ᴇʟ ᴊᴀʀᴅɪɴ ᴅᴇ ɢʀᴀɴ ᴍᴏʀᴇʟ || ᵇᵉˡᵃᵈᵒⁿⁿᵃ

Cap 7: Una Cinta Negra Deshilachada

—¡Hablo enserio! Debo insistir en que me dejes hacerlo. —Bela suplicó a Donna mientras la seguía a ella y a Angie fuera del ascensor, al sótano.

—Eres mi invitada Bela; yo me ocuparé de las comidas —Donna refutó con una sonrisa burlona por encima del hombro.

—¡Sólo una vez! Nunca puedo cocinar para nadie, madre insiste en mantener al personal para ese tipo de labor. Por favor. —Bela prosiguió. Se paró frente a Donna cuando llegaron a la cocina y Donna se detuvo. Desvió la mirada y suspiró antes de mirar a Bela a los ojos. Tenía una sonrisa nerviosa, las manos juntas en un gesto de súplica y la cabeza ligeramente ladeada.

—Bien. —Donna cedió. Bela chilló y la abrazó—. Pero no tengo animales para comer; bueno, a excepción de ese cretino por tu sangre —Donna replicó mientras Bela se reía.

—No hay problema, muñeca. —Bela sonrió y luego se volvió hacia Angie que seguía de cerca a Donna—. Ahora, me vendría bien un ayudante que sepa dónde está todo en el jardín.

—¿Necesito ser sigilosa? ¿Tengo que esconder las verduras de la señora? —Angie se iluminó de inmediato. Habló en un tono bajo y cómplice. Tanto Bela como Angie miraron a Donna, quien puso los ojos en blanco. No pudo evitar que una sonrisa llena de dientes se extendiera por su rostro.

—Seguramente. La mayor discreción ante mi Lady Beneviento. —Bela siseó y le sonrió a Donna. Bela y Angie se rieron mientras entraban a la cocina y Donna regresó por el pasillo a su estudio. Se sentó y dejó la puerta abierta.

Donna abrió una carpeta que había adquirido recientemente de Miranda, algo que había ordenado a cada uno de los cuatro jerarcas que revisaran. Era de un antiguo socio suyo, algo sobre un proyecto que él inició en las Montañas Rocosas de los Estados Unidos. Donna suspiró profundamente después de leer los conceptos básicos del estudio; el tema se centró en un nuevo patógeno de origen herbáceo.

—Vas a destruirnos más temprano que tarde. —Donna murmuró en voz baja mientras escaneaba su biblioteca—. Tanto conocimiento, tanto tiempo invertido, y nada más cerca —Donna lamentó mientras juntaba las manos y apoyaba la barbilla en ellas. Se despertó de sus pensamientos cuando Angie llegó dando golpes por el pasillo, seguida por un enjambre de moscas. Ambas parecían estar haciendo un intento sigiloso y Donna sonrió, sacudiendo la cabeza al oír que se abría el ascensor. Estaba junto a su biblioteca cuando oyó que el ascensor regresaba y, al volverse, vio a Angie en la puerta. Cuando no vio a Donna en su escritorio, le hizo señas a Bela y Donna la vio pasar rápidamente con una canasta en el brazo.

Donna volvió a sacudir la cabeza, luego sacó el libro titulado "Cordyceps en la investigación médica" del estante y volvió a su escritorio. La sacaron de su lectura cuando comenzó a oler algo hirviendo a fuego lento y agradable flotar por el pasillo hacia ella. Donna dejó su libro e inhaló profundamente. Cuando llegó a la cocina y tímidamente abrió la puerta, vio a Bela y Angie trabajando. Bela tenía su cabello recogido en una coleta suelta atada con una cinta negra. Estaba de espaldas a Donna y estaba de pie sobre una olla grande. De vez en cuando se detenía a estirarse y agregaba algo de un cuenco de madera; Donna reconoció las hojas de remolacha y las zanahorias. Angie estaba de pie en el mostrador, cortando un limón y agitando el cuchillo sobre su cabeza como si fuera una espada.

—¿Echando un vistazo? —Bela miró a Donna con una sonrisa tímida—. Angie, ¿cómo vamos a castigar a Donna por su crimen?

—¡Muerte! ¡Perderá la cabeza! —Angie se rió, saltó del mostrador y corrió hacia la puerta con el cuchillo firmemente en la mano. Donna la cerró de golpe rápidamente, riendo cuando escuchó a Angie golpear el cuchillo contra la puerta desde el otro lado. Bela apareció en un momento, entreabriendo la puerta mientras Angie le clavaba el cuchillo, haciendo una demostración de agitarlo hacia Donna.