| Capítulo 7 | In fraganti

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Kawaki guardó el reporte en su maleta antes de salir del centro médico

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Kawaki guardó el reporte en su maleta antes de salir del centro médico. Sacó un 93/100 sin mucho esfuerzo, esperando que las siguientes dos semanas transcurrieran igual de fácil. No alcanzó el perfecto por no tener un permiso laboral, porque en otras circunstancias, eso era motivo de despido.

Se encaminó a la Mansión dejando a Ruto en una guardería anexada al proyecto. Consiguió un cupo gracias al Sétimo, que de antemano le separó uno. Solo permitían a cinco afortunados.

Volteó más de una vez. Presentía que alguien lo seguía y no era Naruto. Le preocupaba que Boruto metiese las narices en asuntos ajenos. No tenía tiempo para perder en un proyecto. Quería independizarte, trabajar para arrendar un pequeño departamento y al fin dirigir en algo su vida.

El trabajo de shinobi sí le llenaba y después de tanto pensarlo, hace unos días, decidió buscar una pareja y tener lo que nunca tuvo en la niñez: una familia propia. Aunque todo se iba al demonio cuando pensaba en el Sétimo, que cuando jugueteaba o soltaba esas bromas sugerentes, lo hacía considerar mandar al diablo eso de criar niños y proponerle salir en un plan más... cariñoso.

Naruto lo confundía y el proyecto tenía la culpa de que sus dudas se dispararan.

—¿Cómo le fue en la revisión al gordo~? —le preguntó Naruto al alcanzarlo cuadras abajo—. Seguro sacó 100, Ruto no puede estar en mejores cuidados, es mi engreído~.

—¡Lo sabía! —escucharon— ¡Sabía que tú estabas ayudándolo! —Boruto saltó del techo abordándolos. No llevaba a Shoku consigo—. Se supone que Kawaki no tiene papá y que tú no deberías estar cerca del bebé, viejo ¡Estás apañándole las trampas! ¡No merece estar aprobado -ttebasa!

Kawaki se resignó a lidiar con ello, sabía que alguien lo estaba siguiendo.

—... la prueba no decía que no podía tener pareja —soltó.

—S-sí, es algo así —lo secundó Naruto.

—¡Pa! ¡No te pases!

La idea le surgió en cuestión de segundos. Kawaki se aprovechó de los vacíos que existían en ese proyecto, inventó una historia rápida y soltó, con nervios de hierro, la primera tontería que mejor se acomodaba. El Sétimo era ahora su nuevo marido. No rompía las reglas. Solo optaba por el camino más fácil para solventar a Ruto, en vista de que encima fingía ser una mujer de sol a sol.

Después de todo, su descaro siempre era muy oportuno y se expresó con el desparpajo necesario. Boruto le mantenía la mirada, incrédulo de lo que oía, mientras él se burlaba.

—¡Eso n-no está permitido -ttebasa!

—No lo sé —dijo riéndose de la histeria ajena—, pero yo veo un vacío ahí y, tú, métete en tus asuntos que un día se te esfuma el bebé. Gáname haciendo bien el proyecto, no chillando.

—Te vas a tragar tus palabras cuando saque mejor puntaje y SIN TRAMPAS, y a mi papá ni siquiera le gustan las escuálidas, larguiruchas ¡y con cara de ser recién sacadas de prisión!

—Arreando, burro, que yo necesito ponerme bultos para enamorar a nadie.

Naruto explotó en risas y retomó el camino con él dejando a Boruto atrás.

—Tampoco tenías que decirlo así.

—¿Qué quería que hiciera? —le preguntó incrédulo—. No pienso desaprobar el proyecto porque usted se encariñe con un bebé que desaparecerá en dos semanas más.

Estaba hasta las narices de ese proyecto, en particular por el jutsu que lo avergonzaba así mantuviese unos nervios de acero frente a los demás. Era incómodo soportar las miradas mañosas de los viejos verdes de la Mansión. El Sétimo no mentía cuando decía que los hombres se paraban en recepción solo para observarle con mayor lujo las piernas. Pero no iba a dejar de usar short por unos puercos.

Refunfuñó ensimismado y apresuró el paso, aburrido de escuchar los peros del Sétimo. Era posible que los encargados de la iniciativa no estuviesen de acuerdo con su amoralismo.

—Vea usted qué inventa, y no me toque —le dijo apenas Naruto reposó la mano sobre su hombro—. Dígale que es lo normal: mamá soltera se aprovecha de un viejo para ganarse comodidades —soltó sin pena— y usted encaja en el perfil, Sétimo. Es el interés de siempre.

—¿Por qué no mejor la versión de que te enamoraste perdidamente de mí? —escuchó deteniéndose en ese instante—. Es lo normal: mamá soltera se da una segunda oportunidad.

—... no me enrede.

—No voy a convencer a Sakura con tus ideas de arribista, Kawaki.

El silencio otorgó a favor de Naruto.

—Está bien, Sétimo, será... a su manera.

Sintió que estaba entregándole su alma al mismo demonio por responderle piedras a Boruto. Solo faltaban dos semanas más y con suerte, esa idea lo beneficiaba. Si no tenía esconderse por rincones para entregarle el bebé a Naruto o pasear tranquilamente conversando con él, valía la pena.

Además le recordó que el viernes debían ver alquileres. Tenía unos cuantos apartamentos agendados para visitar. Su prepuesto era ajustado, pero le alcanzaba para lo necesario. Y Naruto le adelantó una respuesta más sobria acerca de su propuesta de mudarse juntos. Le aceptó compartir un espacio y también los gastos, proponiéndole subir un poco el rango para el alquiler, por una biblioteca.

Definitivamente ese proyecto le estaba tergiversando sus iniciales planes. Esos últimos días, la cercanía de Naruto lo ponía nervioso, aunque le sostenía siempre la mirada por orgullo. Nunca recayó tanto en lo azules que eran los ojos del Sétimo o cómo ensanchaba la sonrisa tan al natural.

—¿Sucede algo? —escuchó y negó—. Por un momento, pensé que estabas jugando a ser mi mujer, quien está perdidamente enamorada de mí —le repitió lo anterior con picardía.

—Puedo preguntarle qué me hizo enamorarme de usted en concreto.

—No lo sé, eso respóndetelo tú cuando pienses en mí, Kawaki —le susurró en el oído antes de entrar con normalidad a la Mansión y despedirse apenas alzando el brazo.

Naruto era un poco alucinado, o se excedía de juguetón.

Iba a aterrizarlo cuando le dijese que no encontraba motivo alguno para fijarse en un viejo de 38 años, que le llevaba veinte años redondos. Ni vitalidad ni físico. Tal vez solo buen humor.

Aunque se estaba engañando. 

Hermanos Uzumaki  :: Proyecto Bebé en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora