03 : 𝐏𝐔𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐈𝐃𝐀

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El ruido del mar siendo irrumpido por el ancla del barco resonó en los oídos de toda la tripulación, especialmente del cocinero rubio quién tan ansioso se encontraba

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El ruido del mar siendo irrumpido por el ancla del barco resonó en los oídos de toda la tripulación, especialmente del cocinero rubio quién tan ansioso se encontraba. El frío no parecía presentarse y, como se lo esperaban de antemano, el calor no les resultaba sofocante en lo absoluto. En pocas palabras, la isla les ofreció un ambiente perfecto casi de ensueño, al igual que el sitio mismo; rodeado que flores preciosas y distinguidas que se notaban a kilómetros. Incluso el médico y la arqueóloga desconocían varias de ellas.

— ¡Hey, viejo! ¿Está bien aquí?— Cuestionó el capitán a uno de los guardias que los había recibido.

El hombre asintió con una sonrisa, dándoles la bienvenida por enésima vez. Al parecer, los barcos tenían permitido anclarse en cualquier sitio, tal y como el anciano les había comentado, incluso los barcos de los habitantes tenían un espacio externo a la isla propio, supuestamente para evitar cualquier tipo de daño fuera del estacionamiento que ocasione un daño cuestionable a la ciudad.

— Cielos, tuvimos que ir hacía otra punta de la isla sólo por esto.— Se quejó la navegante, cruzándose de brazos.— ¿Por qué aceptan piratas si temen destruir su amada ciudad?

— ¿Qué importa?— Inquirió Luffy, apuntando hacía la isla frente a ellos.— Mira bien, Nami.

La joven de cabellera naranja, al igual que sus demás compañeros, observaron con curiosidad la dirección que el menor apuntaba con esmero y un semblante extrañamente serio. Eran pocas las veces que el capitán cambiaba aquella sonrisa tan característica, reemplazándola por un rostro inexpresivo. Claro que, cuando este volvió a abrir la boca, los integrantes desearon golpearse entre ellos por esperar algún comentario honorable de su parte.

— Este lugar definitivamente tendrá un restaurante bueno.— Aseguró, cruzándose de brazos.— ¡Estoy tan emocionado! ¿Qué clase de comida tendrán aquí?— Cuestionó para el mismo, sintiendo su propia baba escurrirse de sólo pensar en los incontables platillos desconocidos; listos para ser probados por él.— Bien.— Musitó, limpiando sus labios, para después saltar hasta quedar sobre las barandas del Sunny.— ¡Aquí voy!— Exclamó, agachando su cuerpo hasta quedar de cuclillas; dispuesto a aterrizar en tierra firme de un salto.

Inmediatamente, la navegante tomó el cuello de su camiseta antes de que abandonara el barco y le dejara con sus palabras en la boca, deteniendo sus intenciones sin siquiera dudarlo. Sin hacerle esperar, tiró del mismo, metiéndolo nuevamente al Sunny.

— ¡Oye!— Protestó el menor, ya con el trasero sobre el barco.

— ¡Cállate!— Amenazó, cruzándose de brazos, mientras recibía la atención de los demás.

Todavía no olvidaba el pedido del cocinero, y creía que lo mejor sería echarle una mano mucho antes de desembarcar. Incluso había hablado de ello con la morena minutos antes de llegar a la isla, pues la idea de ayudar al rubio seguían presente en las dos. Conociéndole, las jóvenes piratas dudaban que este pudiera tomar la iniciativa en casos como estos.

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