación de siempre.

Cuando estoy justo detrás de la puerta, escucho ligeros llantos y cristales rompiéndose. Con decisión entro a la guarida de mi querido padre.

Caos, es lo que veo.

Él se encuentra tirado en una esquina de la habitación, cantando y sollozando a la vez. Supongo que por causa del delirio progresivo gracias a su dependencia al alcohol. Junto a él, botellas. Botellas de alcohol, tiradas, rotas y derramadas sin ton ni son.

— ¡¿Papá?! — corro hacia él con la intención de ayudarle. — ¡¿Por qué sigues haciendo esto?! ¡deja de destruir nuestra familia de esta forma!

— ¡¿Familia?! — espeta. — ¡Dejamos de ser una familia el día en que tu madre nos abandonó! — se levanta con rapidez y me agarra de la muñeca.

Retrocedo por su agresividad e intento huir de la habitación, intento huir del caos. Como siempre he estado haciendo.

— ¿No lo entiendes, Darcy? — pregunta con una sonrisa amarga. — Nunca hemos sido una familia, y nunca lo seremos. Lo único que nos mantiene unidos es esta casa, y lo sabes. — dice mirándome, mientras que en sus ojos solo veo crueldad.

— ¿La casa donde vivías con mamá? — respondo incrédula.

No obtengo respuesta alguna, por lo que continúo.

— ¿Es que no te das cuenta? — suspiro. — Te tiene atado, esta casa te tiene atado de pies y manos. Piensas que si te quedas aquí hasta el día de tu muerte, tengas la posibilidad de ver a mamá de nuevo. Piensas que volverá, que aún hay esperanza.

Poco a poco me voy acercando a él, para que sea capaz de entrar en razón. Aunque las posibilidades sean mínimas.

— No va a volver. — termino diciendo.

Mi padre se queda mirando un punto fijo detrás de mi, sin dirigirme la palabra.

— No puedo estar encerrada en este lugar de cuatro paredes que sin intención, me va destruyendo. Y a ti también.

Tras pronunciar mis últimas palabras, salgo de la habitación, dejando a mi figura paterna plantado en medio de la habitación, atónito y perdido. Dejo atrás esa casa que durante años, nos ha estado persiguiendo.

Sabor agridulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora