—Eres un miserable cobarde —soltó Baji luego de vaciar su postre de un largo sorbo y llenar sus mejillas.
—Mira al burro hablando de orejas —contestó Mikey, completamente inmutable mientras comía su postre con el máximo goce.
—¿Discúlpame? —se indignó de manera instantánea, elevando sus cejas y cerrando el puño que se posaba junto a la copa vacía—. Chifuyu es más difícil de abordar.
—¿Quién habló de Chifuyu? —preguntó con tranquilidad, lo suficientemente concentrado en su comida como para siquiera molestarse en bajar de la nube en la que se encontraba.
—No me tomes el pelo, Mikey —suspiró. Verdaderamente, admiraba a Draken y su paciencia celestial para tolerar a su amigo.
—Como sea, Chifuyu vive detrás de ti —respondió, mirando su helado mientras revoleaba sus piernas que colgaban del asiento—. El cobarde que no ha hecho nada al respecto eres tú.
—¿De mí? —espetó, con su temperamento usual—. ¿Y Draken, qué?
—No, Draken no vive detrás de ti —aprovechó para divertirse. Mikey disfrutaba de poner a las personas de los nervios, y justo con Baji debía de hacer un mínimo esfuerzo para que estallara—. He dicho Chifuyu. Sus sentimientos son bastante evidentes, y me pareció oír incluso a Mitsuya comentar algo al respecto.
—Tus sentimientos también son claros y tus intenciones obvias —trató de desviar la atención del hecho de que era un inútil para el asunto—, todo el día sentado encima de Draken, jugueteando con su cabello y abrazándole.
—Soy una persona muy expresiva que disfruta del contacto humano, ¿qué puedo decir? —se defendió, sereno. Luego de un buen bocado de su postre y con la boca llena, continuó—. Tú y tu emoción al compartir un yakisoba con Chifuyu habla más que todo lo demás. Cobarde.
Era impresionante cómo Mikey era la única persona en el mundo capaz de dirigirse de semejante manera a Baji.
—Bien, pero ¡tú eres igual de cobarde que yo!
—No es cierto —negó, a la par que metía más del postre en su boca sin aún haber terminado de tragar. La tranquilidad del vacío de sus ojos le dictaban a su amigo que poco podía hacer para ofenderle—. Yo no puedo hacer nada.
—¿De qué hablas? —incluso si lo pensaba seriamente, Baji poseía una vaga certidumbre de que Draken podía corresponderle.
—A mi hermana le gusta Draken.
—¿Será de familia? —cuestionó de repente. Al darse cuenta de que aquello había, finalmente, dejado a Mikey pasmado ante su estupidez, se mantuvo mirándole sin comprender—. ¿Qué? Ya sabes, no me parece casualidad que los dos se lo quieran tirar.
—Kenchin es un tipazo —soltó Mikey—. Podría gustarle a cualquiera. Es más, me sorprende que tú no te lo quieras tirar también. Sería la decisión natural.
—¿Estás consciente de lo que estás expresando? —le respondió con incredulidad, entreabriendo su boca, dejando ver sus colmillos—. Ni siquiera lo has conquistado y ya lo andas ofreciendo así.
—Nadie dijo que te lo estaba compartiendo —aclaró, retomando su tono neutral, para luego mirarle fijamente, incluso dejando de lado su postre—. Al contrario, solo se lo cedería a Emma. A ti te castro antes que dejártelo.
—Los tipos de dos metros no son de mi gusto —rechazó, estirando su rostro en una mueca de repulsión—. Mas te agradezco.
—No, te gustan los sumisos con cara de bebé —se arriesgó a decir, devolviéndole la atención a su postre.
—Al menos no me gusta alguien que podría ser mi madre —se mofó, cruzándose de brazos cabreado.
—Kenchin no es mi madre —aclaró, acabando su postre—. Solo me peina, me cocina a veces, lleva banderines para los menús infantiles y me carga cuando tengo sueño.
—Con todo eso a tu favor no has hecho ni un miserable movimiento —suspiró, posando la palma de su mano sobre su frente en señal de decepción.
—Ya te he dicho que no puedo hacerlo —respondió ecuánime, haciendo a un lado su copa vacía y echándose sobre la mesa, sintiendo la modorra que sucedía a las delicias.
Baji, quien jamás de los jamases tomaba una postura de seriedad absoluta, sintió un deje de lástima. Aunque Mikey no dejase traslucir aquello que le afligía, le conocía lo suficiente como para encontrar fragmentos de abatimiento en el vacío de sus ojos.
—¿Por Emma? —preguntó luego de un silencio breve. Sabía la respuesta, mas no sabía de qué otra manera encarar lo que diría a continuación—. Ella no querría saber que te hace daño de ninguna manera, sabes. Es ella quien más vela por tu felicidad, Mikey.
—Sí, tienes razón —sonrió con dulzura. Era algo que sabía perfectamente—, pero aún así me inquieta.
—Tienes miedo y te escondes detrás de esa excusa para no avanzar —intentó jalar por donde conocía que podía persuadir a Mikey. Sin embargo, la reacción a sus palabras fue prácticamente nula. Por lo tanto, sacó a colación la más importante de sus cartas, que era una cuestión increíblemente sólida e inolvidable—. ¿Y acaso Draken no importa? ¿Él no tiene elección?
—Te estás poniendo muy charlatán, Baji —le cortó. El aludido mantuvo su postura y se cruzó de brazos una vez más, intensificando su mirada. Mikey suspiró a ello—. ¿Qué diablos quieres que haga?
—Averigua los sentimientos de Draken en primer lugar —le propuso. Más que una propuesta era una obligación. Baji ya se había porfiado—. Y luego hazte a un lado si eso debes hacer. En caso contrario solo eres el más repudiable de los cobardes.
Mikey lo observó con detenimiento y sostuvo su mirada en alto. Siempre tan difícil de leer, sonrió súbita y tenuemente y asintió con levedad.
—De acuerdo —fue lo que dijo. Lo único que verdaderamente caló en él fue el hecho de que Baji tenía razón en algo: Draken no era un balón que Emma y él pudiesen cederse a su gusto sin respetar lo que él desease—. Si tanto miedo tenías de hacer esto tú solito, lo hubieras dicho. Te hubieses ahorrado tanta perorata.
—¡No se trata de miedo! —exclamó, entrecerrando sus ojos por la impotencia que le generaba Mikey—. Se trata de que Chifuyu es... él es delicado y sensible, y yo soy, pues yo.
Baji era del tipo atrevido que se jactaba de sus logros, su suspicacia y habilidades. Era de esos que una persona podría ver y asegurarse de que era un rompecorazones, y lo era. Sin embargo, de la teoría a la práctica había un abismo que le hacía lucir como un imbécil. La confianza la tenía, mas la capacidad de ser exitoso en el intento de coquetear con su amigo no era algo asegurado.
—Sí, ni me lo digas —asintió, jugueteando con su cuchara—. Eres un desastre. Ustedes serían el bello y la bestia.
—De repente vuelves a ser un grano en el culo —le espetó—. Si tanto disfrutas de burlarte de mí y de Chifuyu, ¿por qué no haces alarde de tus dotes de conquistador tú también? De seguro darías pena.
—Espera, Baji —le frenó, mirándole como si le estuviese predicando los salmos domingueros. Sus párpados bien elevados y su mirada clavada en su amigo—. Creí entender por un instante que tú te imaginabas capaz de derrotarme en algo.
Baji sonrió con malicia, liberó sus brazos para apoyarse sobre la mesa luego de pararse de golpe, y con sus colmillos al aire en una expresión de satisfacción pura, se hinchó de la excitación que le proporcionaban sus confrontaciones con Mikey y exclamó:
—¡Apostemos, Mikey!
ESTÁS LEYENDO
La gran apuesta |(Draken/Mikey)|(Baji/Chifuyu)|
FanfictionA Mikey le gusta Draken. A Baji le gusta Chifuyu. El primero en ser correspondido gana la apuesta.