No Era El Tiempo de la Espiga y la Flor

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No, yo no diré nunca qué noche de verano

me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.

No diré que esa noche que sólo a ti te digo,

se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.



Se removió incomodo en su asiento y releyó la hoja que tenía entre sus manos por enésima vez, mirándola bien de cerca para que la gente que pasaba a su alrededor no pudiera ver lo que decía; no es que no entendiera su contenido, más bien lo que no entendía era el motivo de esta. Miró de reojo a su amigo, por encima de la hoja, encontrándose con sus ojos molestos, y notó como este tamborileaba los dedos con notable desesperación. Tragó en seco y bajó lentamente la hoja, dejándola sobre sus piernas, boca abajo.

—Umm, ¿es necesario que firme? —Bakugo resopló molesto y se cruzó de brazos.

—Llevamos un tiempo haciendo esto, simplemente es una medida de seguridad. —Izuku asintió, tomando el bolígrafo y colocando la punta al lado de un garabato que parecía decir "Kacchan" en un intento de letra cursiva.

Lo que acababa de firmar era un contrato con detalles específicos sobre la relación que ambos mantenían desde hace algunos meses; amigos con derechos, y sin compromiso alguno. Las reglas, hasta cierto punto, eran simples.

1. Las muestras de afecto, cariño o posesión están prohibidas. (Esto incluye besos, abrazos y/o dormir juntos)

2. Si alguno de los dos comienza a sentir un interés amoroso por alguna otra persona, es libre de romper el compromiso o no. Con la única consigna de que si se desea romper el compromiso, se debe mantener lo que fue la relación en secreto, para evitar conflictos que puedan comprometer la amistad de ambos.

3. Establecer límites y preferencias. Tomando un día al mes para discutir sobre los encuentros ocurridos durante ese lapso de tiempo.

4. LOS CELOS ESTÁN ESTRICTAMENTE PROHIBIDOS.

5. Si en algún momento, alguno de los involucrados llega a enamorarse del otro, el contrato y la relación se anulan sin excepción.

Pero, a pesar de eso, Izuku sintió como si estuviese firmando una sentencia de muerte.

Garabateó un "Deku", apodo con el que Bakugo se refería a él de manera cariñosa, sobre todo durante aquellos encuentros furtivos y dobló la hoja a la mitad, dejándola en la mesa de centro que tenían frente a ellos. Bakugo la miró por unos segundos para después tomarla y guardarla en el bolsillo interno de su chaqueta.

—Entonces, ¿te veo más tarde? — Deku asintió, aun sintiendo una ligera pesadez en el pecho. Bakugo se levantó del pequeño sofá individual, y antes de dar media vuelta para irse, revolvió los cabellos verdes de Deku de forma cariñosa, sonriéndole de lado y emprendiendo su camino; dejando a un Deku sonrojado, con el corazón latiéndole desbocado, como un caballo de carreras, y con los ojos ligeramente húmedos.

Ahogó un suspiro que pudo liberar una vez que Bakugo despareció de su campo de visión y terminó escondiendo su cara en ambas manos. ¿Por qué acaba de firmar ese estúpido contrato? ¿Qué acaso no estaban bien sin reglas de por medio?

La gente a su alrededor lo miraba con curiosidad, lo sabía porque podía notar sus ojos como agujas atravesándolo, aunque tal vez era su misma paranoia quien le hacía creer eso, pues al alzar la vista, nadie lo estaba mirando. La gente continuaba tranquilamente por su camino sin ser conscientes de los latidos tan pesados que inundaban su pecho.

El Amor Nunca Llega TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora