Capítulo VIII

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Lynn

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Lynn.

Lo miraba fumar, ahí bajo la oscuridad del lugar, simplemente hacíamos silencio, no era uno incómodo, era solo silencio.

Hasta que el lo rompió— ¿Que tanto me ves?

Sonreí como estúpida, el tenía su típica cara de: El mundo se puede acabar en este momento que menos no me puede importar.— ¿Está prohibido?— Se que a él le molesta que responda una pregunta con otra, por eso mismo lo hice.

Tiró el cigarrillo a un lado y lo pisoteó, para luego levantarse, Haciendo notable esa altura tan íntimamente que me encantaba, se acercó a mí y también me puse de pie, siguió avanzando hasta quedar uno frente al otro, ah claro, yo tenía que echar la cabeza hacia atrás para poder observarlo, él sonrió, de una manera malévola, torcida, mostrando su perfecta dentadura— Te mueres por mi, ¿Verdad?

Y si que lo hacía, es realmente hermoso y perfecto por fuera, pero está podrido por dentro— Ya quisieras— y con eso me di la vuelta para salir de ese sótano.

Entré a la casa y ahí estaba Rosario de brazos cruzados, esperando una explicación de mi parte.

Tenía el ceño levemente fruncido, ya estaba lista para su regaño— ¿En dónde andabas?

Suspiré pesadamente, no se me ocurría ninguna excusa, y no iba a decirle que andaba en el sótano— Por ahí, tomando aire fresco, me siento mal aquí...

Ella relajó la expresión y miró al suelo— Sabes que está estrictamente prohibido salir después de las 07:00 P.M. ¿Porqué lo haces? Podrían...—

—Nadie me va a secuestrar y matar—Me apresuré en decir, seria.

—Ya hablamos de esto, no puedes salir a estas horas y punto— Zanjó y me mandó a mí habitación, como una niña castigada.

Sí, todos, absolutamente todos temen salir después de las siete de la tarde. ¿Porque? Se debe a que luego de esas horas la calle es extremadamente peligrosa, un día estás aquí y al otro no, Llevamos años con ese miedo.

Ni los oficiales, ni el sheriff del pueblo han podido encontrar al "Asesino de la hora maldita" Todos evitan ese tema siempre, se ha vuelto algo muy Tabú, y ya las personas han perdido la fe en la justicia, ya que no han encontrado ni una sola pista del paradero de esa persona tan despiadada capaz de matar a altas horas de la noche, de formas diferentes, a personas inocentes.

Aveces simplemente aparecen chicas completamente desnudas en medio de la calle cuando amanece, esas son las más simples, hay algunas muertes de maneras mucho más retorcidas, personas colgadas de árboles, algunos con el estómago completamente abierto y cosas que no me atrevo a mencionar...

Lo que nadie sabe es que yo soy la única que puede salir a la hora que se me antoje.

Si Rosario supiera que ese "Asesino de la hora maldita" al que tanto le tiene miedo, vive debajo de ella y que se acuesta prácticamente todos los días con su hija, moriría de un infarto.

Lo admito, es una relación, "si es que se le puede llamar así", bastante tóxica la que tenemos Pardo y Yo.

No sé cómo explicarlo, pero ha sido así desde siempre.

Yo sé sus más oscuros secretos y el sabe los míos.

Ya solamente quería descansar un poco, así que me acosté para tratar de consiliar el sueño.

***

Me despierto, por culpa de la luz que entraba por las ventanas, froto mis ojos y me dispongo a levantarme de la cama e ir hacia la cocina. Seguro mi madre estaba ahí.

Tal y como lo pensé, estaba de espaldas a mi, con su pijama aún puesto y con su larga cabellera dorada suelta.

La verdad es que ella es extremadamente hermosa, siempre la eh comparado con la princesa Rapunzel, ya que se parece mucho.

Me acerqué, ella aún no se daba cuenta de mi presencia, sus estaban ojos cerrados, en la mando derecha sostenía la mitad de un limón, al parecer lo estaba oliendo, cosa que me pareció bastante rara...

— ¿Mamá?— la llamé y lentamente dejó el trozo que sostenía en la isla frente a ella y se volteó hacia mi con una sonrisa tranquila.

— Despertaste— a pesar de que se volteó no pude verle bien el rostro.

—¿Que hacías?— le inquirí.

Me mostró la fruta cortada— Es solo un limón, aveces respiro su fragancia cuando estoy algo alterada— pausó y miró lo que tenía en manos— Me relaja mucho, tu abuela también hace esto.

Yo asentí—¿Puedo probar?

Avisté como arqueó una ceja— ¿Estas alterada?

— No...

— Entonces no puedes— dijo con simpleza.

— Mamá....—hice un puchero— ¿Y tu?—me miró con curiosidad— ¿Estabas alterada?

Ella hizo silencio, pero luego habló— Tuve una pesadilla, es todo...

— Oh...— Me acerqué a mi mamá para enrollarla en un fuerte abrazo.

Se sentía tan bien, tan seguro estar en sus brazos, ese calor maternal, es algo único, es inexplicable la paz que me transmite...

Hasta que siento una voz lejana...

— Lynn. Despierta, es muy tarde, ¿Porque duermes tanto?

Abrí lentamente mis ojos y avisté una figura borrosa delante mío.

La felicidad se esfumó.

Cuando mi vista se aclaró, me di cuenta de mi realidad, de mi triste realidad...

—Por fin despiertas—replicó Rosario.

—¿Qué pasa?

— Es muy tarde, ya es la hora del almuerzo.

Abrí como platos mis ojos, ¿Cuánto estuve dormida?—  Oh qué tarde... Perdón...— me disculpé, realmente no sé porque.

Ella negó con la cabeza— Solo arreglate, vamos a salir un rato.

Rosario me obligó a ir con ella al mercado, luego al volver, quiso acostarse un rato, yo decidí bajar al sótano, estube anciosa por decirle a Pardo lo que soñé, o recordé, desde hace horas.

Bajé y ahí estaba el, acostado.

— ¡Oye tú! — abrió un ojo, el gris claro.

— ¿Que deseas?

— Ay que educado— me burlé de el.

— Yo siempre soy educado— dijo incrédulo.

— Si, y frío.

asintió y se le formó una sonrisa ladina— Ajá.

— Bastante enojón—añadí pensativa.

Repitió— Ajá.

— Algo bipolar— dije recordando muchos momentos en los que el cambiaba de actitud muy repentinamente.

Abrió el otro ojo, ahora si era notable la diferencia en ellos — Eso también.

Resoplé— también un insoportable.

— Ah pero tú también, no creas que soy el único.

Yo negué lentamente la cabeza— No, yo al lado tuyo me quedo bastante corta—balbucee— recordé algo más—dije de pronto antes de que hablara.

Se sentó en la cama y me miró fijamente sin decir una palabra, sabía que ese tema le interesaba, y mucho.

— Tengo una abuela.


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