02: 𝐂𝐔𝐀𝐋𝐈𝐃𝐀𝐃𝐄𝐒

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Las damas frente al rubio le observaron extrañadas, pero se limitaron a guardar silencio, mientras este se removía con cierta incomodidad sobre su asiento

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Las damas frente al rubio le observaron extrañadas, pero se limitaron a guardar silencio, mientras este se removía con cierta incomodidad sobre su asiento. Estaba nervioso, incluso incómodo. Y no era para menos, había citado a las señoritas en la cocina repentinamente, con la intención de pedirles algún consejo, pero no sabía con exactitud por dónde debía empezar. Tampoco quería que pensaran que era un completo principiante en cosas como estas, aunque aquello realmente fuese cierto. Ciertamente, su orgullo no se lo permitía.

Ellas no recordaban la última vez que el rubio se atrevió a pedirles algo, es más, incluso hasta donde recordaban, eso ni siquiera había pasado. Estaban acostumbradas a que él las tratara de una forma diferente debido a sus ideales y que terminara poniéndolo todo a sus pies, sin intenciones de pedirles algo a cambio. Sin embargo, ni Robin ni Nami se sentían molestas por ello, les agradaba la idea de saber que podían contribuir en algo a modo de, quizás, un posible agradecimiento.

— ¿Cocinero-san?— Cuestionó la morena con cierta preocupación, pero con la misma sonrisa de siempre sobre sus labios.

El mencionado se tensó, vigilando con obviedad a sus costados. Todo acabaría arruinando si alguien más entraba y escuchaba su conversación, en especial el dueño de sus intenciones.

— Nadie más se despierta tan temprano, Sanji-kun.— Comentó la otra chica sintiendo su preocupación, mientras dejaba descansar su mejilla sobre una de sus manos y su codo ejercía presión sobre la mesa.— ¿Ocurrió algo malo?

— No, nada malo ha ocurrido, Nami-san.— Respondió y ella ladeó su cabeza con confusión; incitándole a continuar.— Yo... uhm. Bueno, en realidad, necesito unos cuántos consejos.

— ¿Consejos?— Inquirieron al unísono, luego de mirarse entre ellas.— ¿Qué clase de consejos?— Agregó la de tez pálida.

El rubio entrelazó sus manos por encima de la mesa, removiéndose sobre su asiento con inquietud. No sabía exactamente cómo explicarlo, así que decidió tomarse unos segundos antes de hablar.

— Bueno...— Carraspeó aún con duda, rascando con nerviosismo parte de su nuca, para luego volver a juntar sus manos.— Yo... quiero lograr que... alguien... me de un... un poco de atención.— Soltó finalmente, relamiendo sus labios ante el silencio absoluto de sus compañeras.

Sabía que aquello había sonado tan estúpido de su parte, ni siquiera era propio de él decirlo tan ligeramente. Ahora mismo, rogaba para que las señoritas no pensaran lo peor de él.

— ¿Atención?— Robin ladeó su cabeza sin comprenderlo muy bien aún, pero Nami, por otro lado, pareció sonreír con picardía cuando el rubio se ruborizó y asintió.

— ¿Es alguien del barco?— Preguntó la navegante, sobresaltando al ajeno. Sanji se tensó al percatarse que ella lo había entendido a la perfección, pero aún no estaba listo para decirles de quién se trataba.

— Oh, ya veo.— Murmuró la morena, sonriendo nuevamente.— Cocinero-san está enamorado y esa persona no le presta ni el más mínimo interés. ¿Estoy en lo cierto?— Inquirió con inocencia, recibiendo la mirada herida del mencionado.

— ¡Sí, así es, Robin!— Soltó emocionada la otra, asintiendo con esmero.— Está tan desesperado que vino a pedirnos ayuda. ¿No es así, Sanji-kun?

Robin-chwan... Nami-swan...— Puchereó en voz baja, alargando la a en ambas menciones y desplomándose sobre su asiento.— Siguen luciendo igual de hermosas cuando hieren sin piedad mis sentimientos...— Admitió, causando un nuevo desconcierto en la mujer de cabello oscuro; quién sólo creyó aclarar la situación, sin intenciones de lastimarlo. Por otro lado, la navegante simplemente mantenía una sonrisa imborrable en su rostro.

— Cielos, cambia esa cara deprimida, viéndote así de lamentable no conseguirás nada. Te ayudaremos, ¡sacaremos a la luz todas tus cualidades!.— Ánimo la menor, o al menos eso fue lo que intentó, levantándose inmediatamente de su sitio.— No falta mucho tiempo para que lleguemos a la próxima isla, debemos ser rápidos.

El rubio sintió su corazón derretirse ante la bondad que desprendían sus mujeres favoritas, causando que incluso quisiera llorar de la felicidad al saber que contaría con su ayuda incondicional.
Si el estúpido Marimo no lo hubiese cambiado, definitivamente se casaría con una de ellas. En la mejor de sus suertes, incluso con las dos.

Poco después de su pequeña conversación, la navegante y el cocinero se sobresaltaron sobre su sitio cuando la puerta fue azotada; sin llegar causar daños. La morena simplemente sonrió divertida ante la reacción de ambos, observando como los demás integrantes de la tripulación se hacían presentes en la cocina. Todos ellos aparecieron encabezados por aquél pequeño capitán risueño, quién parecía estar nuevamente con todas las energías del mundo después de un buen descanso.

— Oh, así que aquí estaban.— Anunció Brook, soltando su risa característica.

— Ustedes... ¿qué hacían despiertos desde tan temprano?— Cuestionó Usopp con cierta confusión, luego de bostezar con pereza al igual que Franky.

— ¡Nada!— Se adelantó el rubio, pues temía que Nico Robin fuese tan honesta como siempre. No era conveniente.— Nada en particular...— Carraspeó, luego de percatarse que había sido un poco obvio.

Zoro escuchó y observó la situación en silencio, sin intenciones de pedir explicaciones, mucho menos cuando el rubio no parecía querer, ni siquiera, corresponderle la mirada. Se resignó a no actuar demás, o bueno, al menos, intentarlo, por ahora. Sin embargo, por más que su rostro se mantuviese inexpresivo, no le agradó en lo más mínimo el ver al rubio solo con las damas del barco.

— ¡Sanji, comida!— Chilló Luffy con sus puños en alto, como cada mañana.

Los demás no tardaron en ubicarse en la mesa, pues estaban igual de hambrientos que el menor, sólo que no tenían la misma energía para pedirlo de esa forma.

— ¡Sanji, comida, comida!— Repitió el capitán de forma insistente, con el ceño levemente fruncido al ver que este continuaba junto a ellos.

— Sí, sí.— Asintió.— Cállate un poco, ya entendí.

El pequeño con el sombrero de paja sonrió en grande cuando el cocinero se levantó de inmediato, haciéndole saber que su desayuno no se haría de esperar. Aún así, antes de hacerlo, el rubio le dedicó una última mirada de súplica a la navegante y a la arqueóloga, quiénes no tardaron en corresponderle. Ellas asintieron al mismo tiempo a modo de respuesta, haciéndole saber que no dirían ni una sola palabra y le ayudarían en sumo secreto. Aquello fue suficiente para el rubio, quién tiempo después formó una sonrisa de cierto alivio sobre sus labios.

Sanji se ocupó del desayuno ya más tranquilo, mientras sus nakamas se encontraban perdidos en su mundo: Luffy y Brook comenzaron una guerra con los cubiertos, teniendo como enemigos a Chopper y a Usopp, quiénes jugaban a ser del bando contrario. Robin se permitió leer uno de sus libros que, justamente, hablaba sobre las islas primaverales, siendo acompañada por Nami. Franky, aún con sueño, peleaba contra sí mismo para mantenerse despierto. Sin embargo, mientras todo eso ocurría, Zoro yacía de brazos cruzados observando únicamente al pequeño cocinero.

¿Qué estuvo haciendo a solas con ellas?

El simple hecho de pensarlo le hacía hervir la sangre.

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春 spring ━ zosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora