Epílogo.

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A pesar de ser muy temprano por la mañana, la fuerte luz del sol se abre camino hacia el interior del salón, las paredes blancas rebotan los rayos de sol y todo rastro de oscuridad que existía una hora atrás queda en el olvido. Aunque todavía faltan 30 minutos para que inicie el primer día de tercero de kínder, dos de las seis mesas circulares ya se encuentran ocupadas por una niña y un niño, ambos sentados con sus pequeñas piernas colgando sin poder tocar el piso. El niño saca de su pequeña mochila un peluche en forma de rinoceronte, el cual abraza con fuerza antes voltear a ver a la niña que se encuentra al otro lado del salón.

-¿Cómo te llamas?-pregunta en un tono extremadamente bajito, apretando su oso de peluche. La niña lo voltea a ver mientras acomoda su largo cabello rubio detrás de su oreja, asomando unos aretes en forma de catarinas.

-¿No deberías decirme tu nombre primero y después preguntarme el mío?.

El niño se sorprende ante la respuesta, no suena a algo que diría una niña de 5 años.

-Me llamo Clara.-contesta después de unos segundos, con un tono peculiarmente neutro.

-Yo soy Joseph.-el niño sigue abrazando a su peluche.-Pero mi mami me dice Jo.

Clara no tiene intenciones de hacer nuevos amigos, así que se dirige hacía el librero al final del salón que ocupa casi toda la pared. Está particularmente interesada en la gran colección de cuentos para dormir que tiene en frente de ella y aunque no sepa leer aún, quiere mirar los dibujos antes de que llegue la maestra.

Jo se queda sentado en silencio, sin saber qué hacer ante la indiferencia de la niña, hasta que unos minutos después, se escucha como se abre la puerta mientras un niño de cabello oscuro y ojos verdes entra corriendo a toda velocidad con un balón de fútbol americano tamaño infantil que sus pequeñas manos apenas y pueden sostener.

-Hola!! Yo soy Joey!!-el pequeño deportista se presenta de inmediato, gritando.- Me gusta jugar y correr. Oye, tu!-señala a Jo con el balón.- ¿Te gustaría jugar conmigo? Ándale ándale, di que si.

Jo se asusta por la repentina energía del pequeño deportista. Nunca ha podido patear un balón correctamente, mucho menos lanzarlo.

-Y-yo... No me gustan los balones.-se rasca su cabecita llena de rizos castaños.

-Ashhh.-Joey resopla en voz baja.- Es que ella no va a querer jugar conmigo.-señala a Clara con el dedo, quien pareciera que no está consciente de sus alrededores hasta que, sin voltear a ver a Joey, dice con el mismo tono neutro:

-Es de mala educación señalar a la gente.

"Vaya, esta niña es muy seria" piensa Jo.

Joey inmediatamente baja el dedo mientras sus cachetes se ponen de color rojo y antes de poder disculparse como su mamá le había enseñado a hacer siempre que hace algo incorrecto, se escuchan unos pasitos fuera del salón que cada vez se hacen más fuertes, hasta que por el marco de la puerta, se asoma una niña con unos grandes ojos color miel llenos de curiosidad y una coleta que pareciera apretar demasiado sus rizos color café oscuro. Sin darle oportunidad de siquiera admirar lo que se encuentra al rededor de ella, Joey corre con el balón en brazos, la toma de la mano y la mira directamente a los ojos.

-Hola!! Soy Joey, ¿quieres jugar conmigo?, ¿cómo te llamas?, ¿tus papás también te vinieron a dejar temprano porque están muy ocupados con su trabajo?.

Y como si acabara de decir palabras mágicas, Clara levanta por primera vez la vista de los cuentos para dormir y los fija en la niña, esperando que conteste la pregunta. Jo hace lo mismo.

La niña comienza a saludar a todos con su pequeña mano.

-Me llamo Ana.-sonríe ampliamente mientras se acerca a Joey, quitándole el balón de sus manos.- ¿Cómo se juega esto?

Antes de que pudiera averiguar cómo se usa un balón de futbol americano, alguien se lo quita por detrás.

-Niños, niños.-dice la maestra en un tono tranquilo, ¿en qué momento entró?- ¿Por qué no guardamos estas energías para la hora del receso?-coloca el balón encima del escritorio que se encuentra a la izquierda del gran pizarrón blanco que tiene escrito en grandes letras "Bienvenidos, niños". Seguramente ella es la única que puede leerlo.

La maestra saca de un cajón una hoja blanca con unos nombres anotados en la parte superior izquierda.

-Ustedes deben de ser Ana, Jo, Clara y Joey... parece que los tendremos en el salón más temprano que los demás niños, ¿por qué no se sientan juntos?.

Una Vez en la Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora