Frío. El frío de Espinadragón le hacía pensar en él y sin darse cuenta lo que parecían ser trazos desordenados sobre el lienzo en blanco acabaron resultando en un rostro que Albedo no podía quitarse de la cabeza. En ese momento no supo si su habilidad para el dibujo era una bendición de Los Siete o una maldición, porque si había ido hasta el hostil territorio de Espinadragón para despejarse, haber retratado a Kaeya no era la idea que el alquimista tenía de ello. Suspiró al contemplar el dibujo y tuvo que admitir que el resultado del boceto era bastante convincente y quizá mucho mejor que dibujos anteriores.
Sacó un pequeño cuaderno de notas del interior de su abrigo y pasó las páginas, la mayoría llenas de garabatos que debían de ser observaciones, dibujos y esquemas imposibles de entender salvo para él. Finalmente encontró una página en blanco y escribió algo, moviendo el lápiz con rapidez, sin dudar de lo que estaba apuntando.
Dificultad a la hora de pensar en otras cosas.
Y era que el tema de la amor era un campo desconocido incluso para el Alquimista Jefe de los Caballeros de Favonius. Ya había apuntado antes otras observaciones que había sido capaz de descubrir, pero aun así todavía no entendía cómo funcionaba y se sentía como un cordero bajo la hambrienta mirada de un lobo, desprotegido por completo y sin poder saber qué ocurriría después y cómo reaccionar.
Guardó la libreta de nuevo dentro de su abrigo y quitó el lienzo con el retrato de Kaeya del caballete para poner otro en blanco. Inspiró y espiró profundamente y una pequeña nube de vaho frío salió de entre sus labios. Siempre encontraba inspiración para dibujar en Espinadragón, no podía ser tan difícil pintar algo aunque Kaeya no saliera de sus pensamientos.
Miró a su alrededor, en el silencio sepulcral de la montaña helada, buscando esa chispa que le haría manchar el lienzo con el grafito de su lápiz, unas manchas desordenadas que acabarían siendo un cuadro con el que bien podría decorar su laboratorio en Espinadragón. Pero de nuevo frío, y su mente volvió a vagar sin remedio hacia el Capitán de Caballería de pelo azul. Albedo se preguntó si su abrazo sería cálido como sentarse junto a la chimenea o en su lugar sería todo lo contrario, frío como el aire en Espinadragón. Se preguntó si el tacto de sus dedos al agarrarle la mano sería como estrujar nieve recién caída contra la palma. Y no pudo evitar preguntarse si tocar sus labios con los suyos sería como besar escarcha, un frío suave y agradable que quizá haría cosquillas a Albedo.
Un pájaro se arrojó al aire desde unas ramas cercanas, sacando a Albedo de sus ensoñaciones. Descubrió que el lienzo seguía en blanco y que todo lo que había a su alrededor no hacía más que reconducir su mente a Kaeya. Volvió a sacar su cuaderno de anotaciones y escribió algo, pero lo tachó frunciendo el ceño y apuntó otra cosa con palabras más acertadas.
El entorno, inevitablemente, evoca pensamientos sobre esa persona.
Volvió a suspirar, haciendo que de su boca saliera de nuevo la nube de vaho. Concluyó que pasar más tiempo en Espinadragón no conduciría a nada, que debía dar por finalizada la sesión de dibujo de ese día porque no sería capaz de pintar nada. Recogió el caballete y llevó ambos lienzos bajo el brazo hasta su laboratorio en la montaña, contrariado por no haber podido despejarse, como había querido desde el principio. Estaba incluso menos tranquilo que antes, pero al menos había conseguido más observaciones acerca del amor y creía encontrarse cada vez más cerca de entenderlo.
En el laboratorio, dejó el caballete junto a la estantería en la que tenía extraños materiales de alquimia que solo él sabía para qué servían y colocó ambos lienzos sobre el escritorio, uno al lado del otro. Se quedó mirando el retrato de Kaeya en silencio durante unos segundos, y como solía ocurrirle a los artistas, comenzó a ver fallos por todas partes con cada segundo que lo observaba. A ojos de cualquiera, el dibujo era una imagen idéntica del Capitán de Caballería, casi podría decirse que se trataba de una fotografía si no hubiera estado hecho a lápiz.
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Frío [Kaebedo] (One-shot)
Fanfiction«El frío de Espinadragón le hacía pensar en él y sin darse cuenta lo que parecían ser trazos desordenados sobre el lienzo en blanco acabaron resultando en un rostro que Albedo no podía quitarse de la cabeza.»