Nunca Llega Tarde

6 0 0
                                    


No, nada llega tarde, porque todas las cosas

tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;

sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,

cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.




La navidad había acabado y quedaba una semana antes de año nuevo. El invierno silbaba en su oído y los copos de nieve se derretían por sobre la piel de su mano desnuda. Al mirar el cielo grisáceo, podía darse cuenta de cuán rápido había pasado el tiempo desde que comenzó el año. Cuando aún su mundo era pacífico y sin inconvenientes, cuando no tenía que estar preguntándose lo que se estaba preguntando...

¿Cómo había terminado en esta situación?

Sólo quería ver acabar el año... nada más eso, quería terminar el año y decir que con ello, todos los problemas quedarían atrás. Una amarga sonrisa se asomó por sobre sus fríos labios. ¿Por qué la idea sonaba tan lejana?

Aun podía sentir la vergüenza de aquella desesperada despedida. Podía sentir los labios tercos y furiosos de Kacchan dejándose llevar sobre los suyos, con amabilidad, amor y gracia. Jamás pensó que cada día sería peor que el anterior.

¿Cuándo se le iría a ocurrir a él que se iba a enamorar de su mejor amigo?

Pudo escuchar repetidas veces en su cabeza su voz en su oído, como si estuviese detrás a él nuevamente, como si aún estuviesen dentro de ese oscuro y solitario cuarto de baño, con el cuerpo paralizado por la impresión, aun procesando lentamente la información del momento. La imagen de los ojos de Kaachan, mirándolo por encima del hombro, se quedó en su mente grabada con fuego y le pareció por una fracción de segundo estar rememorando el recuerdo hasta el punto de sentirlo en el presente.

Tanto tiempo había pasado desde que todo había cambiado, pero sin saber realmente porque, le parecía, a decir verdad, como si tan sólo hubiesen pasado un par de días. Era mitad del infierno, y faltaban pocos meses para cumplir el año desde que ambos habían dado por terminada la extraña relación que llevaban.

Deku ocasionalmente se encontraba a Kacchan dentó de la academia, más allá de las clases que ambos tenían en común. Casi siempre iba a acompañado de alguien, siempre una persona distinta, y Deku sabía que era debido a su mal carácter, explosivo, que le era difícil encontrar amistades sólidas, sin un estas terminara dándole un golpe en la mejilla primero. Si bien Deku había perdido a su mejor amigo, había afianzado su amistad con los demás compañeros de clase, ya que si lo veía objetivamente, en esas pocas semanas que duró su relación, se había alejado por completo de los demás.

Sonrió por debajo de la bufanda tejida que llevaba y se detuvo en un alto, reacomodando la bolsa de tela que llevaba colgada en el hombro, donde llevaba la compra de la semana, alzó la vista al cielo y pudo ver como gotas de agua nieve comenzaban a caer. Si se apresuraba, podía llegar a casa antes de mojarse, pero eso ya no le molestaba, caminar bajo una tenue lluvia o una ligera nevada eran cosas que había aprendido a disfrutar en los últimos meses, así como también había aprendido a disfrutar de sus sentimientos y de su soledad. Deku ya no lo amaba de manera descontrolada como antes, es más, ya no lo hacía, era sólo el sentimiento resistente por irse, la sensación de angustia que quedaba prendada a su pecho, el olor a los recuerdos.

Los recuerdos. Las memorias. Eso era lo que mantenía a Kacchan vivo en su cabeza. Nada más que eso. Había sido su amigo durante tantos años que olvidarlo, sabía que era imposible, así como dejar de quererle también lo era. Pero si hablaba de su amor... prefería decir que lo había enterrado por completo al fondo de sus sentimientos, guardándolo bajo llave y resguardado tras puertas de hierro, impenetrables e inquebrantables.

El Amor Nunca Llega TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora