Ira I

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En Saturno vivirán los hijos que nunca tuvimos.

En Plutón, se seguirán oyendo nuestros gritos de amor

Y en la luna, gritaran en a solas tu voz y mi voz...

Donde yo te pido perdón porque no pude hacerlo peor

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Era inexplicable como los días podían pasar tan rápido para ella. Bastaba con cerrar sus ojos y abrirlos de nuevo para sentir como si hubiese pasado una nueva época, un nuevo mundo. Cada vez que rebuscaba en su armario su ropa, encontraba vestuarios nuevos de maternidad que ella nunca recordó haber comprado en el pasado, ni siquiera haberlos visto.

Era extremadamente raro.

Sobre todo, el comportamiento de Vegeta con ella. No es que se comportará mal con ella o sea frío y adusto con ella, aunque su personalidad era orgullosa, fría y arrogante, no lo era tanto con ella. No, eso no había cambiado. Fue el hecho de ver cómo él intentaba en todo lo posible evitar que alguna otra persona se le acercara a ella. Estaba más protector y celoso que de costumbre.

Si bien ellos habían salido a pasear por las calles, comieron helados juntos, caminaban tomados de la mano, y hasta se subieron a columpios como adolescentes, Vegeta no permitía que nadie la tocara al menos que no fuera él.

No era que le disgustaba, de hecho, le encantaba este Vegeta, pero actuaba como si tan solo alguien se le acercara y pudiera matarla. Como si bastara algún movimiento mal hecho de ella para que fuera su condena.

Lo entendía perfectamente. Era normal que se ponga tan protector estando con ella en su etapa de embarazo, pero... quería distraerse un rato, salir a pasear con Goku, que de hecho le había tomado mucho cariño por su actitud tan relajada y divertida, pero también entendía que con lo rápido que avanzaba su embarazo, cosa que era extremadamente raro en ella porque en cuatro días se dio cuenta que ya tenía dos meses de embarazo, necesitaba cuidarse y cuando se trataba de cuidados, Vegeta era el experto con ella.

Bulma soltó un suspiro al escuchar cómo el timbre de su casa sonó. Era el doctor.

—¡Ni se te ocurra bajar, mujer! ¡Un mal movimiento y puedes causarte daño! ¡Espérame arriba!—escuchó la voz de Vegeta desde abajo.

Bulma volvió a soltar otro suspiro para luego mirar y tocar su panza.

Era muy grande, a pesar de tener tan solo...¿dos? ¿tres? Ya no podía deducir cuantos meses tenía.

Alzó sus ojos azules para mirarse en el espejo que estaba en la pared.

No había engordado. La contextura de su rostro seguía igual de antes de estar embarazada, hasta podía decir que estaba más bonita. Su cabello azulado resaltaba y brillaba como un excelente zafiro, su piel blanca y nívea se notaba tersa y bien nutrida, sus ojos azules, dos cielos resplandecientes resaltaban en todo su rostro.

En efecto. El embarazo le estaba sentando bien.

Lo único engordado que tenía eran los pechos, que parecían dos globos andantes por lo grande que estaban. Sí, aquellos pechos donde Vegeta se las pasó acariciando las veces que podía mientras la mimaba en la habitación siendo la luna llena la única testigo de sus cariños.

Lentamente, Bulma acomodó su vestido mientras se veía en el espejo. Tenía un vestido holgado de color rosado palo. Su cabello estaba suelto, ahora que se le veía más brillante y resplandeciente, quería hacerlo gozar de su vista.

Perfecta ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora