RECUERDOS*

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Era un día frío y lúgubre, un joven caminaba sin rumbo sobre la acera en la ciudad.

El viento era cada vez más fuerte y el chico resguardaba su boca y nariz detrás del cuello de la chaqueta y a sus manos en las bolsas de los costados; seguía caminando con la mirada al vacío postrada en el suelo.

Las calles se encontraban desoladas, no habían tiendas abiertas, ni luces de edificios encendidas o tan siquiera transeúntes, solamente alguno que otro auto pasaba velozmente a su lado, haciendo volar sus obscuros cabellos.

Parecía que no pensaba en nada en especial, que únicamente mandaba señales a sus pies de continuar.

Continuó caminando recto y sin ningún destino, sus pies se movían con lentitud y sus manos temblaban de frío dentro de esas pocas capas de tela, todo seguía igual por varios pasos más. 

Hasta que sus pies pararon y dirigió la mirada al frente, había llegado a los límites de la ciudad y estos eran el bosque.

Los árboles se agitaban tras las ráfagas del gélido viento, las hojas sobrevolaban formando círculos y un sonido de aves se percibía en la lejanía. En ese momento la mente del chico comenzó a funcionar, se encendió cual idea en situación de carencia y comenzó a recordar cuando su padre lo llevaba ahí, lo perseguía y el reía mientras corría, su sonrisa plasmaba calidez y era la más inocente.

Los gritos de su padre eran tiernos y con algo de cansancio.

El pequeño continuaba corriendo, gritando; hasta que su padre lo atrapaba riendo, y lo cargaba sobre sus hombros para reunirse de nuevo con su madre, y regresar a casa.

El recuerda eso con felicidad, una sonrisa se formó en sus delgados labios morados y temblorosos.

Dirigió la mirada al cielo, donde se apreciaba el crepúsculo anaranjado.

Caminó aún más, adentrándose en la maleza, escuchando el sonido de las ramas y hojas secas romperse por cada pisada que daba. Pero después aumentó la velocidad más y más, hasta convertir esa caminata lenta y sigilosa, a un maratón audaz esquivando arboles, arbustos y plantas, levantando los brazos como si de un aeroplano emprendiendo vuelo se tratase.

Mientras corría, en sus labios había una sonrisa nostálgica, pues había olvidado sus problemas por los cuales se sentía agobiado e infeliz, quienes por momentos le hacían perder las esperanzas y desear escaparse de todo.

Pero estos recuerdos le obligaban a seguir con la frente en alto, y hacerle reflexionar que: la vida es hermosa y se debe disfrutar de forma plena.

Trotaba y sus ojos negro azabache reflejaban con destellos lo que sentía: paz.

Lo hizo por largos momentos, mientras la oscuridad lo abrazaba a cada paso que tocaba el suelo, como si fuera perseguido.

Su sincera sonrisa desvaneció al recordar la muerte de su padre meses atrás, por la culpa de un maldito que lo asesinó por dinero en el mostrador de su tienda de relojes.

Sus ojos tomaron un color neutro y triste, su expresión se volvió sombría y apretó los puños con furia e impotencia.

Ahora caminaba lento y pausado, reviviendo todo lo que había sucedido.

Sus pasos cesaron al encontrarse con el árbol donde está plasmado el nombre de la que alguna vez amó.

Recuerda eso con detenimiento y claridad, era una excursión del colegio, esa chica lo tenía loco.

Sus ojos eran verde claro, sus cabellos eran hilos de oro y tenía unas pequeñas pecas marrón en sus mejillas rosadas. Era hermosa.

Tomó un lapicero y una escuadra, se quedó hasta atrás del grupo y comenzó a tallar el sentimiento más fuerte que alguna vez sintió.

Dark Soul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora