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Zhou Zishu, estaba en una cama extraña.

Con un hombre que no conocía, que le besaba y chupaba el cuello con ardor; mientras golpeaba su cuerpo haciendo mover la cama.

Sentía temblar sus piernas y solo podía afirmarse con la punta de sus pies, era un gesto demasiado intimo rodear las caderas de ese extraño con sus piernas; así que solo aguanto.

Las arremetidas cada vez eran más fuertes, sacándoles gemidos y jadeos sonoros teniendo que sostenerse de esos anchos y musculosos hombros. El hombre encima de él metió su lengua en la oreja de Zishu, causando una sensación desagradable, intento quitarse, pero el hombre le sujeto la mandíbula y le obligo a besarle.

Cerró los ojos y disfruto el beso, pero la imagen de su esposo vino a su mente.

Wen Kexing. Su marido inmortal.

Abrió los ojos y empujó el cuerpo que le aplastaba, obligando al hombre a retirarse de su abusado agujero.

Menos mal usó condón, pensó. Eso evitaría que los fluidos de otros hombres quedaran dentro de su cuerpo. Se sentó en la cama y buscó en su mochila su uniforme clínico de enfermería; miró fugaz el reloj digital encima del velador, aún era temprano; si se iba de ahí de inmediato, llegaría con tiempo de sobra al hospital. Estaba metiendo las piernas en el pantalón cuando unos brazos le rodearon la cintura deteniendo su acción.

─ ¿Por qué no te quedas un rato más? – apretó más fuerte la cintura de Zhou y besó, su hombro y cuello.

─ Debo irme – dijo levantándose de la cama.

─ ¿Por qué tan frío? – el tipo se río y sacó del cajón del velador, una cajetilla de cigarros y encendedor.

Zhou terminó de ponerse la parte de arriba de su traje clínico y miró con cierto rechazo al hombre en la cama, odiaba el olor a cigarro, hasta ahora era el peor invento de la humanidad ¿cómo no se dio cuenta del olor a tabaco? Claro el olor a alcohol lo opacó. Suspiró, tomó su mochila y se retiró, pero antes de abrir la puerta una mano la bloqueó. Zishu rodó los ojos, hastiado.

─ ¿Por qué no me das tu número preciosa? Quizás podamos divertirnos luego de tu trabajo – el hombre le olfateo el cuello y le dio un apretón en las nalgas.

─ Pues creo que no – molestó le dio un codazo en el estómago haciendo que el hombre soltara el cigarro y se ahogara con el humo, antes de que pudiera reaccionar, Zishu le aventó una patada nuevamente en el estómago tirándolo hacia dentro de la habitación. Sonrió triunfante, abrió la puerta y se largó.

Era de noche, pero aún temprano; y mientras caminaba en dirección al hospital donde trabaja hacía unos meses, aprovecho de agarrarse el cabello en un moño desordenado. En todos esos años jamás se había cortado el cabello, a diferencia de su esposo que se había adaptado al estilo moderno de la civilización.

Su marido, pensó; hace dos años que no se veían las caras, habían tenido una fuerte discusión que terminó con Kexing, saliendo furioso de la mansión en la que vivían juntos de hace muchos años, le vio tomar el auto y marcharse en la oscuridad de la noche. No pasó mucho tiempo antes que Zishu se arrepintiera de sus palabras y saliera a buscarlo.

Zhou salió junto con su mayordomo, un hombre ya viejo que había estado desde joven trabajando para ellos; y que sabía el secreto de su inmortalidad, condujeron por la ciudad de Pekín hasta llegar a uno de los bares de lujo del que era dueño su marido, pero entró solo, con la esperanza de pedirle a Wen Kexing que volvieran juntos a casa, pero lo que vio le rompió su inmortal corazón.

Allí estaba su marido, besándose con otro hombre. Y no solo con uno.

Sentado en un sillón de cuero tenía abrazado las cinturas de dos chicos que buscaban los labios de Kexing, para besarlos y morderlos; mientras metía sus manos bajó la ropa de los chicos más jóvenes que él, mucho más jóvenes. Su risa era estridente, el recuerdo del Señor del Valle Fantasma vino a la mente de Zishu, esa risa lunática.

No importa donde te escondasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora