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Por la ventana entraba el sol, sus cortinas estaban abiertas debido al desesperante calor del verano.

El suelo de la habitación estaba lleno de calcetines de diferentes colores, suéteres, pantalones, camisas y otras prendas de vestir.

La puerta de salida de semejante lugar desastroso estaba abierta de par en par. Se escuchaban algunos gritos a lo lejos.

En la sala habían dos personas sentadas, un chico y una chica.

El sudor les corría por la frente y de vez en cuando mordían el interior de su mejilla.

Sus manos estaban ocupadas, tocaban con intensidad el botón rojo de ataque.

En sus mentes viajaban a otra dimensión. Luchaban entre ellos, una espada casi atraviesa la pierna de la pelicastaña, pero gracias a sus enormes reflejos lo evitó.

El peliblanco no se rindió y fue a por ella de nuevo, pero al final ella lo recibió con un golpe en la entrepierna, aprovechó y le clavó la espada en el corazón.

—¡He ganado! —gritó, se subió encima del sofá y saltó de la emoción, dejó el mando de la Xbox a un lado—. Mark, exijo mi paga— Se cruzó de brazos y miró a su mejor amigo.

Bufo —Esta bien, esta semana me toca la limpieza y cocinar, como siempre.

Ella le besó la mejilla varías veces y no perdió el momento para hacer su baile de la victoria sobre el sofá.

—¡Quiero Kimchi para la cena! —pidió.

—Eso será mañana. Ahora debo ir a la estación de radio —miró su reloj de pulsera—. Ya voy tarde.

Tropezando, el perdedor en el juego salió del departamento. El sonido fuerte de la puerta principal al cerrarse impulsó a la ganadora a acostarse sobre el sofá.

—Otro día aburrido —resopló y fijó su vista en una papita con ketchup sobre la mesita justo frente a ella. La tomó y se la metió en la boca—. Riquísima. A pesar de que es de hace tres días sigue sabiendo como si fuera acabada de freír.

La contestadora del teléfono mostró una notificación de un mensaje de voz:

Miyeon, ¿pasa algo? No nos tomas la llamada desde anoche . Estamos preocupados, llámanos cuando puedas.

Exhaltada se levantó y fue por teléfono para llamar a sus padres.

—Mamá, soy yo Miyeon —soltó agitada.

Todo está bien ¿verdad?

—Estupendo —bufó—. Lo que estoy ocupada ensayando la nueva obra de teatro, sabes, se estrena mañana —jugo con el cordel del teléfono—. Quisiera que papá y tú me vieran, pero es una lástima que no puedan venir a España.

De eso te quería hablar, hemos estado reuniendo para ir a verte. Posiblemente en enero del año que viene estemos viéndote actuar.

¡Noooooo!

—Mamá, eso no es necesario. Usen el dinero para otras cosas-

Miyeon, eres nuestra única hija. Te extrañamos y queremos estar ahí para ti.

Tocándose el pecho, el cual estaba agitado aceptó y después de una larga charla sobre comer sano colgó con su madre.

...

—¿Y ahora qué hago? —preguntó llevándose un poco de kimchi a la boca—. No tienen idea que solo soy una—

—Una vaga —completó Mark y ella lo miró mal—. ¿Qué? —bajó y subió los brazos—. Es la verdad.

—Haré como si no hubiese escuchado eso —bebió agua—. ¿Cómo le digo a mis padres que no tengo oportunidad en la actuación? He ido a todas las entrevistas posibles, pero nunca me aceptan —hizo puchero.

—La verdad gana antes que la mentira —suspiró recogiendo su plato para fregarlo.

—Tú y tus frases —le llevó el plato para que se lo fregara, él la miró mal—. Ni creas que se me olvida que esta semana te tocan las tareas de la casa. El kimchi sorpresa no me ablandó —le sacó la lengua.

—A ti nada te ablanda, eres como una piedra.

Ella se subió en la meseta de la cocina.

—Si hay algo que me ablanda —susurró.

—Dime que, te lo traigo en bandeja de oro.

—Kim-Seok-Jin —dijo y fue acostándose sobre la meseta, los ojos le brillaban y suspiraba.

—Bájate de la nube —enarcó una ceja—. Seok Jin no se va a fijar en ti.

—Mark —se bajó de ahí—, a veces dudo que seas mi mejor amigo.

—Te brindo mi techo y dudas que soy tu amigo —río incrédulo—. Vaya, eres una malagradecida.

—Exagerado —lo abrazó por detrás—. No te molestes, yo te agradezco mucho lo qué haces por mí.

La amistad entre Mark y Miyeon era tan grande que hasta se mostraban cariño como si fueran una pareja.

—Pues, no parece —guardó los platos—. Si no haces nada, por lo menos podrías limpiar la casa, pero, sin embargo, te apuestas la limpieza conmigo en un juego.

Tanto era el enfado que dejó caer un plato al suelo y se partió a la mitad.

—Pero si siempre hemos hecho eso.

—Pero, ya no puedo más —dijo botando el plato en la basura—. Trabajo arduamente, casi ni duermo y ahora tengo que limpiar también cuando regreso a casa.

—Mark, yo...

—Se perfectamente que tienes tus "problemas" —reviro los ojos—, pero pon de tu parte. Búscate un trabajo, ayuda en la casa, arregla tu cuarto.

—Tu novia te dejo ¿eh? —se cruzó de brazos— ¿por mi culpa?

No respondió, pero eso fue suficiente para que ella se diera cuenta que tenía razón. Tal vez sea hora de buscarse una casa propia y también una manera de entrar en una obra de teatro antes de enero.

Sweet LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora