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Con diez minutos de retraso llegó a un edificio de dos pisos, color blanco y con un gran letrero en la parte superior que decía "Centro de Psicología Primer Paso", aunque Kaia comprendía o infería el posible significado del nombre del lugar no creía que ese fuera el más correcto para un centro de psicólogos, pero bueno, quien era ella para juzgar. Al otro lado de un gran ventanal con cortina color beige, una chica detrás de un gran mesón le daba la bienvenida al lugar, no dio ni dos pasos cuando la chica vestida de enfermera miro hacia su dirección:

- ¿Kaia Ivanova? – la joven de atuendo oscuro asintió con su cabeza.

- Entre a la puerta dos la Dra. Diaz te está esperando – terminando de decir esto, con una sonrisa de relaciones públicas apunta con su mano la puerta señalada. Kaia aun con la respiración entre cortada agradece con un silencioso gracias.

Se para frente a la puerta y le da unos pequeños golpes a esta, no pasó ni un minuto cuando escuchó un "adelante" del otro lado, abrió y entró a una habitación que desde el primer día creía que no parecía a la típica habitación de psicólogo que te vende la televisión. Primero que todo, no era de color blanco como cualquier recinto de salud, era gris, segundo, las paredes no estaban llenas de diplomas de universidades destacadas, lo único que lo decoraba era unos cuadros tipo mándela de colores llamativos, tampoco tenia un gran estante lleno de libros sobre psicología, psiquiatría o de como la funciona la mente y otras cosas, y lo último pero que más entristeció a Kaia es que no tenía ese gran sillón de cuero donde te recuestas y cuentas tu mas oscuros y tristes traumas de la vida.

So había un escritorio café, con un computador y cosas de oficinas encima, al centro de la habitación, una mujer de cabello rubio y una bata blanca encima, se encontraba mirando el computador concentradamente. Al oír entrar a la chica, levantó la vista y con sus dos dedos le hace una seña invitándola a pasar, ya sentada en la silla color beige, quedó frente de ella, separadas solo por el alargado inmobiliario.

- Muy bien, ¿Cómo te encuentras el día de hoy? – dejó lo que estaba revisando en la pantalla y posó toda su atención en la chica.

Kaia odia esa pregunta, sabe que no hay ningún verdadero interés en saber cómo se siente, sino que solo es una pregunta para sacar información y eso es algo que ella no le gusta, hablar sobre ella. Luego de meditarlo por un largo momento respondió

- Bueno... como le he dicho en las sesiones anteriores, me sigo despertando a las seis de la mañana, como si mi mente tuviera su propio despertador

- Ya veo, y ¿tienes algún presentimiento de porqué pasa eso? – dentro del desorden de papeles saca una pequeña libreta y un bolígrafo azul y atenta comienza a escribir en ella.

- No, creo que debe ser la costumbre, es decir, ahora que estudio...

- Si, esa puede ser una opción, pero también puede haber algo mucho más grande detrás – la mujer de ojos verdes acerca su pecho al escritorio acortando aun más la pequeña separación que tiene con la joven

¿Has vuelto a tener esos malos recuerdos? – al escuchar esas palabras recordé el episodio que tuve camino a la universidad – un no apresurado y nervioso salió de mis labios alertando a la psicóloga que no expresa ningún sentimiento en su rostro

- ¿En serio?

- Si, no he tenido ninguno – al llevar dos años viniendo a estas sesiones la Dra. ya conoce muy bien todas las expresiones de Kaia y la forma de esconder sus emociones al punto de ser irreconocibles para una persona que no la conociera y así como conoce sus emociones, también sabe cuando dejar de insistir ante una pregunta

- Sabes que puedes contarme todo lo que quieras, para eso estoy aquí, para ayudarte

- Lo sé, pero en serio, no he vuelto a recordar nada de lo que me pasó - la Dra. se sacó los lentes, se masajeó el puente de la nariz y suspiró rindiéndose a la respuesta

KaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora