Capítulo 12

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Sarah:

En cuánto llegamos a la casa caí rendida en la cama y al otro día me levanté tardísimo. Me di una ducha, cepillé mis dientes y bajé a almorzar. Cami y Chris estaban en el sofá viendo la tele con Ale y Dariel. Después de mí, bajó Sebas y me miró con mala cara, al final no lo había dejado quedarse a dormir conmigo.

<< Es que eres tonta.>>

Y tú una fácil, así es más divertido.

<< Perversa>>

Luego de unas o dos horas hablando a los chicos se les ocurrió pasar la tarde en el jacuzzi. Fuera se sentía el frío y ese baño calentito fue muy relajante .

En la noche bajamos a la playa, gracias a la temperatura era una noche perfecta para una fogata y malvaviscos con chocolate caliente que preparamos antes de salir. Chris llevo su guitarra y cantamos un par de canciones, reímos mucho, hicimos historias y miramos el mar y las estrellas.

La siguiente semana fue igual de divertida, todos estabamos súper felices y nos llevabamos muy bien. Habíamos empezado a conocernos mucho mejor y conectabamos, para este momento podía decir que éramos un grupo de mejores amigos.

Cada día Sebas y yo pasábamos más tiempo juntos, me encanta su forma de ser conmigo. De a poco me estaba enganchado con él. Iba conociendo sus pequeñas manías y eso solo me hacía quererlo más. Cuando vives en un mundo como el nuestro las emociones se multiplican, se te olvidan esas estupideces de ir despacio y de hacerse el difícil.

El tiempo solo refrescaba más con el pasar de esos días así que íbamos a la playa a tomar el sol en las tardes, los chicos hacía apuestas estúpidas por lo que aveces se metían al agua. En las mañana o en las noches estábamos en el jacuzzi o viendo películas. Hubo otra fiesta en el pueblo por noche buena así que volvimos a ir de compras y pasamos otra tarde de chicas.

— Chicas deberíamos volver se está haciendo de noche —avisó Juli mirando su reloj de muñeca.

— Tiene razón, no tendremos tiempo de arreglarnos y saben cómo se ponen los chicos —agregó Cami a lo que Ale y yo asentimos. Ciertamente a los chicos no les gustaba esperar.

— ¿Podemos para a comprar agua, me muero de sed? —pedí haciendo un puchero.

— Vaale, ¡Pero no te distraigas! — amenazó Juli.

— Si capitana —hice un saludo militar y apresuré el paso hasta la tienda más cercana.

Compré la botella de agua y volví con mis amigas mientras me la tomaba.

— Ahora si, andando —sentenció Ale.

Salimos del lugar y efectivamente, faltaba poco para que anocheciera. Optamos por tomar un atajo y así llegar más rápido al aparcamiento. Teníamos que pasar entre dos edificios y Ale casi se cae al tropezar con algo.

— Señoritas, andar tan tarde solas puedes ser muy peligroso...

De las sombras salieron cuatro hombres. Las cuatro pegamos un pequeño salto por el susto.

— Para ustedes —completó otro.

— Podemos cuidarnos muy bien no sé preocupen —contesté tratando de pasar por su lado pero uno de ellos me lo impidió.

— ¿Por que las prisas cariño? Que maleducado de su parte no quedarse a charlar cuando hemos sido tan amables —señaló el primero de ellos.

— Deberías castigarlas amigo —se burló uno de ellos mirandonos con malicia.

— Aquí el castigo lo van a recibir ustedes si no se quitan del camino —escuché la voz de Ismael a nuestra espalda. Voltee a verlo y sujetaba una pistola en dirección a esos hombres —¿Es que están sordos?, ¡muévanse ya!

Entre Amor y ArmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora