Donna Cooper.

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Capitulo 2: venganza

Después de la fiesta, llego a casa y me recuesto, estaba decidida a dormir; pero no pude sacarme de la cabeza a Margaret.

Dios! Es tan sexy, me encanta demasiado... y aunque siempre lo hizo, anoche no pude resistirme, tenía la excusa perfecta para tener su cuerpo contra el mio, y no la iba a desperdiciar.

No tubo tiempo de responder, pero tampoco se alejó; al fin lo conseguí, al fin probé su esencia.

Sé que le prometí no decirle a Coraline, pero esa sería mi unica oportunidad de separarlas, así seriamos Margaret, y yo.

Me despierto por el sonido de mi teléfono sonando, era Margaret, mierda! ¿se habrá enterado de lo que hice?

Entre en pánico pero me calme al oír su voz tranquila, nada enojada al parecer, me limite a dejar salir mi voz tranquila y lo mas despreocupada posible...

- Ven a mi casa, mis padres no están -dijo la pelinegra de la nada, en medio de la charla.

- ¿que tienes en mente, Margaret? -pregunte un poco sorprendida por sus palabras, pero a la vez coqueta.

- Creí que lo de anoche solo era la ceña del verdadero pago, ¿o me equivoco? -¿enserio había dicho eso? Carajo, ¡si!

- Oh... no, estas en lo correcto -dije casi en un jadeo, enserio estaba sorprendida.

- Esta bien, te espero... -esas fueron sus últimas palabras antes de cortar la llamada, mierda debía apresurarme, se oía ansiosa...

Reí por lo bajo al recordar la fiesta de anoche, fue una muy buena idea decirle a Ophelia que invitara a Margaret.

Mientras el agua viaja por mi cuerpo, pienso en lo que pasará en su casa, no puedo evitar sentirme nerviosa; debía calmar mis nervios de alguna forma...

Bajo mi mano lentamente hacia mi entrepierna, y empiezo a moverla al compás de mis gemidos. Cada segundo de placer se lo dedico a Margaret, esa mujer se merecía eso y más, se merecía todos mis orgasmos, todos mis gritos... ella me merecía.

Al momento de irme, la voz de mi madre me detiene. Mierda mamá, ¿acaso no ves que estoy apurada?

- ¿Donde vas, Nancy?

- Soy Donna, madre. Nancy es mi hermana - odiaba como siempre se confundía, "o tal vez lo hacía a propósito" pensaría si no tuviera esa enfermedad que la hace olvidar todo, ¿como se llama? Ah, si; alzheimer.

- Oh claro, querida Donna, ¿donde vas? - preguntó con una curiosidad tan inocente que me dan náuseas.

- A la casa de una amiga, madre, quédate tranquila, volveré mas tarde. -dije antes de salir prácticamente corriendo en dirección a la casa donde estaría ella, la chica que deseo.

Tres golpes, tres segundos se tardó en abrirme, tres palabras se dignó a decirme, tres latidos dio mi corazón antes de empezar a hacerlo como loco, tres latidos por segundo... estaba enserio nerviosa.

- Donna... ven, pasa. -dijo mientras se le formaba una sonrisa que mostraba nada mas y nada menos, lo ansiosa que estaba por hacerme lo que sea que me haría.

- Claro... -pase a su casa, era la primera vez que la veía por dentro, sus paredes estaban pintadas de azul marino, algunas decoradas con pinceladas que formaban una hermosa pintura, llena de arte. A Margaret le encantaba pintar, eso me quedo claro al ver todos los cuadros con su firma en ellos, para mí, todo lo que venga de ella; seria una completa obra de arte.

- ¿Que tanto ves, Cooper? -cuestiono la pelinegra con sus ojos clavados en los míos, como dos cuchillos que me causaban mariposas con cada puñalada.

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