Capítulo IV. Aliados

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Abrió la puerta casi de una patada, manteniendo su arma en alto y sus sentidos en alerta. Comenzó a buscar por la habitación, escradriñando cada rincón en busca de una amenza. Sin emabrgo, la única que podía serlo, era la figura oscura sentada a la mesa. No necesitaba acercarse para saber de quien se trataba. Chandler. El molesto pasante del que había tenido un mal presentimiento desde el momento en que lo conoció. Lo miró con furia, tratando de ocultar su sorpresa.

— ¡Oh, vamos! — exclamó el joven, levantándose de la silla para acercarse al detective —¿Por qué la amargura, Didi? ¿acaso hice algo para molestarte?

Su sonrisa era radiante. Parecía que se estaba burlando de él. "no" pensó Didier "estoy seguro de que lo está haciendo". Frunció el ceño con más fuerza. Esa sonrisa lo ponía furioso, el cabello teñido de ese color tan molesto lo ponía furioso. Inclusive ese estúpido sombrero parecía estarse burlando de él entre las sombras de la habitación. 

Apuntó el arma hacia el joven. 

—¡Alejate! — ordenó con voz fuerte, demandante — El allanamiento de morada es un crimen grave, y faltarle el respeto a un oficial te condenará tras las rejas 

El chido rodó los ojos sin borar la sonrisa burlona de su rostro. 

— Bla, bla, bla... ¿Por qué es que tienes que ser tan serio siempre? — respondió, enfatizando la última oración con algo de seriedad, como si en realidad le doliera que su compañero lo mirara de aquella forma.

Didier respiro hondo. No tenía miedo de apretar el gatillo. De hecho, uan parte de el sentía emoción por hacerlo. Deshacerse de ese estúpido adolescente de una vez por todas. Seguramente estaba aliado con quien fuera que hubiera matado al señor Monroe, con quien fuera que hubiera estado causando estragos por la ciudad ¿Era esa la verdad? 

— Te lo advertí 

Dijo con voz firme. 

Pero, antes de poder apretar el gatillo, algo lo golpeó por la espalda. Su arma dejó su mano y se encontró en el suelo, indefenso. Algo le presionó el pecho. Trató de enfocar la mirada, solo para encontrarse con el rostro sonriente del joven de cabello verde, que ahora se erguía sobre su pecho con una de sus pesadas botas de estilo gótico. Didier lo miró asustado. Era imposible que se hubiera movido tan rápido. Nunca nadie lo había vencido con tal facilidad. Y aún así, el rostro de Chandler sobre el suyo se cernía como una muestra de su humillación.  Dejó escapar un quejido. 

— Ahora escucha, niño bonito 

Didier lo miraba con furia. 

— Vengo a ofrecerte un trabajo — continúo diciendo — Y si eres bueno con ello, tal vez te de algo a cambio

— No quiero escucharte

El peliverde río. En medio de su confusión, de alguna forma habia sido robado. La culata de su propia arma se apuntó hacia él.

—Entonces no sería la primera vez que me ensuscio las manos. 

Sintió un golpe en alguna parte de la sien y perdió el conocimiento. 

...

Despertó atado. Sentado a la mesa de su propio comedor. Levanto la cabeza, solo para darse cuenta de que la silla frente a él estaba vacía. Parpadeo, al siguiente momento, el chico que lo había golpeado entró desde la cocina con un par de tazas de porcelana, idéntica a la que había encontrado rota dentro del apartamento de su amiga unas horas antes. Se habpia quitado el sombrero, dejando al descubierto la totalidad de su cabello. Por primera vez desde que lo había conocido, Didier notó que tenía raices pelirojas. Se preguntó si igualmente eran teñidas. 

— Bueno ¡Miren quien esta despierto! — Exclamó con una sonrisita burlona — Justa a tiempo para el té

A Didier le molestó su tono. Infantil y dramático, como si todo el tiempo alguien lo estuviera observando a la espera de algo interesante. 

—Es de manzanilla — continúo, ponindo anbas tazas sobre la mesa — Aunque eso ya deberías saberlo, es lo único que tienes... bastante aburrido a decir verdad...

El detective exhaló, harto. Quería gritarle que se callara, pero algo le impidía omitir sonido.

— Bueno, iré al punto si tanto te molesta, Didi — Continúo, notando el hartazgo del contrario.

Voy a decirte quien es tu preciada Ballerina — Susurró cerca de su oído. 

Didier abrió los ojos con sorpresa, incrédulo. Recordó por un momento que lo había llevado ahí. Las notas en su escritorio. Los anteojos. Las promesas. El as. Aquel chico podía no ser el asesino. Pero si no lo era ¿cómo podía saber quien lo era? Una parte de él, no estaba seguro de si quería averiguarlo. El contrario le quitó la mordaza. Sin embargo, permaneció en silencio

— ¿Ahora no dices nada? Me confundes, Didi

— ... ¿Cómo se que puedo confiar en tí?

El peliteñido sonrió. 

— No necesitas una razón para confiar en un amigo 

No le dió tiempo para contestar. Extrajó un manojo de cartas de uno de sus bolsillos. Tomó la primera, de un color blanco gastado y la puso dentró de uno del bolsillo del saco gris del detective. 

— La proxima vez que nos veamos, tráela contigo. 

Didier lo miro confundido, mientras el joven se inclinaba ante él, comenzando a desatarlo con cuidado. Una vez liberada, se puso de pie. Debatiéndose en si debía atacarlo nuevamente o permanecer quieto. 

— ¿Por qué hiciste eso? — peguntó, cerrando una de sus manos, preparando un puño

Chandler suspiró y le sonrió. Una sonrisa genuina, sincera. Extendió una mano hacía el hombre con cautela.

—Solo quiero tu lealtad, al menos por un rato — se encogió de hombros — Luego te pedire un par de favores

Didier no quería aceptarlo. Sabía que era como hacer un trato con el diablo. Pero estaba desesperado. Inclusive si era terrible, era lo más cerca que había estado de atrapar a su asesina. Estrechó la mano del joven. Fría como el hielo a pesar de momentos antes haber estado sosteniendo las tazas calientes.

— Entonces es un trato— Afirmo con entusiasmo —Tú y yo ¡Juntos hasta que el crimen nos separe!

Didier asintió con la cabeza. 

—Espero que no estes engañándome, Chandler — advirtió. 

El joven soltó un quejido, parándose cerca de la puerta y dando una última vuelta para mirarlo.

— Oh! por favor, deja de llamarme así — exclamó con un tono de hartazgo en su voz — Siento pena por quien sea que se llame así

Didier enarcó una ceja.

— ¿Cómo se supone que te llame entonces? ¿Lunático?

El chico sonrió, volviéndose a poner el sombrero, un acto casi teatral que hizo al detective rodar la mirada. 

Puedes llamarme Helen — anunció, antes de retirarse de la habitación — El as de corazones.

Dicho eso, desapareció y Didier, lo dejó escapar.  


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La verdad debería estar estudiado. Pero bueno, aquí andamos 

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2022 ⏰

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