Prólogo. Recuerdos

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Abélard detestaba trabajar hasta tarde. En ese momento debería de estar en su casa, cenando el exquisito filete preparado por su esposa. Charlando con su hijo acerca de la escuela mientras podía por fin dejar de sentir el agobio de su trabajo. En su lugar, se encontraba conduciendo hacia la gigante mansión en el centro de la ciudad, con un vaso de café salpicando su auto a cada giro del volante y un detective novato a su lado.  Miro de reojo al chico, con el ceño fruncido y una mueca de disgusto sobre el rostro, preguntándose nuevamente porque, de entre todas las cosas, había escogido convertirse en un detective privado. 

—¿Pasa algo señor? — preguntó el joven de cabello rizado en un tono confundido

Abélard respondió con un suspiro de cansado y regresó la mirada al camino de forma distraída.

—No es nada, Montague — agregó algo cansado, sin ganas de hablar mucho — ¿Puedo preguntarte algo, algo personal? —agregó para su sorpresa.

El chico meditó, tan asombrando como su superior de la pregunta y después de pensarlo un poco, asintió.

— Adelante, señor Bourdeu 

— ¿Por qué quisiste tener un trabajo como este? — preguntó en el mismo tono desanimado e incluso un poco enfurecido. 

Giraron hacia la izquierda bruscamente y el chico dio un sorbo al café que sostenía tratando de ganar más tiempo para pensar.

— Creo que simplemente me gustaría hacer de esta ciudad un lugar mejor, buscar en aquellos lugares donde a los demás es asusta entrar — respondió al fin sin fijarse mucho en lo que pensara su mentor.

Abélard no respondió. Durante el resto del camino, se limitó a conducir en silencio pensando en la respuesta del chico. No estaba seguro de lo que sus palabras significaban para él. 

Detuvo el auto frente a la enorme casa rodeada de reporteros, patrullas de policía y vecinos sin nada que hacer. Bajó del auto con el café en la mano y traspasó la línea de seguridad sin inmutarse. Nadie intentó detenerlo, después de todo, había trabajado con la policía en varias ocasiones. Verlo en ese lugar solo confirmaba lo que los demás ahí temían, el caso era cosa seria. Se adentró en la casa hasta donde se le había indicado y observó lujoso baño del piso superior con los ojos entornados. El piso de inmaculado mármol blanco cubierto de sangre, las paredes salpicadas de sangre seca y el cuerpo decapitado en la bañera. Sacó un par de guantes de su bolsillo y se los puso sin decir palabra. Caminó por el baño observando el cuerpo, asqueado. Yacía sobre la bañera vistiendo apenas una bata de baño, con el cuerpo lleno de cortes horizontales y un balón de Voleibol en lugar de cabeza. En la mano del cadáver yacía una navaja de mano y una nota suicida. Imposible que fuera un suicidio. Abélard casi podía escuchar al asesino riéndose a su espalda. 

Vio de reojo al muchacho tomando fotos de la escena detrás de él y se giró hacia él. 

— ¿La empleada te dijo algo? — preguntó refiriéndose a la mujer de la cual habían recibido la llamada.

El chico de los ojos azules asintió ligeramente.

— Se veía bastante alterada— dijo con la mirada algo perdida —Pero dijo que simplemente lo había encontrado así antes de irse, quien sabe cuanto llevaba así...

Abélard siguió observando la escena.

— ¿Algo más?

— Parece ser que tiene una sobrina... una chica americana, como él — respondió con algo de lástima.

— Llámala — ordenó el hombre mientras salía de la habitación — Merece al menos saberlo.

...

Bethany Thorn iba de camino de regreso de la universidad cuando recibió la llamada. Caminaba alegremente junto Madeline, una chica de cabello castaño y su compañera de cuarto. Su teléfono comenzó a sonar tranquilamente, dando de forma inocente el presagio que cambiaría la vida de la chica, para siempre. 

— ¿Si? —respondió aún sonriendo debido a su charla con Madeline.

— ¿Señorita Thorn? — preguntó una grave voz masculina al otro lado del teléfono.

Beth cambió su tono a uno más serio.

— Sí, soy yo— respondió preguntándose extrañada la razón de esa llamada — ¿Quién habla?

La voz pareció soltar un suspiro.

— Mi nombre es Didier Montagne, soy detective privado en Marsella, Francia

Al escuchar el nombre de la ciudad, la chica borró la sonrisa de su rostro y cambió su semblante esbozando una mueca de preocupación. Tamborileando los dedos sobre su pierna. 

—¿Está... está todo bien? — cuestiono en voz baja,  casi en un susurro, mientras sentía la preocupación exprimiendo en su pecho.

—Lamento decirle que no, señorita Thorn

Dejó exhalar un suspiro.

—¿Sucedió algo malo? —preguntó, tratando se suavizar su voz tanto como le fuera posible

En el otro lado de la línea, el detective tragó saliva con un mal sabor de boca.

—Se trata de señor Thorn, su tío

Beth palideció.

—¿Qué ocurrió? ¿Se encuentra él a salvo?

—El señor Thorn, está... ha fallecido

Se tambaleo un poco y se recargó en la pared más cercana mientras sentía sus ojos humedecerse. Madeline se acercó a ella con cautela, teniendo intención de consolarla.

—Una de sus empleadas lo ha encontrado muerto, seguimos investigando mas estamos seguros de que se trata de un asesinato — Continuó el oficial Montagne.

No podía seguir escuchando, así que colgó el teléfono y lo aventó al suelo. El celular tocó el piso con fuerza, rompiéndose totalmente. A Beth no podía importarle menos. Deslizó la espalda por la pared hasta llegar al piso, llevó las rodillas al pecho y dejó las lágrimas salir.

BallerinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora