La tenue luz de la única farola en la calle iluminaba el poco espacio a su alrededor, debajo de ella se mantenían ambos individuos apoyados levemente en aquel capó del vehículo negro, guardaban una distancia de varios centímetros el uno del otro, se encontraban allí sin siquiera hablarse, sólo escuchando el ruido del viento y las hojas que se arrastraban a su paso. No había silencios incomodos entre los dos, ambos ya se habían acostumbrado a la presencia del otro sin sentir la obligación de entablar una conversación, además que aquello no era típico de ninguno, no hablarían del clima, ni de signos zodiacales. Simplemente no era necesario hablar.
-"Entonces..."- Rompió el silencio -"¿Cuánto vales?"- Aquella pregunta se escuchó en un susurro. No era la primera vez que Carlo preguntaba aquello y claramente no sería la última -"Sabes que puedes venir a Italia conmi... Con nosotros, mucha pizza, buena pasta, carbonara. Te gustará, eso seguro."- Carlo hablaba totalmente convencido de sus palabras, pero en ningún momento miró los ojos de Igor, ambos se mantenían con la mirada hacia el frente de la cárnica. El italiano escuchó un suspiro y de reojo miró a su derecha.
-" Yo tener amos..."- Contestó con un tono apagado, incluso Carlo intentó descifrar si aquel tono podía ser de tristeza, luego, recordó una vez más que Igor era una maquina que no tenía sentimiento alguno. -"Además gustarme arrocito blanco con películas de los años cincuenta."-
Carlo sonrió por un segundo, el ruso siempre le contaba que le gustaban las películas sangrientas de tortura, aunque mantenía un cierto apego por los film de los cincuenta, aquellas cintas tan mal actuadas eran un suplicio para los ojos de Carlo pero a Igor por una extraña razón le encantaban. -"Claro... Tus amos, un chino que ni te respeta y un ruso borracho... Sabes que yo soy mejor."-
Si cualquier otra persona de la ciudad se atreviera siquiera a hablar mal de Hai o Fedor frente a Igor seguramente ya estarían organizando un funeral, la lealtad y el respeto que este mantenía hacia sus dos amos era indiscutible. Pero no pensó en ningún momento en matar a Carlo por aquel comentario, ni siquiera pensó torturarlo. -"Decirme qué pintar Igor en Italia... No tener nada que hacer ahí, mi vida estar aquí."- Contestó intentando convencerse a él mismo.
Carlo soltó un suspiro fijando por un segundo su mirada en el suelo, volvió a elevar la mirada cuando unos coches se escucharon, las luces de los faroles dieron directo en los ojos de ambos, antes de que los sujetos bajaran Carlo se acercó de manera fugas a Igor y le susurró al oído. -" Como tú quieras... Aunque espero que no seas tan estúpido de morir por alguien que no vale la pena."- Los ojos del rubio se posaron en Hai el cual se acercaba a ellos lentamente.
-"Mi querido Pato... ¿Cómo estamos?"- Saludó mostrando sus dientes amarillentos. -"Tenemos que hablar de algo muy serio, aunque ahora que estamos todos deberíamos ir al Vanilla, para relajarnos... Yo me sentiría como en casa."- El rubio asintió con la cabeza mientras se acercaba a su hermano, las cosas habían estado algo tensas entre ellos los últimos días, aunque ambos sabían que solucionar sus problemas era cuestión de pegarse algunas bofetadas.
-"Yo también... Estaría encantado de que nuestra reunión se realice en un establecimiento tan digno, señores... Vamos al Vanilla."- Dijo el abogado intentando convencer a los demás presentes.
-"Eres un guarro y lechero... Me gusta"- Toni lo miraba fijamente mientras ambos caminaban nuevamente hacia el coche. -" Seguro que las trabajadoras del Vanilla ya están hartas de tu puta cara, madre mía."- Ambos reían mientras Salinas comenzaba a contar una pequeña anécdota de su semana, en la cuál había conseguido estar 24 horas de reloj en el prostíbulo. -"Cómo Alcalde tengo descuentos en todas las zonas del Vanilla, es algo fantástico."- Comentó mirando a Hai.
-"Hostia puta... ¿Hay pizza libre o algo de eso? "- Preguntó el rubio con falsa inocencia -" Me gustaría pasar por la sala de comidas."- Salinas rio por la secuencia que había imaginado en su cabeza.
